Henkell espera el sí de los Bonet para quedarse con Freixenet
Las tres familias accionistas de las cavas celebran este lunes la junta en la que deben aceptar o rechazar la oferta del grupo alemán. Todo depende de una persona
Las familias propietarias de las cavas Freixenet se están reuniendo en las últimas semanas más que nunca ante una situación nueva en sus más de cien años de historia: la venta de la compañía. Este lunes celebrarán la junta universal de accionistas, si no es impugnada por alguna de las partes, que se prevé decisiva.
La junta deberá dar respuesta a Henkell, el grupo alemán de vinos y bebidas que ha presentado una oferta para hacerse con el primer fabricante de cava. Si recibe el sí de más del 50% de las acciones, entonces tendrá que presentar una oferta vinculante, tras culminar la due dilingence, mientras que los accionistas tendrán derecho de tanteo.
El éxito del pretendiente alemán dependerá sobretodo de un apellido: Bonet. Y más concretamente, de José Luis Bonet, presidente de Freixenet. El accionariado de la compañía se reparte en tres ramas familiares: los Ferrer Noguer tienen el 42%, los Bonet Ferrer el 29% y los Hevia Ferrer, otro 29%.
Un 29%, en el saco
Henkell tiene asegurado el sí de esta última saga, ya que fue precisamente Enrique Hevia, vicepresidente de Freixenet, quien, en desacuerdo con la gestión de la empresa, buscó a un comprador para traspasar sus acciones.
Pero con los Hevia no es suficiente para superar el 50% de la compañía. Para empezar, los Ferrer, que controlan la gestión y el accionariado de las cavas con el 42%, no quieren vender y están negociando una contraoferta, por lo que, de entrada, la oferta tiene un tope de aceptación del 58%.
Este porcentaje sería suficiente, pero Henkell debe convencer a los Bonet. Dos de los cuatro hermanos, Pedro y Eudald, están con los Hevia, la que da a la multinacional alemana el sí del 43,5% de las acciones. Todavía insuficiente.
El papel del presidente
La clave la tendrá José Luis Bonet. Es de todos los primos el más cercano a los Ferrer, por lo que está viviendo este proceso como algo traumático, como ha mostrado con sus nervios en la última reunión, hace dos semanas, o al hablar con periodistas del proceso de venta en la presentación del salón Alimentaria.
Si Bonet y su hermana Pilar –o uno de los dos, aunque se da por hecho que Pilar hará lo mismo que su hermano– apoyan a Henkell este lunes, la oferta saldrá adelante. Si no, hasta aquí habrá llegado el pretendiente alemán, siempre y cuando no decida mejorar la oferta para terminar de convencer a los indecisos o dejar fuera de juego a los Ferrer.
A diferencia de los Hevia y los Ferrer, y de sus dos hermanos, el presidente de Freixenet no lo ha tenido nunca claro y ha vacilado entre apoyar o no la oferta de Henkell. Los alemanes lo saben, por lo que, para convencerle, le habrían ofrecido mantener la presidencia de forma transitoria, según publicó La Vanguardia.
Fuentes cercanas a la compañía han explicado que Bonet podría decantarse finalmente por el sí, para pasar página y evitar una guerra todavía mayor en la familia, la que podría provocarse si Henkell fracasa y se quedan las tres sagas enfrentadas por la gestión.
Los Ferrer, en dificultades
Los que por ahora no tiran la toalla son los Ferrer. Controlan las bodegas con Pedro Ferrer como consejero delegado y el ascendente de su padre, José Ferrer, único miembro con vida de la segunda generación, que ocupa la presidencia de honor y cuya opinión todavía tiene mucho peso en la compañía.
Como avanzó Economía Digital, los Ferrer trabajan desde hace semanas para conseguir un crédito de entre 120 y 130 millones de euros que les permita igualar la oferta de Henkell, que valoraría a Freixenet en unos 500 millones de euros.
Como sólo necesitan llegar al 58%, calculan que con una oferta de unos 155 millones –el crédito más recursos propios–, descontando la deuda, pueden igualar a los alemanes.
Sin embargo, las entidades financieras no se lo están poniendo fácil. Tienen dudas de que con la gestión actual, la compañía genere suficiente negocio como para devolver este crédito y, además, los alrededor de 300 millones de deuda bancaria que tiene Freixenet.
Baja rentabilidad
En el último ejercicio del que constan datos, el 2014-2015, la compañía solamente ganó 2,2 millones con una facturación de 503 millones. Freixenet acaba de cerrar este 30 de abril pasado su ejercicio 2015-2016, que se prevé mejor que el anterior por la recuperación en Alemania, pero las cifras están por ver.
Esta baja rentabilidad –Freixenet tiene una docena de filiales con reservas negativas–, que provocó la rebelión de Hevia, también preocupa a los bancos. Por ello, han pedido a los Ferrer que profesionalicen la gestión con directivos externos y que racionalicen costes.
Pero eso no es todo. También han puesto condiciones financieras, que son las que más les está costando de satisfacer. Han pedido garantías por el 70% del crédito, pero los avales no han convencido a los bancos, e incluso alguno se ha descabalgado y no estará en el crédito sindicado.
¿Un socio chino?
Los Ferrer están dispuestos a todo para mantener el control de la compañía, y si no llegan con el crédito, podrían echar mano de algún socio. Aunque por ahora el único nombre propio sobre la mesa es Henkell, los Ferrer están jugando al despiste deslizando que hay otros pretendientes, como alguna empresa china, que también estaría interesada, pero para entrar como sus socios.
No hay nada tangible todavía, pero la entrada de empresas chinas en España en los últimos meses, con compras en todos los sectores, hace que no suene descabellado. Mientras tanto, Enrique Hevia insiste en que la mejor opción es Henkell, por su tamaño –pertenece a un gigante como Dr. Oetker– y por su capacidad de potenciar a la empresa a nivel internacional.
Por ahora, esa es la única oferta, que está sobre la mesa este lunes. Pase lo que pase en la junta, el culebrón no se quedará aquí.