Galicia ‘al desnudo’

Esta comunidad es una tierra de resiliencia, donde a pesar de los desafíos, hemos mantenido una identidad fuerte y una rica cultura

Turistas en la Torre de Hércules / Turismo Coruña

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¡Ey Tecnófilos! ¡Venga! Hablemos en serio. Tonterías la justas. Abrámonos a una descripción de una descarnada realidad. Si no tienes espíritu autocrítico es mejor que no sigas leyendo. ¿Entonces qué? ¿Nos desnudamos?

Galicia, tierra de misterios y paradojas, nos ofrece un interesante espejo en el cual mirarnos y reflexionar sobre nuestras virtudes y, por supuesto, nuestros defectos. Como cualquier sociedad, la nuestra está llena de costumbres, mentalidades y patrones de comportamiento que, aunque nos han definido y dado identidad, también nos han limitado en ciertos aspectos.

Empecemos por lo que podríamos llamar el «síndrome del minifundio». Esta tendencia a fragmentar no solo la tierra, sino también nuestras metas y esfuerzos, ha llevado a una visión a corto plazo y una falta de cooperación que impide el desarrollo integral de la comunidad. Cuando cada cual mira solo por su pequeño terreno, el progreso colectivo se ralentiza. Esta mentalidad del «divide y perderás» nos ha costado caro, tanto en términos económicos como sociales.

La resistencia al cambio es otra característica que se ha arraigado profundamente en la cultura gallega. El famoso «si quieres los mismos resultados, haz siempre lo mismo» refleja una comodidad con la rutina que puede ser peligrosa en un mundo que avanza a ritmo acelerado. Nos aferramos a la nostalgia del pasado, creyendo que «cualquier tiempo pasado fue anterior y mejor», lo que nos hace perder oportunidades de innovación y adaptación.

La competitividad malsana también ha dejado su huella. El dicho «el bien de tu vecino es un mal para ti» resuena en muchos rincones de nuestra sociedad, fomentando la envidia y el recelo en lugar de la cooperación y el crecimiento conjunto. En esta misma línea, el «no porque no» refleja una actitud cerrada y testaruda que a menudo impide el diálogo constructivo y la apertura a nuevas ideas.

El verdadero progreso viene de la capacidad de hacer un balance honesto de nuestras debilidades y fortalezas

El clientelismo y la endogamia institucional también han jugado su papel. Estas prácticas, aunque vistas por algunos como necesarias para mantener el equilibrio, han perpetuado un sistema de favores y dependencias que, a largo plazo, erosiona la meritocracia y frena el desarrollo de un talento genuino. Y aunque la sociedad subvencionada ha ofrecido un respiro a muchos, es importante recordar que depender demasiado de estas ayudas puede silenciar la capacidad de innovar y luchar por un cambio real.

Sin embargo, en este acto de contrición, no podemos olvidarnos de nuestras fortalezas. Galicia es una tierra de resiliencia, donde a pesar de los desafíos, hemos mantenido una identidad fuerte y una rica cultura. Nuestra gastronomía, por ejemplo, es un claro reflejo de nuestra capacidad de transformar lo simple en sublime: «para comer bien y punto». Además, la humildad realista de saber que «no somos ni más tontos ni más listos que los demás» nos da una base sólida para aprender y mejorar constantemente.

Es crucial reconocer que el mantenimiento de un perfil bajo, aunque a veces visto como una debilidad, puede ser una estrategia de supervivencia en un mundo cada vez más ruidoso. Esta discreción nos permite avanzar sin atraer conflictos innecesarios, aunque también debemos estar atentos a no caer en la invisibilidad.

El verdadero progreso viene de la capacidad de hacer un balance honesto de nuestras debilidades y fortalezas. Galicia tiene mucho potencial y, al reconocer nuestros errores y trabajar juntos para superarlos, podemos construir un futuro más próspero y equitativo. Aprender de nuestros fallos nos permite innovar, y con ello, transformar nuestro presente y futuro.

Galicia, con su rica historia y cultura, está en una encrucijada. Al enfrentar nuestras debilidades y valorizar nuestras fortalezas, tenemos la oportunidad de reinventarnos y seguir adelante. No se trata solo de adaptarse, sino de liderar con el ejemplo, demostrando que el reconocimiento de nuestros errores es el primer paso hacia un futuro más brillante y prometedor. ¡Se me tecnologizan!

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