‘Neo cantinflear’
Es época de excesos, de sudores varios y de manifestaciones acaloradas, expresadas con poco sosiego, pero el ministro Puente es ajeno a las estaciones; hasta tiene polémica propia con un programa de televisión que ha hecho bandera de las amenazas del ministro
Últimas manifestaciones excretadas por el pizpireto ministro Puente, el de las cosas de rodar: “Solo me ha faltado oír que con Franco los trenes iban mejor”. Los jóvenes de menos de 30 años, en masa, se preguntan perplejos, mientras esperan en el andén, qué quién es Franco, y especulan sobre si será algún maquinista ya jubilado, dada la escasez. Pues es imposible que se viviera mejor cuando ese señor, porque el tren, RENFE en concreto, hoy “vive el mejor momento de su historia”; a ver si nos aclaramos, ministro. A este curioso modo de argumentar, aderezado con el nuevo estilo idiomático basado en la interjección y un verbo incisivo como faca bandolera, bien expresado con un “pero, ¡de qué estás hablando, atontao! ¡Que no te enteras!”, se le da, ahora, el ajustado nombre de ‘neo cantinflear’. Cosas de la postmodernidad.
Mario Moreno en verano
El verano tiene fácil rima, acompasada con el número cinco. Es época de excesos, de sudores varios y de manifestaciones acaloradas, expresadas con poco sosiego. Pero el ministro Puente es ajeno a las estaciones. Hasta tiene polémica propia con un programa de televisión que ha hecho bandera de las amenazas del ministro. ¡Hay si Cantinflas levantara la cabeza…!
Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, Cantinflas, es una gloria mexicana de las más queridas. Su personaje del “peladito” se convirtió en un icono identitario de los humildes y los desprotegidos, no sólo de su México natal, donde se le consideraba a la altura de los grandes, muy grandes, como Chaplin. Sus modismos idiomáticos triunfaron y se extendieron tanto, que se acabó consolidando como gama léxica con una denominación propia: cantinflear.
Cantinflear ministerial
Según el Diccionario de la Real Academia el verbo cantinflear, que da origen a muchos sustantivos y adjetivos relacionados, consiste en “hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia”; en el caso del neo cantinflismo, añadiendo un tono despectivo, haciéndose pasar por ingenioso, y con un claro afán de acallar contundentemente.
Del acervo de expresiones cantinfleras, elegimos algunas perlas que bridamos al ministro de Transportes y Movilidad Sostenible para cuando siga ejerciendo de eficaz portavoz “in pectore” del gobierno; eso sí, con mucho pectore:
- “No es lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”, muy útil para explicar la inexplicable situación de la estación de Chamartín en Madrid.
- “Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos”, como las intervenciones cantinfleras, ya esperables, con las que nos agasaja.
- “¿Cómo dice que me dijo que dijo?”, cada vez que le preguntan sobre la continuidad del gobierno progresista y de su argallante, el presidente del gobierno.
- “Si se necesita un sacrificio… renuncio a mi parte y agarro la suya”, para responder a las imputaciones a Koldo y al socialfenecido Ábalos.
- “Lo difícil lo hago de inmediato, lo imposible me tardo un poquito más”, sobre la resolución de los muchos problemas que atenazan a RENFE, pero, sobre todo, a sus sufridos usuarios.
Pensar, duele
Pero hemos de ser benévolos porque ser un creador neo canfinflero tiene su trabajo, cuesta ser ocurrente cada vez que ves un micro al que lanzarte. Y por fin la ciencia da la razón a madres y a enseñantes, casi una redundancia. Pensar, duele.
Tres científicos americanos, L. David, E. Vassena y E. Bijleveld publican, recientemente, en el Boletín de Psicología de la Asociación Americana de Psicología, un descubrimiento de una importancia trascendental: que el esfuerzo mental puede resultar desagradable e, incluso, doloroso; que pensar con intensidad, como tarea cognitiva, supone un padecimiento. Pues vaya, vaya…
Recomendamos al ministro de transportes que, para tener una comunicación actualizada y acompasada con los tiempos, y que ello no le genere más dolores de cabeza derivados de seguir ideando ocurrencias y exabruptos para nuestro regocijo, que resucite como portavoz a un revisor de billetes de andén. Hace décadas que desaparecieron.