¡Os juro que jamás me dedicaré a la política!
España necesita urgentemente un cambio de chip, abandonar su cultura del asistencialismo, del presencialismo improductivo, y apostar por la productividad y el mérito
¡Ey Tecnófilos! No soy analista económico, economista ni tertuliano. No tengo carnet de ningún partido ni pretendo subirme al púlpito a dar lecciones desde un pedestal. Soy el hijo de un taxista que trabajó de noche en una España dura, donde la delincuencia era el pan de cada día y salir adelante requería más ingenio que recursos. Trabajé duro como mi padre durante más de cuatro años con un taxi para ahorrar lo suficiente para cumplir el sueño de tener mi propia empresa y así ser el dueño de mi futuro y propietario de mis sueños. Mis vivencias como niño me hicieron ser quien soy: un humilde actor en este teatro del emprendimiento y la tecnología, con la firme convicción de que tengo el papel protagonista en la obra de teatro de mi vida.
Esa herencia, de esfuerzo y responsabilidad, me enseñó que “uno tiene que encargarse de sí mismo” y no esperar que el Estado resuelva sus problemas. España necesita urgentemente un cambio de chip, abandonar su cultura del asistencialismo, del presencialismo improductivo, y apostar por la productividad y el mérito. Esto no es solo una opinión, es una llamada a la acción para construir un país donde “la tecnología sea la herramienta fundamental para hacer las empresas más competitivas” y los ciudadanos sean responsables, libres y protagonistas de su futuro.
Diagnóstico: un sistema agotado
Vivimos en una España atrapada en un bucle tóxico. La cultura de las subvenciones ha anestesiado nuestra capacidad para innovar y arriesgar. Los autónomos, héroes anónimos que sostienen el tejido económico del país, se ven aplastados por cuotas abusivas, impuestos desproporcionados y una burocracia kafkiana. Mientras tanto, los políticos prometen soluciones que nunca llegan, y el Estado sigue acumulando deuda, quemando recursos en sistemas que perpetúan la ineficiencia.
Es aquí donde quiero poner en valor a un personaje: Automan, el autónomo como superhombre. Como un auténtico superhéroe, Automan lucha contra todo: papeles interminables, cambios regulatorios constantes, cuotas que le arrancan el aire antes incluso de facturar un euro. Y a pesar de todo, este héroe no lleva capa, pero sí una fuerza descomunal para sacar adelante su negocio y, con ello, la economía del país.
Porque, no nos engañemos: los autónomos son el pilar fundamental de nuestra economía. Si ellos caen, caemos todos. Pero ¿qué estamos haciendo para protegerlos? Muy poco. Y aquí está el problema: protegemos con uñas y dientes a los trabajadores asalariados (como debe ser), pero nos olvidamos de los valientes que deciden emprender.
Revolución fiscal y administrativa: liberemos a Automan
Cero cuotas al comenzar: si queremos que florezcan nuevos proyectos, el primer paso es liberar a los autónomos primerizos de la asfixia inicial. Propongo que no paguen la Seguridad Social durante los dos primeros años. Es ridículo exigirles que contribuyan antes incluso de generar ingresos.
Que el IVA se queda en sus bolsillos: durante el primer año, los emprendedores deberían quedarse con el 100% del IVA recaudado. En el segundo año, podrían devolver el 50%. Esto no es regalar dinero, es permitirles reinvertir en su negocio cuando más lo necesite.
Simplificación extrema: acabar con la maraña burocrática y digitalizar al máximo todos los trámites. Una única ventanilla digital debe ser suficiente para emprender en este país.
Fiscalidad flexible: los negocios que no alcanzan un umbral razonable de facturación (por ejemplo, 50.000 euros anuales) deben estar exentos de impuestos sobre beneficios durante sus primeros tres años.
Abandonemos el presencialismo por la productividad
La obsesión española por calentar la silla es uno de los grandes frenos a nuestra competitividad. Empresas y trabajadores deben abrazar una cultura basada en resultados, no en horas cumplidas. La productividad no es una cuestión de tiempo, sino de calidad y eficiencia.
Necesitamos cambios estructurales en cómo trabajamos y cómo medimos el éxito. Modelos como la semana laboral de cuatro días, la flexibilidad horaria y el teletrabajo no deben verse como experimentos, sino como herramientas para maximizar el valor generado por cada hora de trabajo.
Apoyo integral a la maternidad: invertir en el futuro
Otro punto crítico es nuestra demografía. España necesita una revolución en cómo tratamos la maternidad. Propongo que el Estado asuma el 100% de los costes derivados del embarazo y la baja laboral de las mujeres, incluyendo la contratación de un sustituto si es necesario.
Esto debe extenderse a las autónomas, cubriendo sus cotizaciones durante el tiempo que estén fuera del mercado. Además, debemos implementar controles de cuidado infantil universales y fomentar modelos de conciliación laboral que permitan a las familias trabajar sin sacrificar su bienestar.
Sociedad subvencionada, sociedad silenciada
Las subvenciones generalizadas no son la solución. Como suelo decir, “la tecnología debe servir para que nunca nadie esté solo sobre todo cuando más lo necesita”, pero las ayudas deben estar dirigidas a quienes realmente lo necesitan y no convertirse en el opio del pueblo.
Es hora de construir una sociedad más liberal, donde cada uno asuma el protagonismo en su vida. El Estado debe centrarse en garantizar la sanidad y la educación de calidad, pero el resto de áreas deben someterse a las leyes del mercado libre y la competitividad. Solo así pondremos a cada uno en su sitio.
Europa y la oportunidad del cambio
Con la reciente victoria de Trump, Europa tiene una oportunidad única de cambiar de rumbo. El camino que llevamos no es sostenible: demasiada dependencia del Estado, poca flexibilidad económica y un proteccionismo que sofoca la innovación.
Si queremos sobrevivir en un mundo globalizado, necesitamos repensar modelo nuestro y apostar por una economía más dinámica, donde las leyes del mercado sean las que dictan el destino de las empresas.
Conclusión: cambiar para no desaparecer
España no necesita más parches, necesita una transformación radical. Liberemos a Automan, abandonemos el presencialismo, apoyemos de verdad a las familias y sometamos nuestra economía a las leyes de la competitividad.
La solución no está en más Estado, sino en menos. Debemos construir una sociedad donde cada uno sea responsable de su destino, una España más meritocrática y menos burocrática.
El futuro depende de nosotros. Y como siempre digo: ¡se me tecnologizan!