Los ODS no engañan
Hemos estado demasiado acostumbrados a medir económicamente todo, pero estamos comprobando que la adoración al becerro de oro resulta parafernalia si nos cargamos el entorno en el que vivimos
Hemos estado demasiado acostumbrados a medir económicamente todo, desde países a clases sociales, hasta la competitividad, el emprendimiento o la innovación. Así, por ejemplo, el ideal de crecimiento sigue siendo referido al Producto Interior Bruto, a la actividad empresarial o industrial, a los resultados medidos casi exclusivamente en beneficios o al valor de las personas sobre todo por lo que ganan o lo que poseen.
Está claro que, ya desde los tiempos bíblicos de adoración al llamado becerro de oro, nuestra atención ha estado centrada (casi que cegada) en el dorado materialismo. Pero estamos comprobando, como se suele decir en carne propia, que toda eso resulta parafernalia o fuegos de artificio si nos cargamos el entorno en que vivimos. Sin él no hay nada que los humanos podamos hacer y de nada valen todos los oropeles que estimemos; sin el medio adecuado no tendríamos tan siquiera vida.
Por eso debemos acostumbrarnos y crear una cultura que mire más integralmente nuestro desarrollo, sabiendo fehacientemente que debe ser sostenible, tanto por prescripción para paliar los problemas y situaciones actuales, como para que las próximas generaciones no estén existencialmente hipotecadas ni condenadas de antemano.
En esta labor y sentido destaca la apuesta decidida de Economía Digital Galicia que, con la segunda edición del Atlas Urbano de la Sostenibilidad en Galicia, hace evidente y divulga una forma más apropiada de observar la situación, de entender nuestra actividad y de informar válidamente sobre ello.
[Puede descargar el Atlas aquí]
A no ser que sigamos pensando que nuestro destino está en el progreso de unos cuantos o de unos pocos, si no nos autoengañamos o no nos dejamos llevar por intereses espurios, hipérboles, conspiraciones o cancelaciones, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcan un buen camino para todos, algo que ya de por sí es más que deseable y debería suscitar el acuerdo y no recibir ataques o descalificaciones. Una cuestión es que, como todo, los ODS puedan ser mejorables, pero lo que es indudable es que suponen una propuesta o ruta existencial que es mejor que el modelo hasta ahora vigente de desarrollo, el cual, claramente, nos está llevando a una situación límite y sin futuro.
Otra prueba (modesta) de todo ello es la información que se recoge en la presente edición del Atlas. Lejos de medir y tener referencias sobre las ciudades gallegas analizándolas preferentemente en base a su población, actividad económica, territorio y otros criterios con los que aún seguimos comparando y conceptualizando entidades y situaciones; en el caso de los ODS, su metodología y la llevada a cabo aquí, muestran muchos más aspectos y permiten tener una idea más realista de cómo está el ámbito urbano en Galicia.
Es más, haciendo uso del famoso eslogan publicitario, aquello de que «el algodón no engaña» se puede aplicar perfectamente al Atlas, ya que los ODS también demuestran su efectividad para indicar cómo están nuestras ciudades y su desarrollo en el marco más que deseable de la sostenibilidad, ya que si no se «sostienen» vamos mal.
Un cambio de perspectiva
Si nos atenemos a los planteamientos anteriores, por ejemplo, se da por hecho que las ciudades importantes son aquellas con más población y actividad económica, como es el caso en Galicia de Vigo y A Coruña. De hecho, ambas suelen marcar los polos de la escala referencial territorial o de la comunidad, mientras que las demás urbes gallegas se sitúan en posiciones intermedias (quizás con la excepción de la capitalidad y entidad universitaria de Santiago). En cambio, como se puede comprobar en la información aquí recogida, según los ODS, esta «realidad» se transforma en otra, la cual parece más justa y precisa.
Si no, ¿cómo se explica que, en base a los ODS y a la metodología aquí aplicada, el ranking de sostenibilidad de las ciudades gallegas esté encabezado por Pontevedra y Santiago? ¿Se trata de un error o de una equivocación? ¿Estamos mezclando «churras con merinas» o «peras con manzanas»? Ni mucho menos.
No solo se trata de información válida y contrastada, sino que responde mejor a la realidad de la situación y del desarrollo que vienen experimentando las ciudades gallegas. ¿O acaso es casualidad que sea Pontevedra la que lidere los ODS en Galicia, cuando ha sido mundialmente premiada y reconocida por su profunda transformación urbana?
Según los esquemas mentales y colectivos precedentes, ese reconocimiento a la ciudad pontevedresa nos parecería algo pintoresco, más bien bucólico. Pero los ODS no engañan y ahí está, de primera también en Galicia. Destacando especialmente en áreas como la calidad del agua, la acción climática y la protección de los ecosistemas terrestres. Un mérito y un logro que estos indicadores han recogido y que suponen una clara y una buena lección del camino a seguir (para eso sirven, también y etimológicamente, los Atlas), de lo que se puede y debe hacer en nuestras ciudades, para que se desarrollen conveniente y sosteniblemente.
Por otro lado, si no nos fijamos tanto en la capitalidad administrativa, universitaria y turística de Galicia, tampoco Santiago figuraría como ciudad de referencia en base a los estándares acostumbrados. En cambio, en este Atlas se comprueba también que, además o aprovechando esas capitalidades, en Compostela han aplicado criterios de desarrollo sostenible y, así, figura segunda en el ranking, muy igualada con la ciudad del Lérez. Precisamente, sobresaliendo en educación, energía y reciclaje.
Es decir, dos urbes gallegas no esencialmente costeras, ni tampoco las más empresariales o industriales, sin elevadas poblaciones, están en cambio mejor que otras en cuanto a indicadores de cooperación, educación, calidad del agua, gestión ambiental o capacidad de autogobierno para la toma de decisiones y para la implementación de políticas eficaces a nivel local.
Tampoco los ODS engañan al situar a Ferrol como «farolillo» de las urbes gallegas. Y eso a pesar de estar en el Eje Atlántico y caracterizarse por su industria naval. Pero tanto las crisis de este sector, como su monolítica y no diversificada determinación de base militar, o los continuos cambios en los gobiernos municipales, suponen otros resultados que no recogen los indicadores convencionales. En cambio, en base a este Atlas, Ferrol muestra desafíos significativos en desigualdad, educación y transparencia.
Incluso las estereotipadas ciudades gallegas de interior, como son Lugo y Ourense, generalmente consideradas socioeconómicamente más atrasadas o apartadas, se sitúan junto a Vigo en cuanto a desarrollo sostenible. Lugo destaca en agricultura ecológica y ayuda alimentaria, pero enfrenta retos importantes en pobreza, salud y educación. Ourense, por su parte, tiene fortalezas en igualdad de género y calidad del agua, pero debe mejorar en áreas como salud pública, sostenibilidad ambiental y transparencia.
Con unos perfiles urbanos más contrastados, Vigo, la ciudad más poblada, lidera en algunos ODS como pobreza y acción climática, pero tiene problemas en áreas como igualdad de género y reciclaje. Mientras que A Coruña también destaca en la lucha contra la pobreza y el acceso al agua, pero tiene deficiencias en igualdad de género y sostenibilidad ambiental.
Siete ciudades diversas y complementarias
Teniendo en cuenta la diferente metodología aplicada en la primera y en esta segunda edición del Atlas Urbano de la Sostenibilidad en Galicia (signo de la diversidad y la innovación que caracterizan al mismo), se puede comprobar de nuevo cómo ambas entregas coinciden en determinados aspectos en cuanto al desarrollo sostenible de las ciudades gallegas. Así, vuelven a repetirse las buenas prácticas y comportamientos en materia de reciclaje en Santiago de Compostela. También los de movilidad en Ferrol o A Coruña. O los de mayor contaminación en las grandes urbes, mientras que Lugo y Ourense sobresalen en cuanto a zonas naturales.
También se constata alguna aparente contradicción entre las dos ediciones, como puede parecer en el primer Atlas al referimos a la limpieza del aire o acústica en ciudades como Lugo y, en cambio, en este segundo destacar su baja inversión en protección contra la contaminación lumínica, atmosférica y acústica. Esta realidad, lejos de mostrar perspectivas contradictorias, viene a corroborar ambos informes y metodologías, ya que una cosa son los indicadores de contaminación, bajos en este caso, y otra la inversión en esa área baja también. Posible o precisamente por ello, al no suponer un problema o algo perentorio que atajar, resulta comprensible (aunque no recomendable) que estos ámbitos tampoco reciban una atención en las partidas presupuestarias.
Pero, sobre todo, en ambas ediciones del Atlas Urbano de la Sostenibilidad en Galicia se llega a la misma conclusión: una realidad heterogénea entre las ciudades gallegas, con avances y retos particulares en cada una de ellas. Ninguna ciudad destaca de forma excesiva por encima del resto, lo que sugiere que todas tienen oportunidades de aprendizaje y mejora al observar los logros de sus homólogas. Esto es, que todos los municipios analizados pueden servir de inspiración y de aprendizaje, que ninguna urbe gallega destaca de forma especial (tampoco en economía, empleo, talento o desarrollo industrial) y que, más bien, tenemos siete ciudades relativamente diversas entre sí, pero que pueden complementarse entre ellas y crecer desde sus especificidades y potencialidades, precisamente a través o teniendo como referencia lo alcanzado en cada uno de los 17 ODS determinados, a nivel global, desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En resumen, este Atlas revela que las siete ciudades gallegas presentan situaciones diversas en cuanto al cumplimiento de los ODS, con fortalezas y debilidades particulares en cada una de ellas. Lo que sugiere la necesidad de políticas y estrategias adaptadas a las realidades locales, así como de una mayor colaboración intermunicipal para compartir conocimientos y mejores prácticas. Para ello, contamos con información como la recogida en el Atlas, que proporciona una valiosa hoja de ruta para que las ciudades gallegas avancen hacia un desarrollo más sostenible e integral.
*Artículo recogido en la segunda edición del Atlas Urbano de la Sostenibilidad en Galicia, un trabajo que estuvo coordinado por el autor.