Europa: ¿gigante hedonista, enano estratégico?

En un mundo cada vez más incierto y multipolar, hemos delegado nuestra seguridad, nuestra energía y nuestra economía en manos ajenas, convirtiéndonos en espectadores de nuestro propio declive

Vladimir Putin

Vladimir Putin. EFE

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¡Hola tecnófilos! Europa, ese viejo continente que tanto ha aportado a la historia y la cultura, parece haberse alojado peligrosamente en su propia comodidad. En un mundo cada vez más incierto y multipolar, hemos delegado nuestra seguridad, nuestra energía y nuestra economía en manos ajenas, convirtiéndonos en espectadores de nuestro propio declive. Mientras presumimos de ideales y bienestar, nos enfrentamos a un panorama sombrío donde la dependencia y la falta de visión estratégica nos exponen como nunca antes.

La cesión de nuestra soberanía

En seguridad, hemos decidido confiar ciegamente en los Estados Unidos y la OTAN. Este modelo, que funcionó durante la Guerra Fría, ahora pende de un hilo. Ya lo vimos con Trump, quien cuestionó abiertamente el compromiso norteamericano con Europa, y aunque Biden haya intentado calmar los ánimos, la realidad es que Washington tiene sus prioridades en Asia, no en un continente que se muestra incapaz de defenderse por sí mismo.

Mientras tanto, Rusia, siempre agresiva y estratégicamente astuta, ha demostrado que no dudará en usar la fuerza para conseguir lo que quiere. Desde la anexión de Crimea hasta la guerra en Ucrania, Moscú juega sus cartas mientras Europa sigue dormida, confiando en que alguien más hará el trabajo sucio.

Energía: un problema inflamable

Luego está el tema energético, donde Europa ha sido ingenua, por decirlo suavemente. Hemos cerrado centrales nucleares y reducido nuestra capacidad de producción convencional, apostando por fuentes renovables sin garantizar una transición ordenada. El resultado ha sido una dependencia brutal de Rusia, que utiliza el gas como arma política, y del sur, donde Argelia, nuestro principal proveedor de gas tras la crisis rusa, no es precisamente un dechado de libertades ni estabilidad. Con sus tensiones internas, conflictos regionales y un autoritarismo creciente, Argelia no parece un socio confiable para garantizar nuestra seguridad energética a largo plazo.

Si a esto le sumamos un Mediterráneo desestabilizado y un norte de África plagado de incertidumbre, el panorama no puede ser más preocupante.

Economía: de líderes a clientes

Europa representa el 20% del comercio mundial, un dato que debería ser motivo de orgullo. Sin embargo, lo que debería ser una posición de fuerza se está convirtiendo en una debilidad. Nuestra industria está cada vez más subordinada a China, que ha sabido aprovechar nuestra dependencia tecnológica y fabricante. Europa, que antaño lideraba en innovación y producción, ahora importa desde medicamentos hasta teléfonos inteligentes, mientras Beijing compra puertos, empresas estratégicas y tecnologías europeas sin apenas oposición.

Es hora de despertar, de priorizar nuestras fortalezas, de recuperar nuestra soberanía energética, económica y militar

Y aquí estamos, confiando en un régimen autoritario que no solo usa el comercio como arma geopolítica, sino que tiene ambiciones globales que chocan directamente con nuestros valores democráticos.

Un modelo insostenible

Europa tiene apenas el 6% de la población mundial y el 20% del PIB global, pero ostenta el 50% del gasto social mundial. Este dato, más allá de ser insostenible, revela una mentalidad acomodaticia. Preferimos gastar en bienestar inmediato mientras otros invierten en innovación, defensa y tecnología. Esto nos convierte en un continente dependiente y cada vez menos competitivo.

El resultado es claro: hemos priorizado el hedonismo y el corto plazo, mientras el resto del mundo avanza. Nos hemos convertido en un toro seboso, pasando tranquilamente mientras las amenazas se acumulan a nuestro alrededor.

El camino a seguir

Europa está rodeada de desafíos: Rusia al este, un Mediterráneo inestable al sur y, al otro lado del Atlántico, un aliado estadounidense cada vez menos dispuesto a cargar con nuestra seguridad. Si no actuamos pronto, el continente que lideró el mundo se convertirá en una nota a pie de página de la historia.

Es hora de despertar, de priorizar nuestras fortalezas, de recuperar nuestra soberanía energética, económica y militar. No hacerlo es resignarnos a un destino de irrelevancia. La pregunta ya no es si debemos cambiar, sino si somos capaces de hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

¡Se me tecnologizan!

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