González Laxe, el economista necesario
El catedrático y expresidente de la Xunta recibe un cálido homenaje en la Universidade de Santiago por parte del Foro Económico de Galicia por una jubilación que, en su caso, se limita a “un simple trámite administrativo”, como recordó González Páramo
Paul Krugman se despide como columnista de The New York Times después de 25 años y su decisión resuena ligeramente en las paredes nobles de Fonseca, kilómetro cero del saber en la Universidade de Santiago. Y es que a muy pocos de los allí congregados este miércoles parecía importar la decisión del Premio Nobel de Economía 2008, que deja el rotativo en vísperas de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Los presentes, más de un centenar, cantidad y calidad, estaban mucho más pendientes de saber cuáles van a ser los pasos de otro catedrático, también adicto a la escritura, a partir de ahora. Y es que Fernando González Laxe recibió este miércoles un cálido homenaje en la Universidade de Santiago por parte del Foro Económico de Galicia por una jubilación que, en su caso, se limita a “un simple trámite administrativo”, como se encargó de recordar otro catedrático, José Manuel González Páramo, durante su intervención.
Santiago Lago fue quien citó a Krugman, como Pérez Touriño, otro de los invitados para la ocasión, hizo lo propio con Keynes y su legado. El director del Foro Económico de Galicia reconoció ante los presentes que Laxe se había resistido a la celebración de un acto como el de este miércoles y animó al catedrático de Economía Aplicada a seguir con lo que mejor sabe hacer: transmitir conocimiento. “Necesitamos a Fernando veinte años más, si la familia le deja, claro”, demandó el director del foro ante la mujer del coruñés, Rosa Liaño.
La maestra y el profesor mercantil
“Cercano y generoso, natural e inspirador”, como aplaudió Emilio Pérez Nieto, otro nombre propio entre los que intervinieron en el acto de Fonseca, González Laxe se ha convertido con el paso de los años en lo más parecido a una incuestionable referencia en lo suyo, la economía aplicada, con Galicia como punto de fuga. Ya no es solo aquel economista de salitre, como le gustaba definirse cuando le preguntaban por su relación con el mar. Está mucho más cerca del economista necesario, aquel que siempre está y al que siempre se acude.
De una u otra forma, todos aquellos que participaron en el homenaje a Laxe cincelaron con sus palabras esa condición, la de economista necesario, para este coruñés de madre maestra y padre profesor mercantil, como se encargó de glosar otra catedrática, María Xosé Rodríguez Galdo. Ejerció de maestra de ceremonias la profesora María Cadaval, que como los hilos de una madeja que cae al suelo, recordó aquella última clase en la Facultad de Económicas, en A Coruña, en mayo del año pasado, y el magisterio de González Laxe ya no dejó de rodar por Fonseca durante toda la cita.
Un día de emociones
Este miércoles se ha visto a un Laxe a ratos incómodo por tanto énfasis y tanto adjetivo. Y también al catedrático y político emocionado al recordar pasajes y personas. El expresidente de la Xunta cerró su propio homenaje, ante la ausencia precipitada por cuestiones de agenda del rector de la USC, otro de los participantes. “Aprendo todos los días”, dijo. Y, en su turno, los agradecimientos tomaron la palabra: “Soy deudor de muchas personas”.
González Laxe guarda en su particular hatillo curricular la marca de haber sido el presidente de gobiernos democráticos más joven de cuantos ha habido en España. Y también el expresidente más joven. Accedió a la Xunta con 35 años. Otro récord: aquel 17 de diciembre de 1989, cuando Manuel Fraga logró una justísima mayoría absoluta, el PSdeG-PSOE había obtenido veintiocho escaños, nunca alcanzados desde entonces.
El tripartito al fondo
Heterodoxo antes que díscolo, el expresidente sabe lo que es tener el viento en contra y, pese a ello, seguir remando. Lo hizo desde la Xunta, cuando el Gobierno de Felipe González le puso la proa, que llevó incluso al líder socialista a no pisar Galicia en la campaña de las autonómicas de 1989. Por ser, Laxe ha sido hasta marinero en tierra, como cuando presidió Puertos del Estado en Madrid e impulsó una inédita ley consensuada con todas las fuerzas políticas en aquel segundo y último mandato de Rodríguez Zapatero.
En su despedida en Fonseca, Laxe tuvo tiempo de poner en valor aquel lejano Gobierno tripartito, por tres cuestiones: “Haber demostrado que es posible un gobierno de coalición y que funcione, también haber sido disruptivo y lograr avanzar a la vez, y ser riguroso sin dejar de ser sensible ante las demandas de los ciudadanos”. Visto lo visto en Fonseca, hay Laxe para rato.