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Una nueva porfía se está produciendo en las tardes noches de las sesiones televisivas; por si fuese poca la instalada ya polarización, otras controversias, primero a tres y luego a dos, nos tiene en vilo

David Broncano durante la presentación de la nueva programación de RTVE para la próxima temporada, a 12 de septiembre de 2024, en Madrid

David Broncano durante la presentación de la nueva programación de RTVE para la próxima temporada, a 12 de septiembre de 2024, en Madrid. José Oliva / Europa Press

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Según el Diccionario de Real Academia Española, ruido tiene dos acepciones. La primera, corresponde a su expresión como sonido, siendo este “inarticulado, y, por lo general, desagradable”. Por la segunda, ampliando el registro semántico, el ruido se convierte en “litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia”. El rango de transición entre el ruido y el sonido se denomina tonalidad. El ruido, por lo tanto, tiene intencionalidad, y, dependiendo, tiene su propio tono, afectando al ambiente no solo por su volumen, sino también por su instación; cuanto más te inquiere, te insta y provoca, más molesto resulta.

Motos y Bronca, el dúo dinámico

Una nueva porfía se está produciendo en las tardes noches de las sesiones televisivas. Por si fuese poca la instalada ya polarización, otras controversias, primero a tres y luego a dos, nos tiene en vilo. El triunvirato Motos, Broncano y Latre, al asalto de la franja compuesta por los programas denominados de entretenimiento, como si los otros programas televisivos lo fuesen de culturización. Y muy españolamente, los tercetos, no funcionando, acaban convirtiéndose en diarquías, culminando en esos enfrentamientos a garrotazos que tan bien plasmó en sus dibujos el inmortal Goya. Al final, quedando dos, las opciones no podían ser más que el ruido natural, propio de las hormigas, y el ruido artificial, el que propicia la revuelta

El ruido por el ruido, acaba convirtiéndose en el estrépito como ambiente. Muy propio también de nuestro acervo cultural tabernario, el zumbido envolvente de los espacios públicos, en España, suele estar por encima de los decibelios que agradan; confesémoslo, nos gusta estar acompañados, y el ruido, quieras que no, también es compañía. Somos de relación social, de llamada con tono, de la imprecación como respuesta, no nos gusta pasar desapercibidos. Al final, curiosamente, la rivalidad, quizás solo supuesta, entre Motos y Bronca no es más que la expresión de nuestra tendencia patria a considerar al otro como parte de una relación obligada por instada. ¡Eh, atiende que te estoy hablando! A Motos le faltaba competidor, porque en una carrera, para ser competida, tiene que haber, por lo menos, dos contendientes. Y esa era la estrategia: da igual quien combata, el caso es que haya alguien contra quien combatir. Es el ruido propio de los enfrentamientos armados tan nuestros, rugir para dar miedo.

Ruidos de colores

La imaginación humana es inconmensurable. El ruido tiene color, y puede ser blanco, rosa, marrón e incluso violeta. Pero para la pugna y la batalla, la bulla resulta esencial. Esta fue siempre una parte digna de ser considerada, un modo de infundir temor al adversario, extendiendo la confusión, provocando el desconcierto, facilitándose la pérdida de orden y, sobre todo, de concierto. Trompetas y timbales, flautas, pífanos y percusiones varias, todas ellas unidas con un mismo fin, provocar la estampida en el contrincante.

El estruendo de la batalla da paso al sonido del tumulto. En acústica, se caracteriza al ruido blanco como un proceso de acumulación de diferentes ruidos, que, por su monotonía, se suele utilizar para desorientar al condicionado como técnica de privación o alteración sensorial. Si bien a baja intensidad puede favorecer la relajación y el sueño, con aumento de potencia, por encima de los 60 decibelios, provoca distorsión. El ruido blanco se utiliza con frecuencia como técnica de enmascaramiento del sonido, creándose con ello un ambiente alterado.

La Máquina del Ruido

La imaginación gubernamental ha puesto en marcha una Máquina del Ruido para contrarrestar a la Máquina del Fango. La propia denominación de Máquina del Fango la produce la mismísima Máquina del Ruido, que, a intensidades superiores a los 70 decibelios, provoca hipoacusia, sordera inducida por el ruido. Si cada mañana desayunamos con una sorpresa estridente, el desayuno se convierte, inevitablemente, en la comida más importante del día.

Nos hemos acostumbrado a ese zumbido, ese enfermizo tinnitus, los acúfenos que tanto desgrado producen a quien los padecen, a esa manera ruidosa, incluso con elevación de la intensidad en la voz, que siempre acompaña a la valoración de la opinión de los contrarios. La política española contemporánea se encuentra aquejada de un ruido blanco, persistente y continuo, que ya por costumbre, se nos aparece como normal acompañando en cualquier discusión, en cualquier debate, en cualquier encuentro. En la gráfica que caracteriza el ruido blanco, ocurre que la densidad espectral de potencia se convierte en una constante, que es plana, vaya; como la vida política española. Lo verdaderamente importante en la supuesta controversia entre Motos y Broncano es que, en realidad, no hay enfrentamiento; solo es ruido.

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