Cuenta atrás para la salida a bolsa de Puig, segundo mayor accionista de Lonia y de Adolfo Domínguez
El grupo catalán, propietario de un 25% de Lonia y de un 14,8% de Adolfo Domínguez, ultima su salida a bolsa y se marca como objetivo los 10.000 millones de valoración
Contrarreloj en Puig. La compañía catalana encara la recta final de un proceso de salida a bolsa con el objetivo de salir a cotizar en la primera mitad de 2024. De esta manera, se abre una nueva etapa para un grupo que despliega sus tentáculos en Galicia a través de dos participadas: Adolfo Domínguez y Sociedad Textil Lonia.
La firma que preside Marc Puig maneja una participación del 14,8% en la cotizada ourensana y un 25% en Lonia tras la compra hace casi diez años de las acciones que estaban en manos de Louis Vuitton. Se trata de dos históricas empresas gallegas controladas por el clan Domínguez. De Adolfo y su hija Adriana Domínguez en Adolfo Domínguez a Jesús Domínguez y sus hermanos Francisco Javier y Josefina en Lonia.
Puig ejerce como segundo máximo accionista en ambas. En el caso de Adolfo Domínguez, su participación del 14,8% supera a la del 10,3% de Libertas o el 10,2% de Luxury Liberty y es tan solo superado por el 31,5% de Adolfo Domínguez, fundador de la compañía, que en mayo de 2020 dejó en manos de su hija Adriana la presidencia de la firma de moda de autor. Mayor es todavía la influencia de Puig en Sociedad Textil Lonia. Su capital se reparte a partes iguales entre cuatro grandes accionistas.
La huella de Puig en el textil ourensano
Y es que Puig es propietario de un 25% de la firma que comercializa marcas como CH Carolina Herrera y Purificación García. Es un porcentaje idéntico al que ostenta Jesús Domínguez (padre, además, de las fundadoras de Bimba y Lola) a través de su sociedad patrimonial Tapru y al de otras dos sociedades: Altagracia Proyectos y Ver IV Proyectos. La primera está impulsada por Francisco Javier Domínguez (hermano de Jesús Domínguez) y María del Carmen Rodríguez. Al frente de la segunda, por su parte, se encuentran Josefina Domínguez (hermana de Jesús Domínguez) y Manuel Ramos.
Los vínculos de Puig con las dos compañías gallegas se han llegado a prolongar desde el accionariado hasta su propio consejo de administración. En él tienen dos asientos reservados para Marc Puig (presidente de la firma catalana) y Manuel Puig. Se trata de una situación similar a la que se vivía en Adolfo Domínguez, de cuyo consejo de administración formó parte hasta 2017 José Luis Nueno en representación de Puig.
Pero, además de esta doble relación, Puig también cruza sus caminos con Adolfo Domínguez y Lonia a través de unas alianzas comerciales que en el caso de esta última se remontan hasta finales del siglo pasado. Fue entonces cuando Puig firmó con Lonia un acuerdo de licencia para la producción y distribución de Carolina Herrera mediante el cual la empresa gallega se hizo con sus derechos de comercialización de la que ahora es, junto a Purificación García, su principal buque insignia. En el caso de Adolfo Domínguez, Puig ha sido la encargada de comercializar desde el año 2022 los perfumes producidos por la firma de autor ourensana.
Los números de Lonia y Adolfo Domínguez
Durante esta etapa como aliado y socio de Adolfo Domínguez, Puig ha vivido en primera persona el proceso de transición en la presidencia de la compañía, así como un plan de ajuste centrado en el cierre de tiendas con el que la compañía ourensana logró escapar de números rojos en 2022. Y es que Adolfo Domínguez regresó a beneficios tras siete años en pérdidas al embolsarse 159.000 euros, cifra que contrasta con los 9,3 millones que se había dejado en un 2021 marcado por los últimos coletazos de la pandemia.
La firma ourensana enderezó el rumbo de su cuenta de resultados tras disparar su facturación un 24% y llevarla hasta los 114,2 millones de euros. Este crecimiento en ingresos se ha prolongado en la primera mitad de este año, en el que estos han repuntado un 14,2% hasta alcanzar los 56,7 millones de euros, algo que, sin embargo, no ha impedido que la firma haya regresado a unos números rojos por valor de 3,4 millones de euros.
Por su parte, la otra gran apuesta de Puig en Galicia (Sociedad Textil Lonia) finalizó su ejercicio fiscal 2021-2022 con los mayores beneficios de su historia (unos 50 millones de euros), y con unas ventas por valor de 347 millones de euros.
Desde Puig llegaban a poner cifra en su memoria anual del año 2021 (las del 2022 no se encuentran todavía disponibles en el Registro Mercantil) al valor en libros de su participación. Este se había elevado desde los 110 millones de euros hasta los 125,3 millones, situándose así muy por encima de los 6,7 millones de euros a los que asciende el valor de mercado de su 14,8% en una Adolfo Domínguez que capitaliza 45 millones de euros en el Mercado Continuo.
Puig apunta a los 10.000 millones
De esta manera, la bolsa española se prepara para dar entrada a otra empresa con vinculación con Galicia. Según el diario Cinco Días, Puig trabaja con asesores como STJ, JP Morgan, Goldman Sachs, Linklaters y Cuatrecasas de cara a un desembarco en el parqué mediante el cual la firma aspira a obtener una valoración cercana a los 10.000 millones de euros.
El grupo catalán viene de cerrar 2022 con una cifra de negocio de 3.620 millones de euros, lo que representa un salto del 40% respecto al ejercicio anterior, así como un beneficio neto de 400 millones de euros (un 70% más que en 2021). Su hoja de ruta contempla alcanzar los 4.500 millones de euros en ventas ya en 2025.
La posibilidad de salida a bolsa ya fue deslizada por el presidente de la compañía a mediados del año pasado. A través de una entrevista con el Financial Times, Marc Puig abría la posibilidad a dar entrada a un inversor en su capital o a, directamente, salir a cotizar. El ejecutivo detallaba los beneficios de apostar por esta segunda vía. “Las dificultades pueden aparecer, especialmente en la transición entre generaciones. La búsqueda de un liderazgo, la falta de entendimiento, una pérdida de pasión…», advertía, antes de destacar que su desembarco en el parqué permitiría a la compañía «ser medible ante el mercado», lo que traería «una disciplina y un rigor que asegura que esos problemas no surjan”.