El ocaso de los Pujol Artigas
Ficosa resistió a la guerra familiar entre los Pujol y los Tarragó pero no a la transformación tecnológica del automóvil ni a sus propios vicios
La potente industria automovilística catalana ha perdido a su primer actor nacional. Con 68 años de historia a sus espaldas, la multinacional de componentes Ficosa se ha convertido oficialmente en filial del grupo japonés Panasonic, que ya controla el 69% de la compañía que levantaron los Pujol y los Tarragó. Estos últimos ya sucumbieron tras una ardua guerra familiar, y a los Pujol ya solo les queda una participación minoritaria.
La noticia la ha confirmado esta semana el gigante tecnológico nipón: la compra del 20% adicional de Ficosa –ya tenía el 49%– que estaba en manos de la Generalitat se completó con éxito, con lo que la empresa pasa a ser una subsidiaria de Panasonic. Cataluña pierde así una multinacional propia con una facturación de 1.112 millones de euros –son cifras de 2015, en 2016 la previsión era de 1.500 millones, aunque no hay datos oficiales– y 23 fábricas en 16 países.
¿Qué ha llevado a una compañía con estos volúmenes a entregarse a un grupo mayor? Empezando por las cuentas, los resultados no son del todo sólidos. Facturando más de mil millones, y creciendo, los beneficios fueron solo de 9,9 millones a causa de sus altos gastos. Ficosa tiene la mitad de sus sociedades, 21, en pérdidas, entre ellas la matriz. Si ganó dinero en 2015 fue gracias principalmente a dos filiales: una de las chinas y la polaca. Además, tenía una deuda a largo plazo de 288 millones, que multiplicaba por diez su resultado de explotación.
Xavier Pujol reconoció que sin Panasonic, Ficosa no podía seguir con su transformación tecnológica
Con estas magnitudes, su margen de maniobra era muy estrecho. El consejero delegado de Ficosa, Xavier Pujol, llegó a reconocer que sin Panasonic, la compañía “no tenía dinero para continuar la transformación tecnológica”, según dijo en una entrevista al Ara. En una compañía que factura más de mil millones, es más que sintomático. La valoración de Ficosa en la operación con Panasonic también lo es. Muchas cifras –lo que pagaron a los Pujol y los Tarragó– no se han hecho públicas, pero las que han transcendido –los 64’5 millones pagados a la Generalitat por su 20,8%– valoran a la compañía en 310 millones.
Los problemas de Ficosa se remontan muy atrás, y tienen su base en un modelo de crecimiento basado en comprar baratas empresas con problemas, con estructuras ineficientes y altas deudas. Estos problemas terminan trasladándose a la matriz de la forma que reflejan las cuentas, con muchos gastos y la deuda disparada. También tienen relación con el cisma entre las dos ramas familiares fundadoras de la compañía.
De un taller a filial de un gigante japonés
Ficosa nació en 1949 como un modesto taller de cables mecánicos para automóviles, fundada por Josep Pujol y Josep María Tarragó, suegro y yerno. Los problemas explotaron tras la muerte de Tarragó, en 2009. Josep María Pujol Artigas, presidente y patriarca, empezó a dar más protagonismo a su hijo Xavier y a dejar de lado a su sobrino, Josep María Tarragó, al que en 2011 arrebató la vicepresidencia y despidió.
El cisma fue colosal. El despido fue denunciado y terminó con el primo de Tarragó, Xavier Pujol, ante el juez acusado de falso testimonio en el despido. Fuera de la compañía, aunque todavía con una participación del 44%, los Tarragó empezaron a denunciar públicamente la precaria situación financiera de la compañía. En 2012 comparecieron para decir que Ficosa necesitaba una ampliación de capital de entre 50 y 100 millones de euros, ya que sus resultados eran insuficientes para pagar la deuda y estaba perdiendo oportunidades de negocio en los mercados emergentes. Por ello, pidieron la entrada de un socio.
El cisma de Ficosa terminó con la entrada de un socio, pero la Generalitat siempre estuvo ahí
Quien siempre acudió a la ayuda de Ficosa fue la Generalitat. En 2009 el ICF le concedió un crédito participativo de 20 millones, que no convertía en acciones pese a los impagos. Después de este crédito llegaría otro, hasta los 50 millones que, esta vez sí, en 2015, supondría la entrada de la administración catalana en la compañía. Era una operación redonda para los Pujol, que ya habían llegado a un acuerdo con Panasonic, que supuso la salida definitiva de los Tarragó. Los japoneses, que iban a inyectar cien millones, querían que Ficosa pusiera su parte en el saneamiento de la empresa catalana. Con el apoyo de la Generalitat, los Pujol siguieron manteniendo el control aunque Panasonic ya tenía el 49%.
El apoyo de la Generalitat tenía fecha de caducidad y terminó en marzo, cuando anunció que, antes de lo previsto, vendía su 20,8% a Panasonic, lo que daba el control total a la compañía nipona. De esta manera, Ficosa podrá reorientarse hacia componentes con mayor tecnología, mientras que el gigante japonés da un paso adelante en el segmento de los componentes.
A la compañía catalana también le sirve para resolver su precaria situación financiera, aunque para ello los Pujol Artigas han tenido que entregar a una multinacional japonesa lo que su familia, y los Tarragó, crearon hace 68 años. A los Pujol les queda menos de un tercio de la empresa y, eso sí, los cargos de presidente y consejero delegado. Aunque sea de una filial.