Políticas cuentistas
El término “cuentista” también se puede aplicar a entes o ámbitos sociales y colectivos como, por ejemplo, grupos o partidos políticos cuyas estrategias y narrativas se asemejan más a las de un cuento que a políticas serias y fundamentadas
La primera acepción de la Real Academia Española del término “cuentista” dice: “Dicho de una persona que acostumbra a contar enredos, chismes o embustes”. Mientras que la tercera añade: “Persona que por vanidad u otro motivo semejante exagera o falsea la realidad”.
Si bien estas definiciones aluden al nivel o escala del individuo, el término cuentista también se puede aplicar a entes o ámbitos sociales y colectivos como, por ejemplo, grupos o partidos políticos.
Este es el caso de ciertas ideologías cuyas estrategias y narrativas se asemejan más a las de un cuento que a políticas serias y fundamentadas. De hecho, gran parte de sus políticas podrían denominarse “políticas de cuento”, no solo por las evidentes analogías con relatos infantiles homónimos, sino también porque reflejan una mentalidad inmadura, egocéntrica y manipuladora.
Uno de los cuentos más representativos de estas políticas es el clásico de Pedro y el lobo. En este relato, Pedro engaña a los aldeanos gritando que viene el lobo, cuando en realidad no hay ningún peligro. Tras varias falsas alarmas, los aldeanos pierden la confianza en él y, cuando finalmente aparece el lobo, nadie acude a su llamada. De manera similar, hay personas que invocan constantemente la amenaza de un “enemigo” inminente: los inmigrantes, las minorías, los “lgtbiq”, los “okupas”, los que piensan diferente. Dicen constantemente que “viene el lobo”, en forma de crisis económica, invasiones culturales, pérdida de identidad nacional, de moral, de valores, de creencias, etc.
Este miedo constante es su herramienta más poderosa, ya que crea la sensación de que solo pensando como ellas estaremos protegidos de esas amenazas. Sin embargo, al igual que en el cuento, las advertencias constantes pierden su efecto con el contraste de la realidad y la estrategia se desgasta cuando el lobo al que tanto aluden no aparece.
Como en el caso que acaba de ocurrir en la localidad pontevedresa de Mondariz Balneario, donde surgió un bulo xenófobo tras la llegada de 170 inmigrantes. A pesar de la desinformación y las reacciones negativas en redes sociales, la mayoría de los residentes apoyan la acogida. Lo que es otro claro ejemplo de cómo este tipo de noticias falsas, fomentadas por ciertas ideologías, pueden generar miedo y división sociales.
Como en el también reciente caso del asesinato de un niño de 11 años en Mocejón (Toledo), al que le siguió un torrente de bulos y desinformaciones que buscaban relacionar el crimen con los migrantes, con el objetivo de provocar violencia y de convertir el dolor en odio.
También en otras localidades españolas, como en Ceuta, Melilla o las Islas Canarias, se han difundido rumores alarmantes sobre la llegada masiva de inmigrantes, generando tensiones en las comunidades locales. Estos bulos suelen exagerar la criminalidad asociada a los inmigrantes, provocando reacciones hostiles, como ya he comentado en otro artículo sobre la oposición a la acogida de niños migrantes argumentando de que mayores podían matar y violar.
La “penúltima” en este sentido ha sido cuando en el debate presidencial en Estados Unidos, Donald Trump afirmó que los inmigrantes, especialmente aquellos que cruzan la frontera desde México, “se comen las mascotas”. Por no recordar ahora lo que supuso su puesta en duda de las anteriores elecciones y el llamamiento al asalto al Capitolio para la democracia e instituciones norteamericanas. Lo mismo que Bolsonaro y sus seguidores en Brasil.
Las alarmas constantes sobre un peligro que nunca llega pierden credibilidad y los ciudadanos pueden cuestionar la narrativa de estos líderes
Aunque para consecuencias actuales de este tipo de políticas cuentistas tenemos el ejemplo del referéndum del Brexit, una “milonga” que ha sumido al Reino Unido en una grave crisis económica y social, más los aumentos de los ataques racistas y xenófobos, impulsados por desinformación sobre los inmigrantes europeos y sus impactos en la sociedad británica.
Lo que estos políticos y seguidores no consideran es que el verdadero lobo son ellos mismos. Al invocar continuamente el miedo y la división, son quienes amenazan la democracia, los derechos civiles y el bienestar social. Utilizan tácticas de denigración y odio hacia todo aquello que es distinto para afianzarse en el poder. Al igual que Pedro, su grito constante de que “viene el lobo” no es más que una artimaña para ocultar que el verdadero peligro está en sus propias políticas represivas.
Otro cuento que refleja bien estas tácticas es Caperucita Roja. En esta historia, el lobo se disfraza de abuela para engañar a Caperucita y poder devorarla más fácilmente. De la misma forma, estas políticas extremistas y radicales se disfrazan institucionalmente, se presentan como la solución a los problemas sociales y económicos, prometiendo seguridad y estabilidad. Sin embargo, detrás de ese disfraz de “abuela protectora” se ocultan intenciones mucho más peligrosas: erosionar la democracia, restringir derechos y fomentar el odio y la desconfianza entre las personas.
Estas políticas son, en definitiva, “políticas cuentistas”, en los términos de la RAE antes aludidos. No solo porque se basan en una narrativa simplista y manipuladora, sino también porque su estrategia depende de que la sociedad se mantenga inmadura, como si fuese una niña confiada como Caperucita.
Además, no solo se pueden llamar a estas estrategias políticas cuentistas por su similitud con los relatos infantiles, sino también porque reflejan una mentalidad infantil. Al igual que los niños pequeños, estas ideologías se caracterizan por ser egocéntricas, miedosas y berrenchudas, más bien peleonas, incluso llegando a la violencia extrema. Promueven una visión del mundo centrada en el “yo”: la nación por encima de todo, el rechazo a lo diferente, la exaltación de lo propio como superior. Además, reaccionan con ira y resistencia cuando no obtienen lo que desean, al igual que un niño que tiene un berrinche cuando no consigue lo que quiere.
Pero, sobre todo, estas políticas basadas en el miedo y la exclusión son inmaduras en su forma de enfrentar los problemas sociales. En lugar de fomentar el diálogo y la cooperación, optan por el enfrentamiento y la división. Los líderes que las promueven no buscan construir una sociedad más justa y equitativa, sino que utilizan el miedo para mantener su poder, manipulando las emociones más básicas como el odio y la inseguridad.
Esperemos que, a medida que la gente tiene acceso a más información y puede comparar diferentes perspectivas, el miedo deje de ser tan efectivo. Las alarmas constantes sobre un peligro que nunca llega pierden credibilidad y los ciudadanos pueden cuestionar la narrativa de estos líderes.
¿Dónde está el lobo que tanto esgrimen? La respuesta es clara. Las amenazas que estos políticos y políticas presentan como inminentes no son reales, o al menos no en la magnitud que ellos indican. La inmigración no destruye la identidad nacional, las minorías no representan un peligro para la mayoría y las crisis económicas no son culpa de los más vulnerables.
El verdadero peligro es el lobo disfrazado, aquellos que se aprovechan del miedo para socavar los derechos y libertades que tanto nos ha costado conseguir.