Galicia, sitio distinto
Parece que nos encontremos más cómodos en una Galicia todavía presa del (único) libro reseñable del padre del independentismo en formato zapatazo y berrinche continuo, “O atraso económico de Galicia”
Antón Reixa va a tener razón, hay una Galicia caníbal. Publicados el pasado octubre los datos referentes al año 2023 por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre la percepción de la Calidad de Vida a través de su indicador Multidimensional (IMCV), estos arrojan una conclusión clara: en Galicia, non “fai un sol de carrallo”.
Considerada una de las 200 mejores canciones del pop español e himno de la movida viguesa, el tema es una radiografía perfecta de la actual situación social gallega. En resumen, “con iso da movida, haiche moito ye-yé que de noite e de día usa jafas de sol”. Y con las gafas de sol, sobre todo en la noche, pues que no se ve del todo bien.
Galicia embutida
Somos como somos, eso es así; o bueno, depende. El IMCV es uno de esos datos que completa el PIB, va de siglas, y le da un toque humano. Mide la percepción sobre la calidad de vida en nueve dimensiones. Tales son: condiciones de vida, trabajo, salud, educación, ocio y relaciones sociales, seguridad física y personal, gobernanza y derechos básicos, entorno y medio ambiente y, finalmente, el compendio experiencia general de vida.
Por facer o conto corto: en seis de ellos, estamos por debajo de la media nacional, lo que hace que nos situemos, en el ranking autonómico de contentados, a la cola de la satisfacción, a pesar “da matanza do porco e da donación de riles, un ril a merenda e outro ril á cea”, como sostienen Os Resentidos en su tonada.
El ensimismamiento gallego no resulta nada, pero nada, indudablemente, resolutivo. Pareciera que Galicia sea un sitio para volver, no para permanecer
De las seis que nos hacen “torcer o morro”, dos resultan especialmente relevantes, Gobernanza y derechos básicos y Experiencia General de Vida, donde las diferencias con la sonrisa nacional son más evidentes, con disconformidades de 6 puntos en la primera y de 15 por la segunda. Nos hemos convertido en la comunidad nacional más amolada; y lo que es peor, en la comparativa con otros años y desde el 2008, vamos a peor. Algo pasa en la idílica Jakobsland que no solucionan ni el cocido ni la muiñeira. Y mucho menos, la lluvia.
O magosto para agosto
La insatisfacción, como estrategia de supervivencia, forma parte del dependentismo gallego. No hay nada más inquietante que la duda. Sabemos, de buena tinta, que Descartes tuvo un ama de cría gallega y que la demostración más rotunda de la galleguidad de Colón es que partió sin saber muy bien a lo qué iba, como un emigrante más. Nuestro nuevo texto fundacional, obra coral de factura resentida, lo enuncia con claridad: “A berra e un conxunto de berros dun porco cando o van a matar”. El ensimismamiento gallego no resulta nada, pero nada, indudablemente, resolutivo. Pareciera que Galicia sea un sitio para volver, no para permanecer. Somos una tierra de retornos, cuando ya dejamos el equipaje en otros sitios, pero volviendo con la misma maleta, en ocasiones, vacía.
Con el objetivo claro de preservar, nos seguimos empeñando en reivindicar el pasado para mejor afrontar el futuro. Creamos oficinas de supervisión para supervisar lo supervisado, intervenimos mercados para regular lo que ya está más que regulado y anunciamos incrementos de personal en lo público para dar servicios no solicitados a lo privado; algo no estamos haciendo bien cuando desde el Gobierno autonómico se opta por políticas de corte estatalista sin ser un estado.
Filloas de sangue
Mientras tanto, seguimos exportando series sobre hábiles gestores de la fariña, sin ser panaderos, retando al viento, solo para convertir a los pinos en rumorosos, y despreciando la producción industrial como modernos luditas, reivindicando un agrarismo decimonónico en plena revolución tecnológica. Parece que nos encontremos más cómodos en una Galicia todavía presa del (único) libro reseñable del padre del independentismo en formato zapatazo y berrinche continuo, “O atraso económico de Galicia”, cuya edición de 1972 reza, es un decir, “A magnitude do atraso galego esixe tratamentos máis radicáis, remedios que afonden no sustrato dos fenómenos manifestos, que operen sobor desas chaves da nosa patoloxía socioeconómica que é certamente paradigmática”. Pues sea.
En conclusión, hay que actualizarse, hacerse viral y no sucumbir a la reflexión de menos de tres, repasando para ello las joyas a modo de romances de ciegos en la discografía de Os Resentidos para conseguir entendernos hoy y a futuro, en particular, tarareando “Pensionismo ou barbarie”, “Sector naval” o “A-esfinter”, tres joyas cantadas de su álbum de 1986 “Fai un sol de carallo”.