El ‘paracaidista empresarial’
Este sujeto, sin trayectoria empresarial ni currículo digno de mención, es experto en aparecer en los momentos y lugares adecuados para sus fechorías, siempre entrando por la puerta de atrás
¡Ey Tecnófilos! Hoy vamos a aprender algo de un personaje execrable y un cáncer para todas las organizaciones. No hablamos del visionario ni del emprendedor nato, sino de esa figura astuta y reptiliana conocida como el ‘paracaidista empresarial’. Este sujeto, sin trayectoria empresarial ni currículo digno de mención, es experto en aparecer en los momentos y lugares adecuados para sus fechorías, siempre entrando por la puerta de atrás.
En mi trayectoria de más de treinta años como empresario, me he topado con muchos paracaidistas. Podría llenar un par de folios con sus nombres, pero no lo voy a hacer por razones evidentes, aunque me gustaría mucho. Probablemente de familia con apellido rimbombante, seguramente con guion, conjunción copulativa y preposición – algo del estilo «Mucha-Cara y de las Grandes» –, viven de los logros de sus ancestros. No han construido nada por sí mismos, pero se presentan como los salvadores de empresas en declive, asociaciones moribundas y federaciones a la deriva. ¿La política? Ni mencionarlo; allí abundan como hongos después de la lluvia.
Estos personajes son todo fachada. Con una simple capa de barniz, parecen deslumbrantes, pero al rascar un poco, descubres que no hay absolutamente nada. Son charlatanes de manual, viviendo del postureo y de la imagen. Su coche alemán, aparcado en la puerta de casa, es comprado de segunda mano y rematriculado para que parezca nuevo. Visten ropa de marca y, sin embargo, su nevera está más vacía que una conferencia sobre ética en sus eventos. Son ignorantes de manual, practicando una ignorancia inconsciente. Tienen dos neuronas: una para el postureo, anclando una diatriba en su conocimiento superficial para que parezca que saben, y la otra neurona es para contener sus necesidades fisiológicas.
El modus operandi del ‘paracaidista empresarial’ es sencillo: se plantan en las organizaciones como si fueran el Mesías, pero su verdadera intención es vampirizarlas, parasitarlas y finalmente fagocitarlas. En cuanto huelen el peligro o la inminente ruina que ellos mismos han precipitado, son los primeros en saltar del barco, igual que las ratas. Con una habilidad camaleónica, desaparecen antes de que alguien pueda pedirles cuentas.
Con una simple capa de barniz, parecen deslumbrantes, pero al rascar un poco, descubres que no hay absolutamente nada.
En política, son los maestros del discurso vacío, llenando auditorios con promesas huecas y soluciones milagrosas que nunca llegan a concretarse. En el mundo empresarial, su legado es la devastación: empresas desmanteladas, empleados desmoralizados y accionistas engañados. Pero, al final del día, su traje sigue impecable y su sonrisa, intacta.
Lo más trágico es que, en muchas ocasiones, logran su cometido porque las organizaciones están desesperadas por un salvador, por alguien que traiga un soplo de aire fresco. Sin embargo, el paracaidista solo trae un vendaval de caos y destrucción. Y mientras las verdaderas mentes emprendedoras luchan por construir y aportar valor, estos oportunistas medran y se enriquecen con el esfuerzo ajeno.
Así que, estimados lectores, la próxima vez que os encontréis con uno de estos personajes, recordad este artículo. No os dejéis deslumbrar por su coche reluciente ni por su traje de marca. Escuchad con atención sus palabras y, sobre todo, observad sus acciones. Porque, como decía el sabio, “por sus frutos los conoceréis”. Y en el caso del paracaidista empresarial, los frutos suelen ser amargos.
Y si eres uno de estos paracaidistas, ni te me acerques.
¡Se me tecnologizan!