En la tecnología ya no hay trabajo para flipados

Muchas empresas tecnológicas están empezando a mandar un mensaje muy claro a sus equipos: queremos resultados, no ‘performances’ narcisistas

Persona en teletrabajo. EFE/EN/Archivo

¡Ey Tecnófilos! Durante los últimos años, se instaló en el mundo tech una especie de religión laica: la del teletrabajo como derecho divino, la del empleado que exige más que produce y la del programador que se creía mezcla de Steve Jobs con Marie Curie por saber cuatro frameworks y escribir código desde una hamaca en Bali.

Pero los tiempos han cambiado, y como diría aquel: se acabó el recreo. En efecto, muchas empresas tecnológicas —grandes y pequeñas— están empezando a mandar un mensaje muy claro a sus equipos: queremos resultados, no performances narcisistas. Ya no se paga por promesas de genialidad eterna ni por currículos llenos de palabrejas huecas. Se paga por resolver problemas reales, con eficiencia, lealtad y compromiso con el propósito de la empresa. Lo demás es ruido.

Vamos a intentar aprender algo: el teletrabajo tiene sentido, pero solo en su justa medida. Es una herramienta fantástica para ciertos perfiles y momentos, pero cuando se convierte en una coartada para el escaqueo elegante o para exigir condiciones de hotel boutique, pierde toda su utilidad.

El trabajo híbrido y flexible ha venido para quedarse, sí, pero no al precio de diluir el esfuerzo o esconder la incompetencia tras una webcam apagada. Y además, el mercado ha cambiado. Hay muchísima más oferta de técnicos y programadores, y no sólo más cantidad, sino con un nivel de talento y preparación altísimo. Gente joven, con ganas, con humildad, con hambre de aprender y que no necesita vivir en un constante episodio de Silicon Valley.

La meritocracia vuelve a asomar la cabeza, y eso es una gran noticia para todos. ¿Significa esto que se acabó la flexibilidad, la creatividad o el bienestar laboral? No. Significa que volvemos a hablar de productividad, de valor, de rendir cuentas, de orientar el trabajo hacia objetivos medibles. En definitiva, de profesionalidad.

Lo que se acabó es el teatrillo del “yo soy especial”, el postureo de Linkedin y la exigencia de condiciones VIP a cambio de resultados mínimos. Lo he dicho muchas veces: la tecnología es una herramienta maravillosa, pero no debe usarse para esconder la mediocridad ni para justificar la desgana. El talento sin esfuerzo es sólo humo. Y el teletrabajo sin resultados es directamente humo negro. Así que, tecnófilos del mundo: el que quiera jugar a ser estrella del rock, que se busque una banda. Porque en la tecnología real, la que hace avanzar las empresas y mejora la vida de las personas, ya no hay trabajo para flipados.

¡Se me tecnologizan!

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