Codorníu cambia de nombre
El grupo cavista altera el nombre de sus marcas y pasa a denominarse Raventós Codorníu para poner primero el apellido de la familia fundadora
Carlyle quiere que el cava deje de ser el único icono de Codorníu. Si hasta ahora el grupo se agrupaba bajo el paraguas de la marca Codorníu Raventós, que englobaba a la totalidad de marcas que producía, ahora invierte el orden de los factores. El grupo catalán cambia de nombre para denominarse Raventós Codorníu con tal de potenciar el apellido de la familia fundadora en detrimento de su principal enseña.
Fuentes cercanas a la empresa que ahora dirige Ramón Raventós explican que la decisión se tomó a comienzos de año. La justifican con la voluntad de potenciar el resto de marcas del grupo frente a la clásica y ya posicionada Codorníu, una estrategia que se vincula con el nuevo plan estratégico, en el que firmas como Raimat ganarán peso frente al dominio habitual de la D.O. Cava.
El cambio va más allá del nombre y también comportó la aparición de una nueva imagen de marca, que ya se deja ver tanto en la documentación oficial interna como en los nuevos productos sacados al mercado así como en la página web de la compañía. Además, también se introdujeron algunas modificaciones estéticas en el flamante logotipo.
El antiguo logotipo del grupo Codorníu Raventós
El nuevo logotipo del grupo Raventós Codorníu
De este modo, Carlyle ya deja ver a los clientes la nueva etapa del conglomerado adquirido ahora hace un año. Es la punta del iceberg de un proyecto más ambicioso que pasa con un plan de inversiones para modernizar las bodegas de Sant Sadurní. Para empezar, volverá a ser el centro neurálgico de la compañía. De ahí el cierre de las oficinas de Esplugues de Llobregat, donde se ubicaba la alta dirección de la empresa en los últimos años.
Sin embargo, la mayor inversión será por las bodegas de vino tranquilo Raimat. Carlyle quiere volver a elaborar un producto de calidad bajo la marca, tanto blancos como tintos. Así, remodelará parte de las instalaciones con tal de incrementar su capacidad técnica y tecnológica. A modo de ejemplo, el grupo ya sacó al mercado dos nuevos vinos: El Niu de la Cingonya, un blanco que está a la venta por 13 euros la botella, y El Silenci del Molí, un tinto a 10,45 euros la unidad.
No obstante, Carlyle parece tener claro que el cava es su producto dentro del universo de los espumosos. Mientras Freixenet triplicará la producción del prosecco de cinco a 15 millones de botellas anuales, Codorníu mantendrá su negativa a este vino italiano. Es más, proyecta varias campañas comerciales con tal de incidir en las diferencias a la hora de producir ambos productos.
Según insiste Ramón Raventós a su círculo ejecutivo, la compañía catalana debe insistir en el modelo de producción tradicional de la mano de los viticultores de su entorno. Más allá de crecimientos desaforados, la expansión pasa por adquisiciones como la compra de Gleva Cellars, que controla marcas como Parxet, Basagoiti y Raventós d’Alella.
Codorníu también recorta
Pero para poner en marcha la inversión, Codorníu tenía claro que debía reducir los costes salariales. Si en verano de 2017 ya aplicó el primer ERE del sector, esta semana alcanzó un acuerdo con la plantilla para presentar un recorte que afecte a 70 personas y que espera cubrir con prejubilaciones y bajas voluntarias.
Dirección y sindicatos mantuvieron el lunes pasado una larga reunión hasta entrada la noche donde acordaron las condiciones de los despedidos. Estos tendrán una indemnización de 38 días y 28 mensualidades, con un máximo de 75.000 euros. Además, se fija un plan de rentas para los trabajadores mayores de 56 años.
Antes pasaron por la tijera de Carlyle varios directivos. En diciembre, el fondo estadounidense despidió a la directora de marketing, la directora de control y planificación, el director de estrategia y recursos humanos, el director de viticultura; y el director de operaciones.