Saito lo consigue: Yamaha deja de producir en EspaƱa

El Grupo SesĆ© se queda con la factorĆ­a de Palau-solitĆ  i Plegamans y con la inmensa mayorĆ­a de la plantilla, que recibe una indemnizaciĆ³n del grupo nipĆ³n de 80 dĆ­as por aƱo trabajado

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Junzo Saito, el presidente de Yamaha España, respira tranquilo. Desde este sábado el Grupo Sesé, una compañía logística aragonesa, se queda con todos los activos de la factoría de Palau-solità i Plegamans (Barcelona). Completa una retirada del país que le ha costado sangre, sudor y lágrimas. Empezó el 17 de diciembre de 2010, cuando el histórico directivo de la multinacional, Jorge Lasheras, anunció que abandonaba el consejo de administración tras 35 años vinculado a la compañía.

Un mes más tarde, Saito anunciaba que querían centrar la producción en el sur de Europa en una sola factoría debido a una reestructuración global de Yamaha. Con la legislación en la mano, era más sencillo cerrar la fabrica del Vallès Occidental (Barcelona) que el centro de producción de Saint Quentin (Francia). Y repitió la fórmula aplicada en otras deslocalizaciones: retribuir generosamente a la plantilla y echar el cierre. Pero lo que parecía una operación muy sencilla, se enquistó.

Fuerza sindical

El directivo japonés contrató los servicios del bufete internacional Baker & McKenzie y llamó a la puerta del conseller d’Empresa i Ocupació, Francesc Xavier Mena. El profesor de Esade había jurado el cargo hacía unas semanas y pecó de inexperto. Las primeras declaraciones relativas al conflicto laboral fue pedir al comité de empresa del fabricante de motocicletas que “escuchara” las propuestas de la dirección.

Todos los implicados aseguraban que el pacto con la plantilla era cosa de “semanas”. Pero no contaron con un elemento crucial en esta deslocalización: los 417 trabajadores están representados por un sólo sindicato, CCOO. En un primer momento, había varias voces en la factoría. Algunos preferían aceptar la retribución que planteaba la dirección de Yamaha y otros querían sentarse a negociar tranquilamente. Los tropiezos políticos y empresariales fueron básicos en este momento y a principios de abril del 2011 ya se actuaba con una sola voz, la de Óscar Rivera.

El presidente del comité de empresa ha sido el principal dolor de cabeza para Saito, quien a lo largo de todo el conflicto se ha instalado en Catalunya.

Expediente de regulación

A finales de mayo, el directivo recibió un golpe duro: la Generalitat denegó el expediente de regulación de empleo de Yamaha. La compañía no estaba en pérdidas, por lo que no se podían aprobar los despidos masivos sin un pacto con la plantilla. Y Rivera tensó la cuerda al máximo, incluso hizo oídos sordos a algunas directrices que le llegaban desde Barcelona.

Fuentes conocedoras de la operación afirman que la cúpula del sindicato recomendó que se aceptaran las condiciones económicas que ofrecía la dirección de la multinacional. Entonces ya superaban los 45 días por año trabajado estipulados por ley, ya que el PSOE aún estaba en Moncloa.

Golpe de timón

Cuando todos los interlocutores que tenía le habían dicho que el cierre era pan comido y que la Generalitat le apoyaría, Saito se encontró en un callejón sin salida. Además, en el primer trimestre de 2011 la multinacional presentó unos beneficios de 262 millones de euros, el 22% más que el año anterior. Y tiró por el derecho. Rescindió el contrato con Baker & McKenzie y contrató los servicios del bufete Cuatrecasas.

Asimismo, firmó un pacto con Alta Partners para buscar una alternativa industrial a la factoría vallesana. Siguió una de las recomendaciones del Govern catalán: repetir la operación de Sony en Viladecavalls, que traspasó los activos a Ficosa. Saito dejó Yamaha en manos del mismo socio que rubricó esta operación, Sergio Alsina.

Pacto

Poco después de separar Yamaha España en dos sociedades diferentes, una para márketing y otra para producción, anunció el pacto con Sesé. El acuerdo se alcanzó en noviembre, pero hasta febrero no se firmó. El comité jugó sus cartas y sumó una gran victoria: antes de centralizar la producción en Francia, Saito pagó indemnizaciones a toda la plantilla de hasta 80 días por año trabajado. Y lo hacía poco antes de que el PP aprobara la Reforma Laboral.

El 30 de marzo era el último que la factoría de Palau-solità i Plegamans (Barcelona) era propiedad de Yamaha. Esta semana sonaron de nuevo las alarmas en la compañía: Alsina resultaba implicado en la presunta trama corrupta en la adjudicación de contratos de la ITV en Catalunya y la magistrada de la sala 9 del Juzgado de Instrucción de Barcelona lo detuvo.

Pero la presunta vinculación del empresario con el caso de corrupción no ha entorpecido el proceso. El Grupo Sesé ya tiene otro centro de producción en Catalunya. 

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