José María Arias y el final del sueño de Barrié de la Maza

El peso de la historia siempre oprimió de alguna manera a los herederos de Pedro Barrié de la Maza. Y a veces se hizo insoportable. Un estigma con el que convivieron durante años los dos sobrinos de la condesa de Fenosa, Vicente y José María, al frente del extinto Banco Pastor de forma mancomunada desde 1995 y hasta que el más joven, fallecido este martes en Madrid a los setenta años, se hizo con la presidencia única y todo el poder. Lo cuenta el periodista Julián Rodríguez en Señores de Galicia (La Esfera de los Libros, 2008). Pero antes de todo ello ya se habían cruzado en el camino muchos otros problemas, que precipitaron el ocaso del grupo industrial de Barrié.

Tras la muerte de su marido, en marzo del 71, Carmela Arias y Díaz de Rábago comienza a convivir desde la presidencia del banco con tormentas que golpean los hasta entonces buques insignias de Barrié. El primero, Astano. Las dificultades tuvieron su origen en la forma de financiar la expansión del astillero, pues se recurrió mayoritariamente al crédito bancario a través del Pastor. La situación, que se hizo delicada incluso para la solvencia de la entidad, forzó el desembarco en Astano del sector público, a través del Instituto Nacional de Industria (INI). En el 79 llegaría el adiós definitivo del Pastor a través de una operación acordeón (reducción del capital a cero y posterior ampliación) que convertía al Estado en único accionista del astillero de Fene.

Tutela y relevo en el Pastor

Si en los setenta le tocó el turno a la reestructuración constante y a la salida a Bolsa del Pastor, los ochenta darían carpetazo definitivo al sueño industrial de Barrié de la Maza. Procedente de la Secretaría de Estado de Economía, a finales de esa década, se incorpora a la entidad financiera coruñesa, en calidad de consejero delegado, un intelectual afable y muy inquieto, especializado en comercio exterior y, a fin de cuentas, el hombre que le daría nuevos aires, en sintonía con el Banco de España, supervisor del sistema bancario español. Se trataba de Guillermo de la Dehesa Romero, progresista confeso y adicto a todo cuanto de aperturismo económico conllevase un liberalismo que ya entonces abrazaba sin fisuras el Gobierno de Felipe González.

Con los años, Guillermo de la Dehesa se afanaba por tutelar, a su estilo y envuelto en cientos de compromisos, como los que conllevaba la presidencia del Consejo Superior de Cámaras de Comercio y su puesto en Goldman Sachs, el aprendizaje y rodaje interno de los hermanos Arias, Vicente y José María. De acuerdo con el relato de Julián Rodríguez en Señores de Galicia, los sobrinos de la condesa, sabedores del futuro que les aguardaba, agazapados en la asesoría jurídica del banco, fueron conociendo durante años los entresijos del banco envueltos prácticamente entre algodones. En febrero del 95, cuando la condesa cumplía 75 años, ambos hermanos se hacían cargo de la primera línea ejecutiva. Contaban entonces con 48 y 41 años. La sucesión comenzaba a tomar cuerpo. De la Dehesa dejaba así el cargo de consejero delegado en un relevo dentro de un grupo que asumía un proceso de sucesión singular propio de una empresa familiar, contando que Barrié no tuvo hijos, y dando paso a los sobrinos de su viuda.

El final del camino

Seis años más tarde, en octubre de 2001, el nombramiento de José María, el más joven y tímido del tándem, como presidente del Banco Pastor, no sorprendería a casi nadie. Vicente se encargaría, desde una vicepresidencia, del grupo empresarial en lo que suponía ya su ocaso. Ellos iban a escribir las últimas líneas de la relación accionarial del Pastor con Unión Fenosa, hoy en manos de Naturgy, el nuevo nombre de Gas Natural. Y lo que no sabían en ese momento ambos hermanos es que la etapa de José María en la presidencia del banco acabaría con el abrazo de la fusión por absorción con el Popular, en 2012, del que fue vicepresidente, hasta la quiebra definitiva de este y su integración en el Santander de Ana Botín. Fue en ese momento, en septiembre de 2018, cuando se escribió el capítulo final para el sueño industrial y financiero de Pedro Barrié de la Maza.