El negacionismo del todo
Esta filosofía ha ganado adeptos en los últimos años convirtiendo a muchos en auténticos mártires del progreso y del sentido común
¡Ey Tecnófilos! Hoy trataremos de poner en su sitio al mundo del negacionismo del todo, una filosofía que ha ganado adeptos en los últimos años, convirtiendo a muchos en auténticos mártires del progreso y del sentido común. La premisa es sencilla: todo está mal. Y cuando digo todo, me refiero a absolutamente todo. ¿No a la energía térmica por qué produce CO2? ¡Perfecto! ¿No a la hidráulica porque estropea el paisaje y el ecosistema? ¡Claro que sí! ¿No a la solar porque destroza el paisaje y acaba con lugares de cultivo? ¡Maravilloso! ¿No a la eólica porque estropea el paisaje, hace ruido y mata pájaros? ¡Cómo no! Y, por supuesto, el culmen del terror: no a la energía nuclear porque es muy peligrosa. Entonces, amigos, ¿cómo vamos a cargar nuestros móviles? ¿O es que acaso también están en contra de ellos?
Esta generación de padres de algodón e hijos de cristal parece estar perfectamente cómoda en su negación constante de cualquier avance científico o tecnológico. ¿Energía renovable? No, gracias. ¿Energía fósil? Ni hablar. ¿Tecnología? Solo si no hay ningún tipo de impacto en el medio ambiente, la sociedad o el cosmos en general.
Para estos campeones del retroceso, cualquier tipo de energía, transporte o avance es una amenaza directa a su visión utópica de un mundo sin progreso. El tren de alta velocidad, las autovías, las granjas marinas, todo está mal. Porque, claro, lo ideal sería volver a las cavernas, iluminarse con velas y lavar la ropa a mano en el río. Ah, pero espera, tampoco podríamos usar velas porque producen CO2 y afectan a los ecosistemas locales. ¿Quizás deberíamos conformarnos con la luz de la luna? Pero eso sería demasiado mainstream.
Necesitamos energía, tecnología y avances para vivir en un mundo que no solo sea sostenible, sino también habitable y cómodo
El colmo llega cuando alguno de estos defensores del no por el no aparece en televisión o en las redes sociales pontificando sobre los peligros de todo lo que no sea vivir como ermitaños. Sí, como aquel woke que profetizó: «En 2030 no tendrás nada, comerás hierba y serás feliz». ¡Vaya futuro prometedor!
La realidad es que necesitamos energía, tecnología y avances para vivir en un mundo que no solo sea sostenible, sino también habitable y cómodo. La energía solar, eólica, hidráulica, y sí, incluso la nuclear, tienen sus pros y sus contras. Sin embargo, son necesarias para mantener nuestro estilo de vida moderno, uno en el que no necesitamos depender de la luz del fuego para leer un libro o del río para lavar la ropa.
Negar todo tipo de avance y progreso no es la solución. Es más, es un camino directo hacia la involución. En lugar de decir no a todo, deberíamos centrarnos en cómo mejorar y optimizar estas tecnologías, hacerlas más seguras y eficientes. Porque, lo que no se mide no se controla y lo que no se controla no se puede optimizar.
Así que, la próxima vez que os encontréis con uno de estos negacionistas del todo, recordadles amablemente que, sin energía, tecnología y progreso, estaríamos todos viviendo en cavernas, y no precisamente felices. Quizás incluso podamos persuadirles de que hay formas de avanzar sin destruir el mundo en el proceso. Porque la tecnología no debe ser contemplada como un gasto, sino como una inversión. Y si no están de acuerdo, siempre les quedará la opción de mudarse a una cueva… sin conexión a internet, por supuesto.
¡Se me tecnologizan!