A tu madre no le levantes la voz, ¡Eh!

El pensamiento débil, aquella reivindicación intelectual del pasado siglo apadrinada por Gianni Vattimo, sostén del genérico y ya caduco término de la postmodernidad, por el que se entronizó la aversión a la profundidad, dio paso al wokismo, otro término más para indiferenciar lo sencillo de lo simple

La excongresista de los Estados Unidos, Marcia Fudge, sosteniendo una camiseta con la frase "Stay Woke: Vote" en 2018

La excongresista de los Estados Unidos, Marcia Fudge, sosteniendo una camiseta con la frase «Stay Woke: Vote» en 2018. Wikipedia

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Entre las múltiples frases que escuchamos en la niñez, al menos los que aprendimos lo más básico en blanco y negro, se encuentran expresiones que ya ni forman parte del baúl de los recuerdos: “tómate el zumo que se le van las vitaminas”, de cuando el jugo no era de bote ni llevaba gas; “la cama tiene que estar hecha, por si te tienen que traer a casa por un accidente”, en aquellos tiempos cuando la ambulancia era para casos de práctica defunción; y la más desconcertante, “si te riño, es porque te quiero”, que producía un curioso efecto de esquizofrenia afectiva difícilmente superable en la adultez.

Como vaya yo y lo encuentre…

Esa era otra, pero la más usada para justificar ir a una supuesta moda de antaño, llevar ropa que ninguno de tus amigos se ponía y seguir usando unos zapatos donde los dedos se hermanaban con las sardinas en lata, se argumentaba con un “es que vas así porque te quiero perfecto”; lo de atusar el pelo con saliva, es un mito. El mundo del enunciado maternal se completaba con apelaciones constantes a la verdad absoluta, enunciando de manera reiterada, incluso cuando se te daba por resultar cercano, opinando: “¡Te lo dije o no te lo dije!” o “¡Te lo digo por tu bien!”. Nada como el valor de un consejo materno, nunca solicitado.

El pensamiento débil, aquella reivindicación intelectual del pasado siglo apadrinada por Gianni Vattimo, sostén del genérico y ya caduco término de la postmodernidad, por el que se entronizó la aversión a la profundidad, como ideica, dio paso al wokismo, otro término más para indiferenciar lo sencillo de lo simple. Ese “estar despìerto (woke)”, despectivo para la derecha y enfatizado por la izquierda, trajo, en su preñez, la cultura de la cancelación.

Pues bien, todo eso, ya lo inventaron las madres del pasado siglo. Las de ahora, con ser madres, ya tienen bastante, sobre todo las monoparentales (que, por cierto, debieran ser, en realidad y haciendo caso a la ¿líder? de Sumar, Yolanda Díaz, el primer caso mundial de lideresa de tercera, llamadas monomarentales). Lo que pasa es que cancelaban a su manera, zapatilla en mano o con las frases lapidarias que te hacían salir de casa con una imborrable mezcla de sentido del ridículo y traición genética. 

Y abrígate, que hace frio

Sobre todo, ya en primavera, la ilusión de “salir a cuerpo” siempre tenía que ser a hurtadillas; y pobre de ti sí te resfriabas. Incluso en verano, una rebequilla nunca estaba de más, porque por la noche refresca. Acudiendo a esa sabiduría que dan los partos, lo woke e incluso la cancelación toman cuerpo en ese discurso maternofilial tan útil para andar por la vida.

Atender a la sapiencia progenitora, permite entender este nueva Weltanshauung antitrumpera, Por buscarle los tres pies al perro, mascota más woke que el gato, por su preeminencia actual sobre el deseo de descendencia, localizar el fundamento ideológico del wokismo tiene más factura de bata de guata que de barba hispster. Y así, las disputas sobre el racismo se zanjarían con “lo negro del plátano, también se come”, la apelación a la desconfianza enfermiza y la filosofía de la sospecha se despacharían con un “si te castigaron es poque algo habrás hecho”, la consideración sobre las opciones sexuales se zanjarían con un “Pero ¿Que he hecho yo para merecer esto?”, y la eliminación de lo opuesto, con ninguneo manifiesto incorporado, sería un radical y efectivo “No hagas eso, que te, que te, que te, …”. La eficacia del amagar sin dar, otra prerrogativa más otorgada en el paritorio, eso que ahora, pomposamente, llaman la autocensura.

Con el arrase desde el flanco derecho, empresas como Disney o Walmart en Estados Unidos, aunque con una repercusión todavía menor en la circunspecta y ceñuda Europa, comienzan a renegar de sus veleidades liberales. Y, como una ola expulsiva y canceladora, también llegará a España, recomendamos a las empresas de renombre que, para volver a lo tradicional, a “lo de toda la vida” y hacerlo comprensible, pongan en sus Consejos de Administración, como una maniobra más de Compliance, una madre tradicional, aportada por alguno de los consejeros, dada la edad media que suelen gastar, que acuda a las reuniones con bata guatiné y zapatillas, a poder ser con un pompón. Y que empiece sus intervenciones con un contundente, “Si, si, de puertas para afuera todo es fiesta, y de puertas para adentro todo molesta. Y esto es así porque lo digo yo que soy tu madre, … y punto”.

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