Elon Musk: el ‘Belcebú’ contemporáneo

El fundador de Tesla tiene opiniones controvertidas, y es válido criticarlas, pero la idea de boicotear a la compañía por ello resulta absurda si no aplicamos el mismo criterio a todas las demás empresas con pasados cuestionables

Elon Musk

 ¡Ey Tecnófilos! La hipocresía histórica y la volatilidad de la opinión pública vuelven a manifestarse, esta vez con Tesla y su fundador, Elon Musk, en el centro del huracán. Resulta que en Europa ha surgido una corriente que pretende boicotear la marca de coches eléctricos por las opiniones políticas de Musk, lo que ha llevado incluso a algunos propietarios de Tesla a colocar pegatinas en sus coches expresando su desacuerdo con el magnate sudafricano.

Pero detengámonos un momento para reflexionar. ¿Es la primera vez que una empresa con un impacto industrial y tecnológico significativo enfrenta una reacción negativa por las posturas o la historia de sus dirigentes? En absoluto. La diferencia es que en esta ocasión el juicio es inmediato y las redes sociales amplifican la indignación en cuestión de horas.

Empresas con pasados ​​oscuros

Si tomamos la lupa y observamos algunas de las empresas más icónicas del mundo, encontraremos historias que podrían hacer palidecer cualquier tuit de Elon Musk:

BMW y Mercedes-Benz

 Durante la Segunda Guerra Mundial, BMW fabricó motores para los aviones de combate de la Luftwaffe nazi, y Mercedes-Benz proporcionó vehículos al régimen de Hitler. Además, ambas compañías utilizaron mano de obra forzada en sus fábricas, algo que hoy en día sería impensable.

Hugo Boss

La prestigiosa firma de moda, símbolo de elegancia y exclusividad, diseñó los icónicos uniformes de las SS y otras unidades militares nazis. No solo los diseñó, sino que también los fabricó, empleando en sus fábricas a prisioneros y trabajadores forzados.

IBM

 La empresa estadounidense proporcionó tecnología de tarjetas perforadas al régimen nazi, facilitando la organización del Holocausto. La información sobre esta colaboración oscura está bien documentada en el libro IBM y el Holocausto, de Edwin Black.

Volkswagen

Su origen está directamente ligado al Tercer Reich. Hitler promovió la creación del “coche del pueblo” (Volkswagen), y la empresa utilizaba trabajadores forzados en la fabricación de vehículos militares.

Mitsubishi y Kawasaki

Durante la Segunda Guerra Mundial, los gigantes industriales japoneses Mitsubishi y Kawasaki suministraron armamento y aviones al Imperio Japonés. Mitsubishi fabricó el famoso avión de combate Zero, utilizado en ataques como el de Pearl Harbor. Además, emplearon miles de prisioneros de guerra como mano de obra esclava, incluyendo estadounidenses, chinos y coreanos.

Unit 731 y la industria farmacéutica japonesa

Empresas farmacéuticas como Shiro Ishii Biochemical Research Institute (precursora de algunos gigantes actuales) estuvieron implicadas en experimentos humanos atroces en China y Corea, donde se probaban armas biológicas en civiles y prisioneros. A pesar de estos crímenes, muchas de estas empresas sobrevivieron y prosperaron tras la guerra.

Curiosamente, estas marcas no solo han sobrevivido al paso del tiempo, sino que hoy gozan de una reputación impecable. Los consumidores parecen haber perdonado —o simplemente olvidado— estos episodios. Entonces, ¿por qué Tesla es objeto de un boicot simplemente porque su fundador dice cosas que no le gustan?

Si queremos ser éticos en nuestras decisiones de consumo, deberíamos hacerlo con coherencia

¿Musk es realmente el problema?

Aquí entramos en la otra cara de la moneda. Elon Musk es un personaje disruptivo, provocador y sin filtros. Su influencia en plataformas como Twitter (ahora X) lo ha convertido en una figura polarizadora. Entre sus opiniones polémicas destacan su postura contra la inmigración ilegal en EE.UU., sus críticas a la censura progresista y su defensa de la libertad de expresión, incluso en temas que muchos consideran tabú.

Pero lo cierto es que Tesla no es Musk. Tesla es una empresa con miles de empleados que ha revolucionado la industria automotriz, acelerando la transición hacia los vehículos eléctricos y forzando a los gigantes del sector a ponerse al día. ¿Tiene sentido boicotear a la empresa por las opiniones de su fundador? Si aplicamos ese criterio de manera coherente, deberíamos replantearnos el uso de iPhones (Apple ha sido acusada de explotación laboral en China), dejar de comprar ropa de Nike o Adidas (ambas con historiales de explotación en Asia), e incluso dejar de usar Google y Microsoft, cuyas prácticas monopolísticas han sido duramente criticadas.

El doble rasero de la moral selectiva

El boicot a Tesla evidencia una tendencia cada vez más frecuente: la moral selectiva. Si una empresa está alineada con la ideología dominante, sus errores se olvidan o minimizan. Pero si su fundador se sale del guion establecido, se convierte en objetivo de la cancelación.

Las mismas personas que hoy promueven el boicot contra Tesla probablemente no tengan problemas en utilizar un Mercedes, vestirse con Hugo Boss o viajar en aviones con motores Rolls-Royce (empresa que también fabricó motores para aviones militares durante la guerra). Este doble rasero es, en el fondo, una demostración de cómo la indignación social no siempre es coherente, sino más bien oportunista.

Conclusión

Elon Musk tiene opiniones controvertidas, y es válido criticarlas. Pero la idea de boicotear a Tesla por ello resulta absurda si no aplicamos el mismo criterio a todas las demás empresas con pasados ​​cuestionables. Si queremos ser éticos en nuestras decisiones de consumo, deberíamos hacerlo con coherencia, no simplemente siguiendo modas o reaccionando a titulares virales.

Mientras tanto, la historia nos recuerda que el tiempo lo cura todo… al menos para algunas marcas.

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