El pulso de Repsol al Gobierno con los 1.500 M€ del hidrógeno: ¿realidad o ficción?
La gran petrolera española ha iniciado una batalla con el actual Gobierno a cuenta del impuesto a las energética, y usará el hidrógeno como rehén
Repsol ha elevado el tono en sus quejas contra el gravamen a las grandes energéticas. Primero fue el CEO de la compañía, Josu Jon Imaz, el que avisó sobre una revisión de las inversiones; y ahora ha sido el presidente, Antonio Brufau, el que ha metido más presión alejando los planes de hidrógeno a Portugal o Francia. Sin embargo, surgen las dudas sobre la posibilidad real de ejecutar esta amenaza.
El punto de partida es el impuesto a las grandes energéticas que, tras la nueva coalición de gobierno entre PSOE y Sumar, genera la posibilidad de que se amplíe la temporalidad inicial de 2022 y 2023. Y esto no ha sentado bien en Repsol.
Desde entonces han dejado claras sus intenciones: si se mantiene, algunas inversiones se irán. En este punto, el impuesto a las grandes energéticas ha sido muy criticado por la petrolera al entender que le perjudica más que a las eléctricas. Empresas que, supuestamente, sí obtienen beneficios caídos del cielo por el impacto del gas en la fijación de precios del mercado mayorista.
Sin poder precisar la necesidad o no del impuesto, la realidad que ha puesto sobre la mesa el presidente de Repsol es la siguiente: están en disposición de mover 1.500 M€ de inversiones en hidrógeno a Portugal o Francia debido al marco de inseguridad jurídica que generan cuestiones como el gravamen.
El experto energético y consultor, Marcos Rupérez, cree que el hidrógeno, en realidad, no pinta nada en este debate. Explica a ECONOMÍA DIGITAL que la introducción de esta tecnología en el discurso de Repsol hace daño a la agenda sostenible del Gobierno.
Ante esta reflexión, Rupérez afirma que los planes e inversiones relacionadas con el hidrógeno se tienen que proyectar con mucho tiempo. Repsol presentó en 2021 su hoja de ruta con esta tecnología donde comprometió una inversión de 2.549 M€ hasta 2030 en España. Por tanto, sería difícil de explicar este movimiento. Pese a todo hay una certeza: técnicamente sí es posible llevarse la inversión a Portugal —lo de Francia parece más difícil al no poder dar uso real al H2, y donde su presencia está relacionada con negocios menores—.
¿Se puede llevar Repsol las inversiones?
El último pulso de Antonio Brufau al Gobierno tiene algunos matices. El experto energético consultado sostiene que llevarse las inversiones, por ejemplo, a la planta de refino de Sines (Portugal) sería algo técnicamente normal. Pero insiste: «Donde no haya una refinería de Repsol, no habrá un proyecto de hidrógeno de Repsol». Esa es la clave. Y en el país vecino no hay más necesidades industriales. Mientras que en Francia, la compañía no tiene.
El hidrógeno como tecnología de producción energética, como sería el gas natural para consumo residencial o industrial, todavía no tiene rentabilidad económica —y solo se piensa en son potenciales alternativas—. Tampoco se está planteando así para la próxima década. En el caso concreto de Repsol, su uso es con el objetivo de descarbonizarse. Es decir, usar renovables para producir hidrógeno verde que, en última instancia, sirve para satisfacer su propia demanda energética.
Otra cuestión que pone en cuarentena el pulso de Repsol tiene que ver con las inversiones ya realizadas, y los proyectos en marcha. «Las inversiones en refinerías que tiene aquí, las tiene que seguir haciendo», sentencia Rupérez. El experto asume que eso es puro negocio, y lo que tenga en funcionamiento deberá continuar.
España, país del hidrógeno
Funcas, Irena, compañías como Iberdrola… que España es uno de los mejores lugares del mundo para invertir en hidrógeno lo dice hasta la propia Repsol, además de todas las entidades antes citadas.
El primer gran uso que tendrá el hidrógeno renovable será como sustituto del gas en procesos industriales. Para eso hay dos factores que se necesitan en abundancia: renovables y agua. Con la segunda España tiene ciertos problemas, pero en cuanto a potencial desarrollo de energías verdes no existen dudas.
Además, Europa tiene unas exigencias medioambientales que irán siendo mayores con respecto al origen del hidrógeno: tendrá que ser ‘verde’. Por tanto, para dar salida a cierta producción de las refinerías españolas, el uso del H2 verde será necesario. Así, para cumplir la amenaza de manera total, también habría que poner en duda el futuro de las propias refinerías. Algo sobre lo que Repsol no se ha pronunciado.
El pulso se mantendrá durante los próximos meses. El Gobierno es consciente de que Repsol no puede cumplir su amenaza por completo, pero deberá encauzar la relación con una compañía que en suelo española da empleo de manera directa a más de 17.000 personas.