La empresa catalana pierde su pedigrí
Empresas como Pronovias y Ficosa acaban de venderse a capital extranjero, y no son casos aislados ¿Qué pasa en la industria catalana?
Cataluña tiene pocos campeones mundiales en el mundo de la empresa. Uno de ellos es Pronovias, en el campo de los vestidos de novia. Esta semana, su fundador y hasta ahora único dueño, Alberto Palatchi, cerró la venta del 90% de la empresa al fondo londinense BC Partners. Solo una semana antes se cerró la de la mayoría de Ficosa, fabricante de componentes para automoción con un negocio de más de 1.000 millones, al grupo japonés Panasonic. Son dos casos distintos pero que, coincidiendo en el tiempo y junto a otros precedentes, y lo que tiene que venir, dejan una evidencia: algo pasa en la empresa catalana.
Uno de los tradicionales motivos de orgullo del catalán era su tejido productivo. Con mucha empresa familiar, con esfuerzo y carácter emprendedor, en Cataluña se levantaron grandes empresas que vendían en toda España, y muchas de ellas eran capaces también de competir globalmente. Ahora el mapa está cambiando. Empresas grandes, todas referentes de sus sectores, están cayendo en manos de capital extranjero, mientras que los empresarios catalanes no están siendo capaces de generar proyectos nuevos del mismo calado.
Pronovias, Ficosa, Ros Roca y Pans & Company, de empresa familiar catalana a manos extranjeras
Pronovias y Ficosa no son casos aislados. Hace un año, el (cada vez menos) gigante de la alimentación Agrolimen vendió Eat Out, toda su parte de restauración (Pans & Company, etc.), a un grupo portugués. No era la primera desinversión de los Carulla en los últimos años: antes había vendido Arbora Ausonia y Bicentury. También el año pasado se cerró la fusión de Ros Roca con Terberg, que dio la mayoría y la gestión a la empresa holandesa y retiró al empresario de Tárrega (Lleida). En 2013, Revlon compró The Colomer Group. Todos estos son casos de empresas familiares. Otra, Freixenet, lleva año y medio debatiendo su venta.
Abertis es un perfil distinto: cotizada y controlada por el grupo La Caixa. Con una opa encima, y altas posibilidades de una contraopa, es más que probable que el gigante de las autopistas pase a manos extranjeras, sea de un competidor italiano o de un fondo. Y lo mismo puede pasarle a su participada Cellnex. Por mucho que mantengan su sede en Cataluña, como la mayoría de las empresas ya citadas, las decisiones estratégicas se tomarán a miles de kilómetros. Agbar, también del grupo La Caixa y ahora 100% Suez, fue un caso muy similar.
¿Qué pasa en la empresa catalana?
¿Por qué se ha producido la pérdida de todo este capital empresarial catalán? Pese a las diferencias –cada empresa es un caso y una historia propia–, los expertos consultados ven algunos puntos coincidentes, relacionados con los problemas sucesorios que sufren a menudo las empresas familiares y, sobre todo, a la globalización. Además, estamos en un momento de auge de los fondos de inversión, que buscan oportunidades en todo el mundo.
El profesor de la escuela de negocios Esade Jesús Palau explica que en muchos casos en las empresas familiares, la empresa catalana con auténtico pedigree, existen problemas sucesorios. Se dice aquello de que la primera generación lo crea, la segunda lo hace crecer y la tercera lo vende o lo echa a perder. Freixenet está cumpliendo el modelo a rajatabla. En Chupa Chups, hace once años, fue la segunda generación, y en Pronovias, su fundador, al no encontrar sucesión.
Palau cree que estos procesos son normales en un mercado de tamaño mundial. “Las empresas buscan crecer con compras, porque es la forma de ganar mercado rápidamente, y buscan donde sea”. Joan Miquel Piqué, de Eada Business School, coincide con esta visión: “En la medida en que salen al mundo, las empresas juegan en la liga mundial y están más expuestas a ser compradas”.
La empresa catalana se vende: los expertos ven problemas sucesorios y de internacionalización
Pero que puedan ser compradas no significa que tengan que ser vendidas. En algunos casos juega un factor de necesidad. “Algunas empresas han ido pasando generaciones y han agotado el modelo. Están acostumbradas a actuar localmente y cuando lo hacen globalmente, necesitan conocimientos y recursos de los que carecen, y necesitan alianzas”, añade Piqué. Es el caso de Ficosa, como reconoció su consejero delegado, Xavier Pujol, o el de Ros Roca, por no hablar de Freixenet. “Crecer significa cambiar, y no todas lo saben hacer”.
Ambos coinciden en que si hay inversión extranjera es porque hay interés en las empresas, pero también en que hay mucho dinero en el mercado y los fondos de inversión están buscando oportunidades. Desde algunos fondos soberanos, como el de Qatar, hasta los fondos chinos, que, a rebufo del crecimiento del gigante asiático, están saliendo al exterior con los bolsillos rebosantes a la caza de proyectos en los que invertir su fortuna.
¿La política industrial es el problema?
Para Piqué y Palau no hay un problema de política industrial. “No hay política industrial en Cataluña, pero ¿debe haberla? No es su competencia, y es mejor que no la haya a que sea una política de ayuda a los amigos, como se ha hecho en muchos casos”, advierte Palau. El profesor de Esade cree que, si las administraciones quieren ayudar, deben hacerlo como el capital privado: tomando participaciones y exigiendo resultados, como también funciona en países como Alemania, en vez de dar subvenciones a fondo perdido.
Palau considera más importante dónde está radicada la empresa, dónde produce y dónde crea empleo y paga impuestos que la propiedad. “El mercado es global y las empresas toman las decisiones con visión empresarial. Si una empresa quiere hacer una fábrica en África, lo hará igual con capital catalán que extranjero”. Para Piqué, “las lógicas empresariales superan las lógicas de fronteras”, por lo que debemos acostumbrarnos a ello: la empresa catalana pierde su pedigree.