Nueva ola de inhumanidad (y IV)

La frustración, la indignación o las angustias existenciales que estamos provocando, como la del cambio climático, las guerras o las migraciones, son los motores de las formas extremas de responder social y políticamente

El presidente electo de Argentina, Javier Milei, sale al balcón de la Casa Rosada para saludar a simpatizantes

El presidente electo de Argentina, Javier Milei, sale al balcón de la Casa Rosada para saludar a simpatizantes. EFE/ Enrique García Medina

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Empezaba esta serie de artículos haciendo referencia a la estrategia de Milei para alcanzar la presidencia argentina, consistente en desdemonizar a este tipo de ideologías que, en cambio, se nutren a base de demonizar cualquier aspecto de la realidad social que no comulgue con ellos.

Como ahora en Gran Bretaña aprovechando la masacre de unos niños a manos de un joven, o en Italia y en las redes sociales acusando falsamente de transexual a una argelina en los juegos olímpicos porque era la rival de una púgil italiana, o en España con el asesinato del niño en Mocejón, más la común y perenne arma arrojadiza de utilizar la migración para todo.

Como dice el especialista James Clear, al respecto de los hábitos desfavorables o las malas costumbres, refiriéndose en concreto a la indignación, cuadro que pienso que encaja perfectamente en este tipo de ideologías:

Los disturbios, protestas, movimientos de masas rara vez son producto de un acontecimiento aislado. Al contrario, una serie de agresiones menores y afectaciones repetidas se multiplican lentamente hasta que un acontecimiento se convierte en la gota que derrama el vaso y la indignación se extiende como un incendio (James Clear; 2023: Hábitos atómicos. Pág. 34)

En cambio, si ya en el primer artículo señalaba la pésima situación a la que está llevando Milei a su país, resulta que desde aquella ha empeorado todavía más, con la inflación alcanzando las tasas más altas jamás habidas hasta ahora, experimentando también las empresas argentinas una de las mayores caídas a nivel mundial en la reciente crisis bursátil, con foco de atención en Japón;  mientras que siguen produciéndose asesinatos basados en el odio, como las ya aludidas cuatro mujeres quemadas, en este otro caso acuchillando a la mujer de un desaparecido durante la dictadura argentina (así tratan a la memoria histórica) y dejando amenazas de que ahora iban a por sus hijos.

Quizás estos sean los méritos, junto con los aludidos en el primer artículo (shock social, más desempleo, mayor carestía de la vida etc.), más los insultos al presidente del Gobierno de España, por los que la presidenta de la Comunidad de Madrid le ha puesto una medalla al presidente argentino. Mientras que sus “orgullosos” conciudadanos o compatriotas hacen que algún hostelero cierre temporalmente en plena época estival porque se comportan con prepotencia, mala educación y xenofobia. 

Haciendo análisis de todo ello, pienso que la explicación completamente válida y lúcida de lo que está ocurriendo ya la anticipó Santiago Alba Rico en 2010:

Pero al dejar la felicidad en manos del capitalismo hemos acabado por generar una situación social peligrosísima en la que la población (1) se cree con derecho individual a la felicidad, (2) está socialmente obligada a ser feliz y (3) es objetivamente despojada de las condiciones que le permitirían serlo. De esta combinación, como ya han adelantado algunos analistas, lo único que puede surgir en una Europa en crisis es alguna forma de fascismo (Santiago Alba Rico, “¿Dónde ocurren las cosas?”, publicado en Rebelión, 5 de enero de 2010. Puede consultarse en www.rebelion.org)

Esto es, hace casi década y media, este filósofo y escritor vislumbraba certeramente lo que ni las encuestas podrían alcanzar y en la misma dirección que Octavio Paz, descrita en el segundo artículo, que señalaba la crisis de los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad (muy a cuento ahora con las recientes Olimpiadas parisinas), así como la falta de solidaridad frente al «feroz liberalismo económico».

También el filósofo y escritor Juan Arnau describe este panorama desde una amplia perspectiva, tanto temporal como de análisis; llegando a la misma conclusión que, casual y precisamente, titula mi podcast nº 10 en Radiosapiens: “Sociedad vaciada” (o a la que ya apuntaba la neoliberal Margaret Thatcher cuando decía que la sociedad ya no existe, aunque guardándose que precisamente debido sobre todo a ese tipo de políticas y gobiernos).

El culto a lo cuantitativo tiene su reflejo en la sociedad moderna, consagrada como está a la depredación, a hacerse con todo el botín. Codicia de títulos en el deporte, de honores en el arte y las profesiones, de recursos en los Estados y los individuos. Aunque se trata de una inclinación tan antigua como el hombre, nunca había estado tan extendida ni había sido tan vitoreada. Una ceguera desmentida cotidianamente por el hecho mismo de la percepción y la actividad cognitiva. El síndrome de la acumulación, ya sea de bienes que no han de usarse o de conocimientos que no han de practicarse, es uno de los síntomas más lacerantes del mundo de hoy. Una enfermedad que hace mella en lo más valioso de la cultura mental, el ejercicio de la atención consciente, y cuyos efectos secundarios son la alienación y la soledad. Ya no importa cómo existir sino qué lograr, y la existencia misma, esa antigua fuente de goce y recreación, se vacía de contenido. ¿Es posible una mayor indigencia? (Juan Arnau; 2022: En la mente del mundo. Pág. 117)

Utilizando otras dos expresiones populares, “se puede decir más alto, pero no más claro” y “doctores tiene la iglesia”: la codicia, la ambición, el egoísmo, la envidia y el odio, tan vinculados al materialismo, característico del sistema económico actual y también de ciertas formas de pensar e ideologías, es lo que impulsa esta carrera sin fondo (y sin salida) que supone el “tener” o el “aparecer” (por ejemplo en las redes sociales) frente al “ser”.

La frustración, la indignación o las angustias existenciales que estamos provocando, como la del cambio climático, las guerras o las migraciones, son los motores de estas formas extremas de responder social y políticamente. Algo que, como ya he apuntado, parece del género tonto, ya que se opta por las peores opciones, incluyendo sorprendentemente en este comportamiento a los más jóvenes.

Así como desde diversas ramas de la ciencia se habla de nuevas olas de todo tipo, desde climáticas, tecnológicas, generacionales, etc., como analista social, muy a mi pesar, pienso que podemos estar también ante una nueva ola de inhumanidad, máxime teniendo en cuenta lo que apunta una parte de la juventud. Esto es, en la peor dirección existencial que podemos tomar y en sintonía a la que estamos llevando también con respecto al resto del planeta, todo ello impulsado por el denominado y dominante “capitalismo salvaje” y el rechazo al y a lo diferente.

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