Actualizado
¿Cómo deben definir las empresas su estrategia de sostenibilidad? (III)
Una estrategia de sostenibilidad bien planificada y ejecutada permitirá a una empresa minimizar su impacto ambiental y social negativo, y crear valor a largo plazo; debe ser impulsada desde el CEO hasta la base de la empresa y debe involucrar a todos los niveles de la organización
En los dos artículos anteriores de la serie, intentamos alertar sobre la necesidad de implantar una estrategia ambiciosa de sostenibilidad en las empresas; primero, por una cuestión de responsabilidad colectiva, y en segundo lugar, porque los riesgos asociados al calentamiento global suponen una amenaza seria para la supervivencia de las empresas. Las empresas que respondan a los desafíos del cambio climático protegen su posición en el mercado, sus operaciones y sus propios estados financieros. La pregunta es: ¿cómo implantar una estrategia de sostenibilidad?
Como medida previa básica, es preciso mantenerse al día con los objetivos y la legislación fijados a cada nivel y para cada sector. La normativa evoluciona con decisión y rapidez y con ello las exigencias en materia de sostenibilidad. Los acuerdos globales y el Pacto Verde Europeo se traducen en requisitos que afectan directamente a las operaciones empresariales. Resulta imprescindible estar actualizados, disponer de una guía de regulaciones a cumplir en cada momento y trasladar los distintos requerimientos al conjunto de la organización y a cada uno de los departamentos afectados.
Evaluación y objetivos
El primer paso en la definición de una estrategia de sostenibilidad es realizar una evaluación de los impactos ambientales de la empresa. Esto incluye medir la huella de carbono y analizar el consumo de recursos naturales como agua y energía. Es fundamental identificar los riesgos climáticos que pueden afectar las operaciones y la cadena de suministro. Hay que revisar cada etapa de los procesos e identificar aquello que se hace de manera no sostenible o que es susceptible de mejorar notablemente.
Como sucede en toda estrategia que se quiera llevar a cabo con seriedad, es preciso establecer con claridad los objetivos a perseguir y las metas a alcanzar en un horizonte temporal determinado. La alineación con indicadores sectoriales y el cumplimiento de certificaciones medioambientales contribuirá a una mejor definición de esta fase. Identificar los indicadores clave de rendimiento (KPIs) para monitorear el progreso y publicar informes periódicos de sostenibilidad que sigan estándares internacionales, como los del Global Reporting Initiative (GRI), son prácticas recomendadas. Mantener un diálogo abierto con todas las partes interesadas, incluyendo inversores, clientes y la comunidad, supone un plus de transparencia que sin duda contribuirá al buen fin de la estrategia.
La definición de objetivos debe provocar un amplio plan de acción dirigido al cumplimiento de los mismos. Mejorar la eficiencia energética y apostar por el uso de energías renovables parecen medidas esenciales. Su supone igualmente crucial gestionar de manera sostenible los recursos y los residuos, implementando programas de circularidad, reciclaje y reducción de desechos, y adoptando prácticas de conservación de agua y tratamiento de aguas residuales. La revisión constante de todos los procesos y acciones para evitar prácticas no sostenibles o que son objetivamente mejorables resulta esencial. Dada la evolución rápida de las exigencias, la mejora continua debe ser un principio rector del proceso al objeto de ir adoptando nuevas tecnologías y métodos que reduzcan el impacto ambiental y aumenten la eficiencia operativa.
Colaboración e innovación
La sostenibilidad es un gran reto y por eso no puede lograrse de manera aislada. Es muy conveniente la colaboración tanto vertical como horizontalmente. Esto implica trabajar estrechamente con proveedores y clientes para asegurar que toda la cadena de valor cumpla con estándares sostenibles. También es importante colaborar con otras empresas, organizaciones no gubernamentales y entidades gubernamentales para compartir conocimientos y mejores prácticas. La sostenibilidad debe ser parte integral de la cultura corporativa. Ofrecer formación continua a los empleados sobre prácticas sostenibles y promover una cultura de sostenibilidad dentro de la empresa deben considerarse pasos a implantar.
Dentro de esta política de colaboración y transparencia, como ya se ha avanzado en un párrafo anterior, resulta básico adoptar certificaciones de carácter medioambiental que avalen el compromiso con la sostenibilidad. Certificaciones como ISO 14001 para la gestión ambiental, el sello B Corp que reconoce a las empresas con altos estándares de desempeño social y ambiental, o la certificación de eficiencia energética LEED, son ejemplos entre otros muchos destacables de cómo las empresas pueden demostrar su compromiso con la sostenibilidad de manera tangible y reconocida.
En último lugar, aunque sea un elemento fundamental, citaremos la innovación como factor crítico de todo proceso transformador. La capacidad de desarrollar nuevas tecnologías y métodos sostenibles es la única respuesta a la exigencia de reducir el impacto ambiental y mejorar la eficiencia energética. Innovar en productos y servicios sostenibles responde además a las demandas del mercado y puede mejorar la posición competitiva, además de contribuir a la adaptación a los cambios regulatorios.
Una estrategia de sostenibilidad bien planificada y ejecutada permitirá a una empresa minimizar su impacto ambiental y social negativo, y crear valor a largo plazo, una estrategia que ha de ser impulsada desde el CEO hasta la base de la empresa, y que debe involucrar a todos los niveles de la organización. Es necesaria una concienciación masiva para integrar la sostenibilidad tanto en el proceso transformador como en la actuación ordinaria de la empresa. Solo con un compromiso firme y generalizado se puede asegurar que las prácticas sostenibles se conviertan en una parte integral y permanente de la cultura corporativa.