Europa, entre ser yunque o ser martillo

Mientras China domina la industria, Rusia controla la energía y EE.UU. ostenta la seguridad global, Europa observa, dubitativa, atrapada en su propia burocracia y en un discurso moralista que no la protege de nada

una martillo con la bandera de China, otro con la de EEUU y un yunke con la bandera de la UE

¡Ey Tecnófilos! Europa está en una encrucijada histórica. Los acontecimientos recientes en la Casa Blanca, con un Donald Trump desafiante y despreciativo hacia Europa, son solo la confirmación de una realidad que lleva gestándose décadas: el Viejo Continente ha perdido su posición de liderazgo global y se ha convertido en una pieza secundaria en el tablero geopolítico. Mientras China domina la industria, Rusia controla la energía y EE.UU. ostenta la seguridad global, Europa observa, dubitativa, atrapada en su propia burocracia y en un discurso moralista que no la protege de nada.

Durante más de un siglo, Europa fue el epicentro de la civilización occidental, la cuna del pensamiento, la ciencia y la industria. Hoy, en cambio, ha optado por el papel de espectador, cómodo en su letargo. Pero el mundo no espera, y si Europa no reacciona, quedará relegada a ser un simple museo de su propia gloria pasada.

Una humillación pública y un aviso

El trato que Donald Trump le brindó a Volodímir Zelensky en la Casa Blanca fue vergonzoso. No solo mostró desprecio por el líder de una nación que está en guerra, sino que lo hizo con una actitud ruin y humillante, propia de un matón de discoteca. No fue solo una falta de respeto a Ucrania, sino a toda Europa. Fue una advertencia clara: Europa no puede seguir dependiendo de Estados Unidos para su seguridad. Si algo quedó claro en esa escena bochornosa es que la OTAN tal y como está concebida no protege nuestros intereses, sino los de Washington.

Europa: mucho gasto, poca acción

Los números no mienten: Europa tiene solo el 6% de la población mundial, aporta un 17% del PIB global, pero gasta más del 50% del total mundial en políticas sociales. Esto es absolutamente insostenible si no se da un paso enorme adelante en términos de productividad, innovación y competitividad. No se puede sostener un Estado del bienestar mastodóntico sin una economía robusta que lo respalde.

Europa se ha convertido en la Europa del cloroformo, anestesiada por su propio modelo de confort y subsidios, creyendo que el mundo seguirá girando a su alrededor por inercia. Pero la realidad es otra: Europa está desaparecida como actor importante en el contexto mundial. Mientras EE.UU., China e India disputan el liderazgo global, Europa sigue sumida en debates internos y regulaciones que solo frenan su desarrollo.

El mensaje es claro: hay que sacarse la anestesia.

El fin de un ciclo y el inicio de otro

El mundo ha cambiado. La globalización, que antaño se vendió como una oportunidad, ha sido utilizada con astucia por potencias como China para absorber el músculo industrial europeo. El resultado es que hoy Europa apenas produce tecnología clave: los microchips, la inteligencia artificial y la computación cuántica están en manos de otros. Su industria, antaño vibrante, ha sido desmantelada o deslocalizada. Sus reservas energéticas dependen de Rusia o de la voluntad de otros. Su defensa está en manos de EE.UU.

Pero la historia ofrece siempre una segunda oportunidad. Europa aún tiene un margen de maniobra, pero debe tomar decisiones valientes y abandonar el letargo. En este punto, la cuestión fundamental es clara: ¿Queremos ser yunque o queremos ser martillo?

Europa necesita músculo: industria, energía, tecnología y defensa

Para recuperar su posición en el mundo, Europa necesita hacer músculo. No con declaraciones ni regulaciones absurdas, sino con acciones contundentes.

  • Recuperar la industria: Europa tiene el talento, las universidades y la capacidad técnica para producir sus propios bienes de alto valor añadido. No puede seguir dependiendo de China para fabricar desde microchips hasta medicamentos esenciales. Es hora de traer de vuelta la manufactura avanzada y apostar por la robótica, la automatización y la inteligencia artificial.
  • Soberanía energética: la dependencia del gas ruso ha demostrado ser una debilidad estratégica. Europa necesita una política energética audaz basada en centrales nucleares de última generación, en energías renovables eficientes y en la explotación de sus propios recursos. Es impensable que el continente ignore su propio subsuelo mientras sigue importando recursos de otros.
  • Computación cuántica e inteligencia artificial: aquí aún hay una oportunidad. Europa tiene un ecosistema académico y empresarial capaz de liderar la carrera cuántica y la IA. Pero necesita inversión, estrategia y valentía. La burocracia y la regulación excesiva son su principal enemigo.
  • Alianzas estratégicas: si Europa quiere jugar en las grandes ligas, necesita socios fuertes. EE.UU. sigue siendo un aliado natural, pero no puede ser el único. Se deben forjar alianzas tecnológicas y económicas con India, países africanos emergentes y América Latina, buscando un contrapeso real a la influencia china y estadounidense.
  • Movilidad eléctrica y autosuficiencia energética: la apuesta por la movilidad eléctrica es clave, pero Europa debe fabricar su propia electricidad y no depender de otros. Las baterías, el hidrógeno verde y las redes de carga deben ser estratégicas.
  • Un ejército europeo y armas estratégicas: Europa no puede seguir dependiendo de Estados Unidos para su seguridad. Es urgente la creación de un ejército europeo, una OTAN europea, capaz de defender al continente de cualquier amenaza. Esto implica el desarrollo de armas estratégicas, submarinos y aviones de combate de última generación. La disuasión es clave en el tablero geopolítico actual, y Europa no puede permitirse el lujo de ser vulnerable.

Adiós al buenismo: Europa debe despertar

Si Europa quiere seguir siendo relevante, debe abandonar las ideas que la han debilitado. El buenismo, el wokismo y el nacionalismo regionalista solo han servido para dividir y frenar su avance. Mientras China y EE.UU. juegan en el gran tablero geopolítico, Europa sigue discutiendo sobre normativas absurdas y cuotas de género en empresas tecnológicas mientras su industria se derrumba.

El tiempo de la complacencia ha terminado. Europa debe entrenar, tomar proteínas y hasta esteroides si hace falta. Recuperar su capacidad de innovación, fabricar su propio destino y no depender de nadie.

La historia se repite para aquellos que no aprenden de ella. Europa tiene dos opciones: ser el yunque sobre el que otros golpean o ser el martillo que forja su futuro.

La elección es nuestra.

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Un comentario en “Europa, entre ser yunque o ser martillo

  1. Estoy, en esencia, de acuerdo con lo planteado. El problema —o mejor dicho, los problemas, que se acumulan y se retroalimentan— es que, como sociedad, vivimos en una burbuja de bienestar que nos ha anestesiado y adormecido. Contamos con el potencial necesario para afrontar los retos actuales, pero nos falta algo crucial: la decisión. Tenemos el combustible y el comburente, pero carecemos del detonante, de esa chispa que encienda el cambio.
    La gran pregunta es: ¿quién liderará la Unión Europea? La respuesta, lamentablemente, parece ser «nadie». Nos hemos convertido en una reunión de socios cómodos, atrapados en una pesada maquinaria burocrática que parece existir más para justificar su propia existencia que para impulsar un verdadero proyecto común. Esta estructura alimenta a una casta de funcionarios tanto a nivel europeo como nacional, pero no genera el liderazgo necesario para avanzar.
    Y si miramos a España, ¿qué podemos decir? Estamos atrapados en un «reino de taifas», fragmentados en 17 comunidades autónomas que a menudo parecen más preocupadas por mirarse el ombligo que por trabajar juntas. La proliferación de partidos políticos —cada uno con su clientela y sus intereses particulares— dificulta aún más la posibilidad de construir un proyecto común. Sin un liderazgo claro que nos inspire a remar en la misma dirección, será imposible avanzar al ritmo que las circunstancias exigen.
    Ojalá me equivoque.

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