‘American (First) Psycho’
Donald Trump, el presidente de las más de 30 mentiras diarias en su anterior mandato, que antes ofrecía cursos engañosos, contaba con varias quiebras empresariales y también deudas importantes; con su reelección, la realidad vuelve a superar con creces a la ficción, ya que es difícil elegir a alguien peor o más nefasto
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Donald Trump
Sin tener que recurrir a ciencias como la historia, la sociología, la antropología cultural o la psicología social, se puede obtener una idea o perfil de un país, sociedad o determinada población a través de sus propias expresiones culturales, como en el caso emblemático del cine en los EE.UU.
Así, por ejemplo, la novela American Psycho y su adaptación cinematográfica ─1991 y 2000 respectivamente─ ya lo deja bastante claro en el título. A través del personaje (un psicópata asesino), esta película entresaca la sátira mordaz del consumismo extremo, la superficialidad y la deshumanización en esta sociedad obsesionada con la imagen y el estatus. Una obra sobre el egoísmo y la falta de empatía que se producen en una cultura basada en la competencia y el éxito personal (como también ha comprobado de primera mano Antonio Banderas, según una reciente entrevista en Cuarto Milenio). Donde las relaciones son superficiales, primando las apariencias, a la vez que el valor de las personas se mide por su riqueza y estilo de vida, pero sin ser capaces de conectar con los demás de manera natural, debido a la falta de vínculos auténticos en una sociedad centrada en el rendimiento y en el figurar.
Sin olvidar la brutalidad como expresión y metáfora de la insensibilización sociológica ante la violencia, especialmente en los medios y la cultura popular, y sin enfrentar las consecuencias reales (entre otras, 45.000 muertes por armas de fuego en 2020 y, en 2021, más de 1.000 tiroteos en escuelas). Lo que, además, sugiere una crítica a la desigualdad y a la falta de justicia por parte de los que están en el poder en ese país. Esto es, American Psycho no solo es un thriller psicológico, sino también un retrato de los característicos excesos del capitalismo, la deshumanización y la hipocresía social en los Estados Unidos.
Asimismo, se pueden citar películas de Elia Kazan (La ley del silencio, Un tranvía llamado deseo, El precio de la libertad,…), de Woody Allen (Annie Hall, Manhattan,…), de Clint Eastwood (Sin perdón, Gran Torino, Mystic River, El francotirador,…), de Francis Ford Coppola (El Padrino, American Graffiti, Apocalypse Now, La ley de la calle, Rebeldes, …), de Quentin Tarantino (Reservoir Dogs, Pulp Fiction, Kill Will, Malditos bastardos, Django desencadenado,…), de Stanley Kubrick (El beso del asesino, La chaqueta metálica, El resplandor, Atraco perfecto,..), etc.
Pero, como muestra, voy a referir dos de la filmografía de Martin Scorsese, Gangs of New York (2002)y Los asesinos de la luna (2023), aunque se podían citar otras (El irlandés, El lobo de Wall Street, Malas calles, Casino, Toro salvaje o Taxi Driver). La primera aludida relata las luchas a muerte por los espacios y negocios de la ciudad neoyorquina entre los “nativos” de ascendencia inglesa y los inmigrantes irlandeses, a mediados del siglo XIX; mientras que la segunda refiere los asesinatos de indios Osage, del noroeste de Oklahoma, a principios del siglo XX, porque eran poseedores de pozos de petróleo, pero “tutelados” por blancos.
Incluso las películas con las que quisieron tergiversar la historia, haciendo a los buenos malos (los indios) y a los malos buenos (los vaqueros) ─y con las que además culturizaron a mucha gente, también de otras latitudes─, no dejan de caerse y descubrir la verdad “detrás del telón”. Como en Cimarron (1960), con Glenn Ford y María Schell, que participaban en una de las “distribuciones gratuitas de terrenos”, que tuvieron lugar en EE.UU. a finales del siglo XIX, durante la “colonización” del “salvaje oeste”; cuando, precisamente, lo más “salvaje” eran esos colonos y sus comportamientos, parecidos a los descritos por Scorsese en las calles de la incipiente New York.
Pero, en cuanto a críticas a las visiones convencionales de la historia de su país, a la sociedad y al sistema norteamericanos, posiblemente se llevasen la palma (en este caso no la del Festival de Cannes), ex aequo (como en la última edición de los Goya), Oliver Stone y Michel Moore.
En la serie documental La historia no contada de los Estados Unidos (2012), Oliver Stone (Snowden, Nixon, Platoon, Nacido el 4 de julio, Wall Street, Asesinos natos,…) representa su visión a través de hechos históricos (la crisis de los misiles en Cuba, el asesinato de John F. Kennedy, la guerra de Vietnam, el 11-S o la guerra de Irak, entre otros) y de los presidentes de los Estados Unidos (desde Franklin D. Roosevelt hasta Obama), relatando cómo desde el gobierno se perpetraron golpes de estado, asesinatos, invasiones, guerra económica y espionaje, así como la doble moral de la diplomacia estadounidense o de la política doméstica en eventos como la “caza de brujas” del senador Joseph McCarthy, el movimiento por los derechos civiles de Martin Luther King, las protestas contra las guerras de Vietnam y posteriormente de Irak, el aumento de la deuda, de la desigualdad, el desmantelamiento de los sindicatos, el control de los medios de comunicación, etc.
Mientras que Michael Moore también ilustra en sus documentales la desigualdad (Roger & Me; 1989), la violencia (Bowling for Columbine; 2002), la manipulación mediática y política (Fahrenheit 9/11; 2004), la deficiente asistencia sanitaria (Sicko; 2007) o los abusos y excesos del poder económico en su país (Capitalismo: Una historia de amor; 2009).
Sin recurrir a películas sino a la cruda realidad, ahí tenemos las guerras de Corea, Vietnam o Irak, las continuas injerencias (generalmente prodictaduras) en toda América Latina o la defensa a ultranza del estado de Israel. Así como, en otro orden de cosas, los elevados consumos de ansiolíticos, de drogas, de suicidios, de delincuencia, etc. Por ejemplo, en 2023, se estimaron alrededor de 107.500 muertes por sobredosis de drogas en los Estados Unidos; a pesar de la incautación de 115 millones de pastillas de fentanilo (50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más que la morfina y que el veterano reportero Vicente Romero describió sus efectos diciendo que convierte en auténticos zoombies a sus consumidores).
Todo esto visto más o menos “en diferido”, pero que también encaja en lo que está ocurriendo en la vida real. Así, puede que ese perfil psicosocial sea la base que explique lo incomprensible, como es la reelección de Trump que, además de parecer un compendio esperpéntico de las películas de Scorsese, pienso que, con su verborrea y a lo bruto, corrobora el análisis descrito de esa Norteamérica, donde puede volver a presentarse y ganar el ya dos veces condenado judicialmente. Una por dos delitos, agresión sexual (prácticamente violación) y difamación; y otra por 34 cargos de falsificación de registros comerciales para encubrir otro escándalo sexual (sus relaciones con una actriz porno). Que, además, figura en la “lista Epstein” (relacionada con delitos sexuales) y que dijo que a las mujeres había que “agarrarlas por el coño” (para papeles, mejor dicho papelones, el de Melania Trump).
Por tanto, un delincuente convicto (que se sepa, el primero en ser presidente), con las pruebas suficientes, según el informe del fiscal especial, para condenarlo por haber intentado ilegalmente alterar el resultado electoral para mantenerse en el poder; más dos impeachments (uno por abuso de poder y obstrucción del Congreso y otro por insurrección y su papel en los sucesos del Capitolio). El presidente de las más de 30 mentiras diarias en su anterior mandato, que antes ofrecía cursos engañosos, contaba con varias quiebras empresariales y también deudas importantes. Es decir, aquí la realidad vuelve a superar con creces a la ficción, ya que es difícil elegir a alguien peor o más nefasto.
Así que, completando el eslogan con el que se le llena la boca al actual mandatario norteamericano, debería decir American First Psycho (Primer Psicópata Americano). Y el segundo también lo tiene cerca, marcado con X.