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Adiós a Fernández Tapias, el naviero que siempre tuvo un salvavidas cerca
El empresario vigués afincado en Madrid supo rodearse bien en los negocios y vender a tiempo, como hizo en 2004 con su naviera a la canadiense Teekay, y arrastró sonoras rupturas matrimoniales
Practicante de todo tipo de relaciones si de lo que se trataba era de cerrar un acuerdo o entrar en un consejo de administración, el nombre de Fernando Fernández Tapias ha saltado del papel salmón al couché con la arritmia propia de quienes bailan en todos los saraos, desde empresariales a políticos, sin olvidar los sentimentales. Y así, de reservado en reservado, de tendido en tendido, desde principios de los noventa, dibujó una particular década prodigiosa que con el comienzo de siglo semejaba tocar a su fin, tras varios años haciendo caja con la venta de sus empresas, daba igual signo y sector, tanto navieras como conserveras o de transportes. F. F. para sus amigos (Fefé en el patio mediático), el naviero vigués falleció esta madrugada en Madrid, lejos de su ciudad natal, Vigo, y de los hermanos que todavía le quedan, y tras más de un desencuentro con algunos de sus hijos, de tres matrimonios.
Pero si de algo pudo siempre presumir el naviero fue de tener un salvavidas cerca para salir a flote en los momentos más delicados. Hasta hace unos años tan rico como endeudado, Fernández Tapias supo salir airoso de dos matrimonios de los que marcan. El primero y quizá más controvertido, con Chiqui Riva Suardíaz, hija de un naviero que se encontraba entre los empresarios habituales de El Pardo durante el franquismo y que puso a sus pies un emporio naval como Vapores Suardíaz cuando el vigués contaba con tan sólo 25 años. Lo relata el periodista Julián Rodríguez en Señores de Galicia (La Esfera de los Libros, 2008).
Un joven Fernández Tapias
A la compañía asturiana había llegado un joven Fernando que ya tenía maneras de dandi y que a los quince años había abandonado los estudios, dispuesto a trabajar como aprendiz de comercial. Procedía de la pequeña empresa conservera de su familia, desde donde recorría a madrugón por día un camino de ida y vuelta con destino en la lonja de Vigo para abastecer de materia prima a la fábrica y sin otra aspiración que la de cumplir con su padre y llegar a fin de mes. La suya era una saga oriunda de Cataluña afincada en Vigo con cierto linaje por parte de madre, pero con poco bolsillo para dar cobertura a las aspiraciones de once hermanos.
Y si por aventuras empresariales se pueden contar los matrimonios de Fernández Tapias, por lo que le han beneficiado o por lo que le han costado, no cabe duda de que el segundo, con Juana Courel, multimillonario divorcio incluido, resultó ser de los que hacen tambalear una cuenta corriente de la noche a la mañana.
El patrimonio acumulado por el naviero en todos esos años, las empresas que había levantado y los consejos de administración en los que se sentaba sin duda hicieron brillar los ojos de una abogada como Concha Sierra, que pasó entonces a defender los intereses de su hasta entonces mujer, y que en treinta años de ejercicio había mediado en las rupturas de Carmen Martínez-Bordiú, Alicia y Esther Koplowitz, Manuel de la Concha y Julio Feo, entre otros. Fefé también tuvo tiempo en esos años para sonadas canas al aire como la protagonizada con aquel proyecto de actriz y modelo llamado Mar Flores.
La retirada de los negocios
De acuerdo con el relato que ofrece Julián Rodríguez en Señores de Galicia, al final de su carrera empresarial, casado con Nuria González, de familia bien del PP y a la que ha hecho accionista de sus sociedades, el vigués comenzó a contar por ventas sus operaciones empresariales.
Con fieles como Lalo Azcona, se deshizo en 2004 del gran portaaviones de su holding, la naviera (cuatro gaseros, nueve petroleros y contratos de transporte hasta el 2050, su gran activo) por unos 600 millones de euros al grupo canadiense Teekay, en lo que muchos leyeron como un repliegue ordenado de la primera línea de batalla para pergeñar una sucesión de esa familia que sí pudo elegir, sus hijos, pero que sin embargo también han sido fuente de conflictos en los últimos años.
Retorno fallido a Galicia
No se puede decir que Fernández Tapias no llevase Galicia en el corazón. Tampoco si se trataba de negocios. Fue sobre todo al final de su vertiginosa carrera empresarial cuando decidió invertir en su tierra, con la vista puesta en la creación de un gran grupo conservero, para liderar un sector tan atomizado como falto de músculo financiero.
Tras treinta años siendo naviero en Madrid, comenzó la nueva singladura con la adquisición de conserveras como la arousana Peña (en su momento, 12 millones de euros en ventas y unos 200 empleados) o Portonovo, con el objetivo de sanearlas y fusionarlas con otras compañías. Pero fue una vuelta a los orígenes con final amargo. Poco quedaba de aquel sector conservero que décadas atrás le había visto nacer como empresario. Tras varios años de saneamiento, enjugando pérdidas, decidió vender ambas firmas. Como hizo con su naviera. Siempre le quedó el Real Madrid.