Emprender: un ejemplo
El emprendimiento es hoy una actividad potenciada por las Universidades, los Gobiernos y, múltiples organizaciones, pero, hacerlo no es fácil
El emprendimiento es hoy una actividad potenciada por las Universidades, los Gobiernos y, múltiples organizaciones, pero, hacerlo no es fácil. Se han dado múltiples recetas para minimizar el riesgo, pero los datos son catastróficos, el número de empresas que vayan a cumplir los cinco años es en España del 32% y en las pymes el 29%, la esperanza media de vida al nacer como empresa es de 11 años.
Yo no pretendo incidir en lo que es necesario tener en cuenta para emprender y las características personales para hacerlo, ya está suficientemente desarrollado, únicamente quiero sacar alguna característica de un ejemplo próximo.
Veamos. Una joven acaba su licenciatura en Derecho, y se dispone a hacer un MBA, pues entiende que, para acceder al mundo de crear una empresa, que es su ilusión, generada a partir del ejemplo de su padre, autónomo toda su vida. Otra opción era ser funcionaria, pero no iba con ella.
Fue una alumna aplicada en el máster y descubrió cuales eran los conocimientos imprescindibles para la gestión empresarial, tanto si estás como empleado, como dirigente o como propietario. A estos asuntos les dedicó todo su esfuerzo para comprenderlos, entenderlos y asimilarlos, es decir, llevarlos en el mayor grado posible al subconsciente.
A partir de aquí, pensó que quizás era conveniente comenzar como asalariada para ampliar su conocimiento de cómo es una empresa en la realidad y como se gestiona. Accedió a varias entrevistas de trabajo, pero ninguna cuajó, bien por decisión de la empresa o bien por su decisión, ya que la oferta no le satisfacía. La verdad es que no puso demasiada voluntad; no era lo que más le gustaba.
En paralelo, continuaba pensando en “su futura empresa”. Y, un día se lanzó a la aventura de emprender. Su familia tenía un local, mejor dicho, una casa, en propiedad, que habían adecuado como restaurante en la planta baja y la segunda y última planta, sin acondicionar. El restaurante había sido alquilado a terceros y había, más o menos, funcionado, pero ahora llevaba un tiempo cerrado.
Revisó su estado. Lógicamente había que ponerlo en situación de revista y adecuarlo a lo que ella pretendía, aunque la economía hacía que no se pudiera abarcar todo lo necesario. Buscó gente afín, próxima y comprometida y abrió.
Poco a poco fue cogiendo clientela, fiel, ya que su relación calidad-precio era aceptable, pero le diferenciaba el servicio. Ella se encargaba de que el trato al cliente fuera excepcional y, así lo predicaba con el ejemplo entre sus colaboradores. El negocio empezó a dar sus primeros beneficios, que le permitieron acondicionar mejor el restaurante. Se cambiaron y aumentaron mobiliario y enseres, se acondicionaron las terrazas, etc. Todo el beneficio se reinvirtió y así permanentemente.
Y llegó el Covid. Le afectó enormemente, pero siguió adelante. Con mucho esfuerzo y con el apoyo de su personal, siguió. Hoy es un restaurante de referencia. Su preocupación continúa siendo sus tres características iniciales: buena comida a un precio adecuado y una atención y trato al cliente supremo.
Fueron y continúan siendo las bases de su éxito.
Su padre, de donde esté, se sentirá orgulloso de su hija. Una gran empresaria, aunque sea en una pequeña empresa, de momento.