El largo cortejo de Puig con la bolsa: ¿pero no estaba muerto el mercado de valores?
La previsible irrupción del grupo de perfume y moda puede animar a otros grupos a salir a cotizar y cortar la deriva descendente de los últimos años
Una golondrina no hace verano, pero contemplar su vuelo puede alegrarte el corazón y transmitir una cierta esperanza, sin falsas ilusiones. La centenaria Puig Beauty & Fashion, propiedad de la familia Puig, puede convertirse en una protagonista destacada de la bolsa española y europea el próximo año o en un futuro no tan lejano. Lo dejó claro esta semana Marc Puig, nada menos que en el Financial Times, un buen medio en el que retratarse de cara a toda la comunidad financiera internacional. Con 4.000 millones en ingresos ya hoy y un beneficio bruto de explotación de 700-800 millones anuales, una dirección firme, crecimiento y liderazgo, ¿cuánto puede valer Puig? Seguro que no menos de 10.000 millones. Palabras mayores.
Puig contempla muy seriamente la opción de cotizar, algo que ya sabía cualquiera que se acercara al conglomerado de los perfumes y la moda y eso es una excelente noticia por muchos motivos. En primer lugar, por la propia situación de los mercados. Ignacio Garralda, presidente de la Mutua, lo explicó perfectamente el pasado miércoles en Foment del Treball en su discurso de ingreso como académico de honor de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, en presencia del también académico Joan Hortalà y de directivos de firmas cotizadas como Gonzalo Gortázar (CaixaBank) o Juan Sánchez-Calero, presidente de Endesa, y de otros que algún día podría estar en el parqué, como Creuheras (Planeta).
Entre otras muchas reflexiones sobre el gobierno corporativo y la realidad empresarial, Garralda denunció “el progresivo alejamiento de las empresas españolas de las bolsas”. Los datos están ahí. En los últimos seis años, el número de empresas cotizadas en la bolsa española ha descendido año tras año, hasta situarse en las 120 compañías cotizadas en el mercado contínuo en la actualidad. La irrelevancia de la bolsa en el conjunto de la economía tiene que ver con múltiples factores, pero hay dos cuyo peso es decisivo.
El primero es el avance implacable de una alternativa poderosa, de relativamente rápida ejecución y muy variada en sus formas, como son los fondos de capital. El private equity ha venido para quedarse. Los gestores de los fondos están atentos a todas las oportunidades y eso lo saben los grupos que controlan las empresas con valor. A la hora de abrir el capital o desinvertir, se inicia el proceso al que también se refirió Garralda en su intervención en Foment -el dual track-, que consiste en explorar a la vez la salida a bolsa y la venta total o parcial fuera del mercado. Esa es la razón por la que muchas empresas ni llegan a cotizar.
Pero hay otro motivo clave. Cotizar en bolsa supone cumplir con una regulación exhaustiva y somete a los gestores al escrutinio constante del mercado. No solo de los analistas financieros, sino de los grupos de interés y los proxy advisors. Su influencia es creciente y cada vez es más frecuente la toma de decisiones relevantes fundamentadas o motivadas por la presión de estos agentes del mercado.
¿Qué hacer? No queda otra, una vez más, que el back to basics. Estoy seguro de que Marc Puig, presidente del citado grupo familiar, ve con buenos ojos la bolsa porque sabe que cotizar tiene múltiples ventajas: otorga liquidez a los accionistas familiares, contribuye a reforzar el gobierno corporativo y, por supuesto, otorga tanto visibilidad y prestigio al grupo como nuevas vías ilimitadas de financiación para compras en caso necesario.
Sin el tamaño de Puig, hay otras empresas catalanas que merodean el mercado de valores, como Volotea, ya en la pista de despegue para hacerlo quizás en el primer trimestre del 2024, y otras. Podría haber bastantes más, como Tous y Europastry, que tienen que dar salida a MCH y Partners Group, sus socios financieros desde hace años, son algunos de los candidatos más claros. En el sector de la alimentación, emergen grupos potentes, como Valls Companys, Tarradellas, Cañigueral y muchos más. Cada uno vive su momento.
¿Darán el paso? Ya se verá. Pero, si finalmente lo hacen, sería bueno que repasaran el discurso de Garralda en Foment. En su alocución final, el directivo de Mutua decía lo siguiente: “Somos los directivos de las empresas los que tenemos que ganarnos la confianza de la sociedad. Y ello solo podrá conseguirse con un nivel de transparencia en la gestión que asegure a los ciudadanos que el sistema de valores que dice tener la empresa se corresponde con la realidad de los hechos”. Luego, tras citar a Nietzsche, concluía que “la transparencia es el sistema inmunológico de los mercados”. Es lo de siempre. Quien hace las cosas bien también está amenazado, pero sabe, al mismo tiempo, que no tiene nada que temer.