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Comunicación política y el “efecto Kamala”
Kamala Harris apuesta por una estrategia de comunicación muy arriesgada para lograr la presidencia de Estados Unidos
En comunicación política existe un principio según el cual la realidad no es prioritaria a la hora de desarrollar el relato; lo importante es cómo los medios transmiten ese relato cumpliendo los objetivos que nosotros hemos fijado.
Emulando a Barak Obama, su mentor y gran apoyo como se vio en la convención de Chicago, la candidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos está optando por un discurso más conciliador hacia el electorado que el de su contrincante Trump, con discursos cortos de no más de 30 minutos, utilizando un lenguaje sencillo que llegue claro a toda la sociedad, sin profundizar en contenidos, y con una apuesta mucho más decidida por las redes sociales, en especial Instagram y Tik Tok, a través de sus propias cuentas y de las acreditaciones a destacados influencers que la siguen en cada uno de sus mítines. Una apuesta que fue decisiva en el triunfo de Obama en 2008, pero que ahora con Harris tiene mucho más sentido: Kamala es la primera candidata de la Generación X que se presenta a unas presidenciales.
Obvia comentar que la comunicación y las tácticas que se utilicen son un pilar básico en una campaña electoral, pero éstas solo son efectivas si están al servicio de una estrategia clara y definida. Y visto lo visto, Kamala Harris no parece que la tenga definida, al menos, en esta primera fase que estamos viviendo.
La comunicación y las tácticas que se utilicen son un pilar básico en una campaña electoral, pero éstas solo son efectivas si están al servicio de una estrategia clara y definida
¿Por qué digo esto? Hasta el momento, la actual vicepresidenta del Gobierno no ha desvelado su programa, más allá de principios básicos como el recorte de los costes médicos, el control de los precios disparados de los alimentos, o algún paquete de ayudas fiscales para familias y primeros compradores de vivienda. Su relato electoral se está apoyando en el entusiasmo generado por su candidatura, que en cierta medida ya está descontado, una narrativa más agresiva contra Donald Trump de la que tenía Biden, y la promesa de una sociedad con cotas de mayor libertad. Sorprende que todavía no se haya enfrentado a los periodistas y, más aún, como afirman algunos periodistas que la siguen en su campaña, que utilice el teleprompter en los mítines.
Veremos en las próximas semanas, cuando salga de Chicago ya como candidata oficial, si esta estrategia será la adecuada. Por el momento, el sector empresarial ya ha hecho público que no ve bien lo que consideran una oferta de regulación excesiva de la economía.
Frente a la candidata demócrata, Donald Trump se ha visto obligado a definir mejor su mensaje y sus propuestas, una vez que el impacto de su atentado ha quedado eclipsado en el tiempo por la irrupción de Harris. Su relato electoral sigue basándose en el miedo y su visión catastrofista del país, sus ataques personales al otro candidato y el descrédito a lo que considera la prensa comunista como New York Times, que asegura que están al servicio de la vicepresidenta.
Septiembre será decisivo. Los debates entre los candidatos seguro que reflejarán si la apuesta de Harris ha sido la adecuada. Por el momento, y según las encuestas, los estadounidenses consideran que Trump está mejor cualificado para mejorar la economía de su país.
Mucho impulso le falta todavía a ese “efecto Kamala” para convertir el entusiasmo que reflejan una gran parte de los medios de comunicación en apoyos reales para la candidata demócrata.