Contra los periodistas

Hoy, apartado casi ya el papel, las mentiras se han convertido en moneda común, el bulo es ya un género en sí mismo, y el periodismo se ha degradado por considerar, entre otras cuestiones, que una fuente fiable pueda ser la extinta Twitter, hoy achicada en la minimalista X

Periódicos apilados

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Hay títulos que definen como nombres que marcan. Ante la avalancha de Manueles o Joseses, que a uno le pongan Agapito, Desiderio, Xoel o Elisardo, cuando niño, pues sí que molesta, de aquella, un poco. Pero después, en el momento de la diferenciación por nominación, una vez digerido el señalamiento, hasta se agradece. 

Karl Kraus, un vienés ya olvidado en el final del siglo XIX, en su función periodística a través del diario por él fundado, La Antorcha, se convirtió en un despiadado flagelo contra una sociedad, la suya, del final del imperio austrohúngaro (aquí, recuerdo obligado a Berlanga, quien se vanagloriaba de colar el término en todas sus películas), languideciente gloria que no se había dado cuenta todavía de que hacía tiempo que olía a cadáver. Uno de sus escritos más reconocidos, lleva por título “Contra los periodistas”.

No tener ni idea y poder expresarla: eso hace al periodista

Parte de un libro suyo de título “Pro Domo et mundo” (Para lo propio y el mundo), en España se tradujo como “Contra los periodistas y otros contras”, por obra y gracia de Jesús Aguirre, entronizado ya como duque de Alba consorte. Pues bien, ni el todo corresponde, ni la parte se compadece. Pero, como bien se dice en el oficio, “nunca dejes que la realidad te estropee un buen titular”. En realidad, el título del apartado era “Sobre periodistas, estetas, políticos, psicólogos, estúpidos y eruditos”, quizás una buena amalgama que define y completa al primero de los términos.

Que el oficio se encuentra en cuestionamiento parece ya moneda común. Si, como decía Chaves Nogales, periodista este si de raza, cuya memoria forma parte, por fin, de la colectiva, si ser periodista se trata de ir, ver, volver y contar (“contar y andar es la función del periodista”), en estos momentos puede que se vaya, no sabemos bien que se ve, contar se cuenta, pero, en ocasiones, habiendo visto de oído, aunque volver sí que se vuelve; ¡Que remedio!

Los periodistas escriben porque no tienen nada que decir, y tienen algo que decir porque escriben

Y si no son periodistas, los nuevos referentes políticos pasan por serlo. Muchos de ellos o vienen o van desde la política hasta los medios de comunicación, reafirmando la consideración de la política enredada, como la pata de un romano, con el espectáculo. Una ceremonia de la confusión a la que ya nos hemos acostumbrado, donde la noticia no es ya que un hombre haya mordido a un perro, sino que el perro no lo haya denunciado. Los titulares supuestamente noticiosos que aparecen en los diarios digitales ya no sabemos bien si nos informan de algo o nos venden ese algo. La noticia y la publicidad, en el fondo, ya son lo mismo.

Resulta cuando menos llamativo que el periodismo se haya mimetizado con la política. Al pasado periodístico de la italiana Meloni, se suma el presente de Trump, quien también ha recurrido a la troupe gacetillera para completar su tempranero equipo de gobierno. Nombra a tres miembros del mundo reporteril, a dos de la cadena Fox como secretarios de defensa y de comercio y a una fundadora de una empresa de medios y entretenimiento como secretaria de educación. Todo muy apropiado.

A la actual estirpe de políticos y mandatorios con un pasado de generación o transmisión de noticias, se suman otros señeros miembros nacidos en el entretenimiento como Zelenski en Champions, en Liga, todavía española, Puigdemont y Gonzalo Pérez Jácome, aunque este juega en regional. No es el caso del denostado Mazón, pero casi, dadas sus reconocidas dotes como ejecutor del cante, en su más amplio sentido, sabiamente ponderadas por la periodista de turno. Hasta el propio Trump sigue siendo carne de reality ¡Qué tendrá el periodismo que sirve para todo! Como bien dice Javier Milei, “Tal vez los nuevos tiempos requieran algo de show”. Estamos ante el denominado “politainment”, la curiosa fusión entre la política (political) y el entretenimiento (entertainment).

Para demostración de que el mundo avanza, pero, en el fondo, no cambia, lo refleja una cita del propio Kraus, quien afirma tras preguntarse, “¿Cómo se gobierna el mundo y se conduce a la guerra? Los diplomáticos mienten a los periodistas y creen estas mentiras cuando las ven impresas”. Hoy, apartado casi ya el papel, las mentiras se han convertido en moneda común, el bulo es ya un género en sí mismo, y el periodismo se ha degradado por considerar, entre otras cuestiones, que una fuente fiable pueda ser la extinta Twitter, hoy achicada en la minimalista X. Hasta hay un periodista italiano, temible en las redacciones, de nombre Tommasso Dibenedetti, apodado el maestro de las fake news, que pretende salvar al periodismo de sí mismo, aunque no se sabe bien si del propio bulero o del periodismo en sí.

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