Pedrito Tákatun
Nos encaminamos al advenimiento de una situación también agónica protagonizada por el Partido Socialista dizque Obrero y dizque Español, no sólo por causa de la desmedida ambición de su ya líder supremo, sino por la dejación por parte de toda la caterva de inexplicables adoradores de una figura entronizada siempre con méritos nunca alcanzados
Hay personajes solo merecedores de la posterioridad más inmediata; tal es el caso. Derivado de un programa televisivo de enorme éxito en aquella otrora única TVE, ese sí un fenómeno recordable, el “Un, Dos, Tres…”, entre la caterva de singularidades, una parada de monstruos momentáneos y en plató, destacaría con inusual éxito un personaje casi inclasificable enfundado en el contorsionado cuerpo de un argentino, como no, de sobrenombre Joe Rígoli, nacido Jorge Alberto Ripoli.
Yo, sigo
Poseedor de un humor agónico, repleto de retruécanos faciales y siempre con un característico gesto de dolorosa torsión bucal, se volvió especialmente famoso por una frase que se hizo sobreconocida en un momento en el que la viralidad se producía de boca a oreja, como la cercanía provocada por el crispamiento facial del propio Rigoli. En todos los programas del eterno concurso, su frase final era “Pero yo, sigo”. Curiosamente, a pesar de lo absurdo de su humor, la semana siguiente, pues que seguía. Creador del personaje de Felipito Tákatun, su contumacia en la continuidad lo hizo especialmente popular.
El inquilino, ahora ya realquilado, del Palacio de la Moncloa está aquejado de Rigolismo, lo que se manifiesta claramente, incluso, en las expresiones de su rostro, nunca mejor traído.
De la comedia, al drama
Pero, como todo en esta vida, ese todo mantiene desembocadura, ya lo dijo el poeta, aunque referido a los ríos. Mas triste que la ancianidad en sí, sobre todo si resulta desamparada, lo es una vejez arruinada. Rígoli, después de arrastrar su penuria en programas reivindicadores mediáticos del efecto catártico de la desgracia ajena, pasa sus últimos días a cargo de la beneficencia bonaerense. Compungido final de quien teniéndolo todo no supo administrar su fama, dilapidando su patrimonio.
Nos encaminamos al advenimiento de una situación también agónica protagonizada por el Partido Socialista dizque Obrero y dizque Español. No sólo por causa de la desmedida ambición de su ya líder supremo, sino por la dejación por parte de toda la caterva de inexplicables adoradores de una figura entronizada siempre con méritos nunca alcanzados; o simplemente, compuestos para la ocasión. Si a la necesidad se la tilda de virtud, al oportunismo lo podemos denominar como hábil finta y a la repentización para la duración, inteligente estrategia política.
El daño infligido a la sanidad democrática por estos años de regateos interesados, renombrados como olfato político, se puede definir con tres meras palabras: perder el tiempo. Ni se han resueltos nuestros no ya viejos sino antiguos problemas estructurales, ni tan siquiera se acabó ahondando en un mayor espíritu democrático, olvidando por una vez inútiles rencores anclados en rancias justificaciones decimonónicas que dieron como resultado una lucha fratricida, y una posterior época oscurantista con bigotillo ferrolano.
Nuestra memoria pasó de haber podido ser histórica, gracias al olvido reconciliador, a histérica, como histérica (no olvidando que el histerismo tiene su raíz semántica en hystera, cuyo significado en griego es útero) se evidencia la actual división en la legítima reivindicación de una obvia igualdad obligada para ese otro 50% de la Humanidad, que, sin esa mitad, no puede considerarse como tal. Un drama más provocado por una interesada polarización.
Suele decirse que en la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias. Pero, con una visión a un plazo mayor y más certera, lo que suele haber, con posterioridad, son implicaciones, para derivar en repercusiones y, después, en secuelas. Atreviéndonos a oficiar de futurólogos, lo ocurrido en Galicia en las últimas elecciones no es sólo una consecuencia, sino que implicará repercusiones que acabarán convirtiéndose en secuelas, afectando al partido en su implantación nacional durante mucho tiempo. Citando a Pablo Iglesias el joven, irritada coleta siempre en ristre, Tic Tac, Tic Tac.