Corredor rico, corredor pobre: el Mediterráneo vuela mientras el Atlántico se arrastra
Cada retraso en las infraestructuras del corredor Atlántico es una oportunidad perdida para Galicia junto con el noroeste español, una región que no está pidiendo privilegios, sino igualdad en las inversiones
¡Ey Tecnófilos! No es ningún secreto que en España la geografía política y económica juega un papel decisivo en el desarrollo de infraestructuras. Lo que muchos gallegos llevamos años sintiendo no es solo una percepción injustificada: la evidencia de que Galicia, y en general el noroeste español, han sido marginados en las grandes inversiones, es abrumadora. Basta echar un vistazo a la evolución de los dos principales corredores ferroviarios: el Corredor Mediterráneo se mueve a toda velocidad, y el Corredor Atlántico avanza con la misma lentitud con la que uno arrastra los pies cuando ya no tiene motivación.
El Corredor Mediterráneo conecta las regiones más dinámicas y densamente pobladas de España: Cataluña, la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía. Esta infraestructura es una joya para el transporte de mercancías, con un acceso privilegiado a Europa, tanto para productos españoles como para los que entran por los puertos mediterráneos. Las inversiones, que ya superan los 23.000 millones de euros, reflejan la importancia estratégica que el Gobierno le ha dado a esta infraestructura. Mientras tanto, en Galicia, que también tiene una posición clave en el Atlántico, el Corredor Atlántico parece avanzar a trompicones, con apenas 10.000 millones ejecutados desde 2013.
Uno de los puntos más frustrantes para los gallegos ha sido el retraso histórico del AVE. Mientras otras comunidades llevan años disfrutando de las ventajas del tren de alta velocidad, aquí hemos esperado más de una década para verlo llegar. Y cuando finalmente lo hizo, lo hizo de manera incompleta y con retrasos continuos. Este tren, que en teoría debería haber mejorado nuestra conectividad con el resto de España y Europa, no ha cumplido las expectativas. Su llegada ha sido tardía y ha dejado claro que Galicia no está en el centro de las prioridades cuando se trata de desarrollo ferroviario.
El caso de las autovías gallegas no es menos desalentador. Con tramos que se derrumban, como si el tiempo y la falta de mantenimiento fueran un castigo inevitable, las carreteras que nos conectan con el resto del país muestran claras señales de abandono. Cada vez que uno atraviesa estos tramos, es difícil no preguntarse si alguien, en algún despacho, ha decidido que Galicia puede permitirse esperar. Pero sin infraestructuras modernas, cualquier intento de convertir a Galicia en una región competitiva dentro de España y Europa queda en suspenso.
Sin infraestructuras modernas, cualquier intento de convertir a Galicia en una región competitiva dentro de España y Europa queda en suspenso
¿Y qué decir del Corredor Atlántico? Este corredor debería ser un motor de crecimiento para toda la franja noroeste del país, conectando los puertos de Galicia, Asturias y Cantabria con Europa a través de Francia. Sin embargo, la realidad es bien distinta. La Variante de Pajares, clave para mejorar las conexiones ferroviarias entre Galicia y el resto del país, lleva más de dos décadas en construcción, con continuos retrasos y sobrecostes. Es un símbolo del abandono que sufre toda esta región. La lentitud en la ejecución de estos proyectos, contrastada con la rapidez del Mediterráneo, es una muestra clara de que, para algunos, unas regiones son más importantes que otras.
Ahora bien, se nos dice que el Mediterráneo es «más estratégico», que conecta zonas industriales y turísticas de gran importancia, mientras que el Atlántico no tiene el mismo peso. Pero esta es una visión miope. Galicia tiene una posición clave en el Atlántico, con puertos que podrían convertirse en nodos fundamentales para el comercio internacional, especialmente en un contexto en el que se busca diversificar rutas comerciales y reducir la dependencia de las carreteras. Sin embargo, sin una red ferroviaria moderna y eficiente, este potencial queda estancado.
Galicia, junto con el noroeste español, tiene sectores económicos de gran valor, como el agroalimentario, el pesquero y el energético, que podrían beneficiarse enormemente de mejores conexiones logísticas. Sin embargo, seguimos esperando que lleguen las inversiones prometidas, mientras el Corredor Mediterráneo sigue volando hacia el futuro. Cada retraso en las infraestructuras del Atlántico es una oportunidad perdida para esta región, una región que no está pidiendo privilegios, sino igualdad en las inversiones.
Mientras unos corren a toda velocidad hacia el futuro, otros, como Galicia, nos vemos obligados a arrastrarnos. Y lo más frustrante no es solo la lentitud, sino la sensación de que no estamos en la carrera. Es preocupante ver cómo la falta de infraestructuras sigue siendo una barrera insalvable para el desarrollo económico y social de una región que tiene tanto que ofrecer.
Esperemos que algún día, aquellos que deciden dónde va el dinero miren hacia el noroeste, y se den cuenta de que Galicia también merece tener un asiento en el tren del progreso.
¡Se me tecnologizan!