La paradoja de la piña invertida del Mercadona
Estamos en un momento crítico. Si no recuperamos los valores que alguna vez dieron sentido a nuestras creaciones y a nuestras interacciones, podríamos estar abocándonos a una especie de extinción cultural
¡Ey Tecnófilos!
Vivimos en una era donde lo absurdo y lo superficial parecen haberse convertido en el nuevo estándar de la interacción social. El reciente fenómeno en Mercadona, donde personas colocan piñas boca abajo en sus carritos de compra para ligar, es un claro ejemplo de cómo nuestra cultura ha degenerado en una búsqueda desesperada de conexiones vacías. Este ritual, promovido por las redes sociales, ha convertido un simple acto cotidiano en un juego frívolo y carente de significado, que ilustra perfectamente la decadencia cultural en la que estamos inmersos.
Sin embargo, este no es el único comportamiento inquietante que ha surgido en estos espacios. Otro ejemplo surrealista que ha comenzado a ganar terreno es la extraña práctica de dejar ropa interior femenina, concretamente bragas, en los supermercados. Este acto, tan desconcertante como grotesco, se está utilizando como una especie de «marca de territorio» o señal de coquetería, siguiendo la misma lógica superficial y nihilista que la piña invertida.
Ambos fenómenos, aunque absurdos, son síntomas de un malestar más profundo. Reflejan una sociedad que, en su obsesión por lo inmediato y lo fácil, ha perdido de vista el verdadero valor de las conexiones humanas y el sentido de la ética. Estos comportamientos, lejos de ser simples anécdotas, son manifestaciones de una cultura que ha normalizado lo vulgar, lo efímero y lo trivial.
Esta tendencia no se limita a los pasillos de los supermercados. La misma cultura que celebra estos comportamientos es la que ha permitido que géneros musicales como el reguetón, caracterizados por su contenido vulgar y su falta de complejidad, dominen las listas de éxitos. Es la misma cultura que ha dejado de producir cine de calidad, optando en su lugar por obras que rara vez desafían nuestra percepción del mundo.
Estamos en un momento crítico. Si no recuperamos los valores que alguna vez dieron sentido a nuestras creaciones y a nuestras interacciones, podríamos estar abocándonos a una especie de extinción cultural. Afortunadamente, aún hay quienes luchan contra esta marea de nihilismo vulgar, buscando crear y promover contenido con significado y calidad. Pero necesitan apoyo y reconocimiento, para que lo efímero y lo superficial no sigan siendo los únicos protagonistas en nuestra sociedad.
La paradoja de la piña invertida y las bragas abandonadas en Mercadona no son más que síntomas de una enfermedad que amenaza con consumir nuestra cultura. Es momento de reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos ser y qué tipo de valores queremos promover.
¡Se me tecnologizan!