Emprender o no emprender, ahí está la cuestión
Emprender no es un camino abierto para cualquier viajero; requiere de un equipaje especial, de unas características que vienen de fábrica
¡Ey Tecnófilos! En el tablero de ajedrez del mundo empresarial, la decisión de mover la pieza del emprendimiento es una jugada que no todos están preparados para hacer. «Emprender o no emprender, ahí está la cuestión», una variante moderna del dilema hamletiano que pesa en la mente de muchos. Pero, ¿está realmente al alcance de todos? Lo siento, pero la respuesta es un rotundo no. Emprender no es un camino abierto para cualquier viajero; requiere de un equipaje especial, de unas características que vienen de fábrica.
La tenacidad, esa fuerza inquebrantable que te empuja a levantarte cada vez que el fracaso te derriba, es el motor que todo emprendedor debe tener. La constancia, la hermana persistente de la tenacidad, es la que te mantiene en el camino cuando las distracciones amenazan con desviarte. La visión a largo plazo, esa capacidad para soñar con los ojos abiertos hacia un futuro que solo tú puedes ver, es el faro que guía la travesía emprendedora.
El sacrificio es el precio de la entrada en este juego; las horas robadas al sueño, los momentos perdidos con seres queridos, todo en el altar del éxito futuro. La mente abierta y la escucha son las alas que te permiten volar en direcciones inesperadas, captando oportunidades que otros no ven. La observación es la lente a través del cual se filtran las grandes ideas, y la ambición es el combustible que impulsa a alcanzarlas.
La curiosidad, esa chispa infantil que muchos pierden con los años, es el santo grial del emprendedor, pues es la que pregunta «¿por qué?» y más importante aún, «¿por qué no?». El hábito de aprender es la única constante en un mundo donde el cambio es la norma. Sin él, el emprendedor se estanca y con él, su empresa.
Todas estas características, en mayor o menor medida, deben estar presentes en el ADN del emprendedor. Aquellas que resuenen a un nivel más bajo pueden, y deben, ser desarrolladas con el tiempo y la experiencia. Pero seamos claros: si no las tienes de serie, si al mirar en tu interior no encuentras ni rastros de estas cualidades, entonces, amigo mío, es mejor que dirijas tus pasos hacia el trabajo por cuenta ajena.
La sociedad necesita de una diversidad de roles y, al igual que no todos pueden ser artistas o científicos, no todos están hechos para ser emprendedores
Este es un mensaje duro, pero necesario. No todos están cortados por el mismo patrón, y no hay vergüenza alguna en reconocer que el emprendimiento no es para ti. La sociedad necesita de una diversidad de roles y, al igual que no todos pueden ser artistas o científicos, no todos están hechos para ser emprendedores.
Para aquellos que sienten la llamada, que reconocen en sí mismos estas características y están dispuestos a cultivarlas, a vosotros os digo: adelante. El camino no será fácil, estará lleno de obstáculos y de momentos en los que dudarán de todo, especialmente de vosotros mismos. Pero si persisten, si aprenden de cada fracaso y se levantan con más fuerza, el éxito, aunque no garantizado, será una posibilidad real y tangible.
Para el resto, aquellos que no se ven reflejados en este espejo de cualidades, no hay menos honor en construir una carrera satisfactoria, contribuyendo al mundo con sus propios talentos y habilidades.
Emprender o no emprender no es solo una cuestión de elección, es una cuestión de reconocimiento propio y honestidad brutal. Y en esa honestidad, en ese conocimiento de uno mismo, ahí, queridos tecnófilos, es donde reside la verdadera valentía.
¡Se me tecnologizan!