El fulgurante fundido a negro de Jaume Roures en Mediapro
El fundador del grupo audiovisual rechazó su degradación y fue despedido por el accionista hongkonés tras cerca de un año de negociaciones
No está prevista por ahora la clásica cena de despedida –“a Jaume no le gustan nada estas cosas”– ni asoma en el horizonte acto alguno de homenaje, agradecimiento o reconocimiento tras más de media vida en la empresa, de la que el pasado viernes ni siquiera se despidió. Los 7.000 empleados se enteraron de su salida por los medios y, poco después, por la extraña nota oficial del consejo de administración.
En el comunicado había palabras de Tatxo Benet, su alma máter, también cofundador y compañero en mil batallas, pero no suyas. Jaume Roures (Barcelona, 1950), cofundador de Mediapro en 1994 y una de las figuras más relevantes del sector audiovisual de las últimas décadas en España, fue despedido de forma fulgurante el pasado viernes después de un año de intensas negociaciones con Southwind, el dueño de la empresa, para apartarlo del cargo.
“Sencillamente, no se entendían, y el accionista quería que Roures desempeñara un papel mucho menos ejecutivo y él, que se veía pletórico de fuerzas, se empeñaba en continuar en primera línea”, dicen fuentes próximas a Mediapro. Lo cierto es que, desde junio del 2022, todo era muy distinto. En esa fecha se formalizó la operación que sirvió para devolver, una vez más, el equilibrio financiero del grupo audiovisual, cuya historia está tan repleta de éxitos en materia de producción como de angustias financieras.
Una victoria pasajera
La crisis de la Covid y algunas decisiones empresariales, en especial en Francia, le habían dejado tocado. En aquel momento urgía una recapitalización y tras mantener negociaciones a varias bandas que suponían un cambio de control, Orient Hontai Capital -luego, Southwind- se decidió a redoblar su apuesta por Mediapro. Aparentemente, Roures se salvó entonces de la quema, ya que las alternativas que estuvieron cerca de cristalizar implicaban cobrarse su cabeza.
La suya fue una victoria pasajera. Los 620 millones que pusieron los hongkoneses acabaron con la incertidumbre económico financiera pero abrieron otro melón, el del control de la sala de mandos. El statu quo cambió. La dilución de Roures y Benet, que pasaron a ostentar solo el 5% del capital, introdujo la unilateralidad en el pacto de socios que regulaba el reparto del poder. Quien paga, manda, y muy pronto los chinos quisieron pasar cuentas.
Pero el factótum de Mediapro se enrocó. “Hay jugadores que no se saben retirar a tiempo y a Jaume parece haberle pasado esto”, relata un abogado que conoce bien tanto a Roures como lo que se mueve en la planta noble del edificio cercano a la plaza de Les Glòries, sede de Mediapro, en Barcelona. La negociación para adaptar los cargos y funciones a la nueva realidad impulsada por el socio dominante se alargó. Hubo un largo tira y afloja, pero al final siempre acababa todo en el mismo sitio. Y es que Roures no quiso nunca aceptar los tres años de senior advisor que le pusieron sobre la mesa. “Es lógico: Roures quería seguir mandando porque esto lo ha hecho él y no hay más”, insisten las fuentes.
Al final, todo se precipitó de la peor manera posible, con un golpe encima de la mesa de Southwind y el fin de la historia para Roures en Mediapro, donde mantiene por ahora el 5% del capital. En el grupo, con Benet al frente, el mensaje es de tranquilidad. Se ha ido el gran jefe, el hacedor, la figura indiscutible del imperio audiovisual, pero todo sigue igual. El grupo está saneado, las cifras son buenas y la recuperación de los principales mercados y actividades suponen un buen viento a favor.
Una inversión financiera
Hay quien cree que se dan las condiciones para que los chinos traten de hacer caja. Southwind nunca ha estado en la gestión, lo que deja claro que la suya es una inversión financiera, en absoluto estratégica. Si se da la oportunidad, aprovechará para vender con una buena oferta.
¿Y Roures? Quienes le conocen aseguran que no parará quieto. Nunca lo ha hecho, ni en lo que se refiere a los negocios, ni en su implicación en las causas y movimientos políticos y sociales que le interesan. Ex sindicalista en los años 70, el empresario barcelonés siempre ha destacado por su defensa del derecho de autodeterminación de Catalunya. El centro de recogida de datos del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 fue suyo. A sus 73 años, pronto aparecerá vinculado a nuevos proyectos. “Si algo ha demostrado Jaume es que es como el corcho: por mucho que lo envíen al fondo, siempre sale a flote”.