Actualizado
Tavares atribuye su salida de Stellantis a «desacuerdos estratégicos» y valora entrar en la lusa TAP
El exconsejero delegado de Stellantis admite que su posición a favor de la protección al medio ambiente pudo generar "discusiones" con la cúpula de la empresa que califica como "legítimas", pero que le llevaron a querer separarse "amistosamente" de la firma
Carlos Tavares, exconsejero delegado de Stellantis, atribuye su salida del grupo a desacuerdos “estratégicos” sobre el futuro de la compañía. Sin entrar en detalles sobre las diferencias con el consejo de administración, el empresario portugués ha admitido que la decisión se tomó de común acuerdo con el presidente de la compañía, el italo-estadounidense John Elkmann.
Así lo ha apuntado en una entrevista en el diario luso ‘Expresso’, recogida por Europa Press, en la ha calificado el momento que vive la industria de la automoción europea como «darwiniano». «Cuando te enfrentas a una tormenta, tienes que dirigir el barco en función de las olas. No se puede discutir sobre la mejor manera de afrontarlas».
Separación “amistosa”
El exresponsable ejecutivo de Stellantis admite que su posición a favor de la protección al medio ambiente pudo generar «discusiones» con la cúpula de la empresa que califica como «legítimas», pero que le llevaron a querer separarse «amistosamente» de la firma.
Sin considerar que su marcha precipitada –estaba previsto que agotase el mandato hasta 2026– haya podido crear algún problema en el seno del grupo automovilístico, Tavares entiende que abandonó Stellantis «con el sentido del deber cumplido».
«Unos 43 años en la industria del automóvil, de los cuales 20 a nivel de comité ejecutivo y 10 al frente de una empresa automovilística, es tiempo suficiente para hacer todo lo que crees que debes hacer», sentencia.
Preguntado sobre si volvería a tomar la decisión de abandonar Stellantis, Tavares dice que «con seguridad» adoptaría de nuevo esa postura en estos momentos.
Participación en TAV
En la misma entrevista Tavares ha apuntado que está estudiando ser parte activa de la privatización de la aerolínea lusa TAP, tras un «llamamiento patriótico» del país vecino para que así sea.
«He recibido peticiones de muchos amigos y lo que me parece obvio es que se debe reflejar el interés estratégico para Portugal y los portugueses de TAP«.
Tras una carrera de cuatro décadas en el sector de la automoción –pasó por Renault, Nissan, PSA y, más tarde, Stellantis, que él mismo ayudó a crear–, Carlos Tavares vuelve a Portugal, donde ya tiene varias actividades, que van desde el turismo hasta la producción de vino.
A juicio del empresario europeo, el único objetivo que debe prevalecer en la privatización de TAP es «encontrar la mejor solución para Portugal» teniendo en cuenta que, de entrada, el Estado luso y los ciudadanos portugueses, ha dicho, deberían ver el reembolso de los cerca de 3.200 millones de euros inyectados en la empresa durante la pandemia para evitar su desaparición. «Es una cuestión de solidaridad», ha aseverado.
De cara al futuro, el directivo considera que la creación de un «segundo aeropuerto» en la ciudad de Lisboa abrirá «un capítulo muy importante» en el crecimiento rentable de la empresa, ya que, en estos momentos, las limitaciones de mejora para TAP proceden, principalmente, de la supresión de franjas horarias operativas.
«Es un tema que tiene que ver con la estrategia del país, tiene que ver con la industria turística, que representa el 12% del PIB del país, por lo tanto es sumamente importante», ha apostillado.
Tarea complicada
Sin embargo, transformar TAP en una «empresa de éxito», según Tavares, no es nada fácil, ya que será necesario alinear los intereses del Estado, los ciudadanos y los empleados junto a los directivos e inversores.
«Si asumimos que TAP es una herramienta estratégica para el desarrollo de Portugal, debemos tener el control de esta herramienta y no crear riesgos vendiendo la compañía a un país competidor», ha puntualizado en referencia a las ofertas lanzadas por el grupo IAG sobre la aerolínea ibérica para añadir: «Podría haber sinergias con otra empresa, pero el control debe seguir siendo portugués».
Así las cosas, Tavares no siente que «tener el control» sea sinónimo de que el Estado luso controle una mayoría accionarial del grupo aeronáutico, sino que este «control» podría hacerse valer, acorde a su opinión, con la suma del Estado portugués, de los empresarios portugueses y de los inversores portugueses.
Por el momento, Tavares no se ha sentado en la mesa con el Estado luso para ver cómo se podría articular una futurible operación, aunque sí que ha admitido que ve «razonable» que el Gobierno pueda imponer condiciones debido a su «interés nacional».
«Si hay 12 interesados es porque realmente hay potencial de crecimiento rentable para la empresa», ha sentenciado para concluir, preguntado sobre si estaría dispuesto a asumir algún rol «ejecutivo» dentro de la futura TAP, que ya no tiene «ni ganas ni competencia» para ello en el ámbito del transporte aéreo.