Encontrar el espacio

Peculiar característica esta de la política española que, no contenta con abatir antes de disparar, cobre la pieza previamente a haber incluso salido de caza

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el Senado. EFE

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Cuando un guionista de esas intrigantes películas emitidas por Antena 3 en horario siestero de fin de semana quiere expresar la necesidad por parte de la protagonista de mandar al cuerno a su pareja, le hace comentar en voz reivindicativa y henchida de razón: “no eres tú, soy yo; es que necesito mi espacio”. Y nos quedamos patidifusos (que no sé bien qué significa, pero queda aparente), cabeceando convencidos de con cuánta razón cuenta la agraviada. Sí, es eso, necesita espacio; y, además, el suyo.

Y habitualmente la escena se desarrolla en una villa de porte americano cuajada de metros cuadrados y con un piscinón casi que olímpico. Es verdad, la protagonista necesita espacio, pero ¿más, todavía?

La conquista del espacio

Pues si siempre el tiempo había sido un problema, hasta que llegó Einstein y lo convirtió en una solución, ni te cuento el espacio; y si no que se lo digan a los inagotados alquiladores. Pero no ese que, imponente, se encuentra sobre nuestras cabezas; no, el espacio, el de “andar por casa”, eso sí, cuando se encuentra. Y ese es el problema de la política española post resultados y pactista pre segunda vuelta, que se necesitan espacios.

En el ya largo linaje de los evolucionistas no todo es lineal. Como en el mecanismo mismo de la vida descubierto por Darwin, existen mutaciones y variaciones que enriquecen a la especie. E, incluso, aparecen propuestas que inciden en la misma línea de flotación de la incuestionable e incuestionada, al menos por ahora, teoría de la evolución de las especies.

Una de las más controvertidas herejías que se hayan postulado desde la propia biología es la representada por el científico Rupert Sheldrake y su concepción de los “campos mórficos”. A este doctor en bioquímica por la prestigiosa Universidad de Cambridge siempre se le ha tildado de biólogo evolucionista (¿realmente se puede ser en la actualidad biólogo no evolucionista?). Desde la publicación de su controvertido libro “Una nueva ciencia de la vida: hipótesis de la causación formativa”, sus tesis le convierten en uno de los científicos más innovadores de la actualidad. Su estilo subversivo le ha supuesto ser tachado en un editorial de Nature, como «el mejor candidato a la hoguera que ha habido en muchos años«, sosteniendo, así mismo, que resulta una pérdida de tiempo y dinero el contraste de sus conjeturas. En la actualidad, puede considerársele uno de los mayores especialistas en comportamiento animal “extraordinario”. Mejor, expliquemos.

El campo mórfico es la explicación postulada por Sheldrake para dilucidar la evolución simultánea de la misma función adaptativa en poblaciones no contiguas. Existiría, de este modo, una cierta memoria inherente a la naturaleza, por la cual, la repetición de un evento hace que se forme un campo de información, que no de energía, denominado por él campo mórfico, una especie de memoria integrada en cada grupo coherente de elementos. Dichos campos permiten la transmisión de información entre organismos de la misma especie sin mediar para ello efectos espaciales, actuando así de manera casi instantánea en un nivel sub-cuántico fuera del espacio y del tiempo.

Si un individuo de una especie animal aprende una habilidad, al conjunto de individuos como especie les resultará más fácil asimilarla, porque la habilidad “resuena” en cada uno de ellos, sin importar la distancia a la que se encuentren unos de los otros. Y cuantos más individuos la aprendan, tanto más sencillo y rápido resultará para el resto. Aplicado a la teoría evolutiva, el planteamiento de Sheldrake explicaría por qué la evolución afecta del mismo modo a especies que se encuentran en distintos continentes desarrollándose durante millones de años.

Los “campos amórficos” de la política española

Y esta explicación pareciera ser la válida para entender las reivindicaciones de algunos partidos sobre su, parece que indiscutible, “campo amórfico”. Antes de que Feijóo no haya atisbado todavía que oso tendrá que cazar, y mientras Pedro Sánchez ya cuenta con una piel de plantígrado escondida en algún armario, va Podemos y exige un puesto en el gobierno de coalición y el Ministerio de Igualdad otra vez para las irredentas del “sólo sí es sí”; Puigdemont, jugando a los chinos, una amnistía con un referéndum como regalo sorpresa dentro de la gallega; el BNG más traductores que traducidos; la inefable Yolanda Díaz el derecho a decidir sobre el derecho y el funambulista Sánchez que la Constitución sea tan flexible, al menos, como él mismo. Peculiar característica esta de la política española que, no contenta con abatir antes de disparar, cobre la pieza previamente a haber incluso salido de caza.

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