Esta conocida empresa de espacios coworking se declara en bancarrota: 18.600 millones de dólares en deudas

La caída de WeWork expone los riesgos de un modelo de negocio insostenible y un exceso de ambición en el mercado inmobiliario del coworking

De revolucionar el coworking a enfrentarse a deudas millonarias. Foto: WeWork

De revolucionar el coworking a enfrentarse a deudas millonarias. Foto: WeWork

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En su momento de mayor esplendor, WeWork prometía cambiar para siempre el concepto de oficina. Bajo el liderazgo visionario y polémico de Adam Neumann, la empresa se presentó como la solución definitiva para emprendedores y startups, ofreciendo espacios de coworking muy modernos. En pocos años, la compañía se expandió a nivel global, alcanzando una valoración que superó los 47.000 millones de dólares. Sin embargo, lo que parecía ser el futuro del trabajo colaborativo terminó convirtiéndose en una de las caídas empresariales más sonadas de la década.

La declaración de bancarrota de WeWork en noviembre de 2024 marca el fin de una era para una empresa que no logró equilibrar su ambición con la realidad financiera. Desde una salida a Bolsa frustrada hasta la irrupción del teletrabajo debido a la pandemia, la historia de WeWork es un recordatorio de los peligros de la sobrevaloración.

La deuda de 18.600 millones de dólares y los altos costos operativos hundieron a WeWork. Foto: WeWork
La deuda de 18.600 millones de dólares y los altos costos operativos hundieron a WeWork. Foto: WeWork

De la cima a la quiebra: un modelo de negocio insostenible

La empresa, fundada en 2010, se convirtió rápidamente en sinónimo de coworking y modernidad laboral. La compañía captó la atención del mundo financiero al presentar un modelo que parecía innovador ofreciendo espacios flexibles a startups y emprendedores. No obstante, su éxito inicial ocultaba que la empresa dependía de un sistema de ingresos insuficiente para cubrir sus elevadísimos gastos operativos.

En 2019, alcanzó su máxima valoración de 47.000 millones de dólares, apoyada por SoftBank, que invirtió más de 10.000 millones en la empresa. Pero su intento de salir a Bolsa ese mismo año reveló una fragilidad estructural. La publicación de sus cuentas financieras mostró pérdidas multimillonarias, un modelo sin rentabilidad clara y deudas que empezaban a acumularse peligrosamente.

El peso de una deuda insostenible

La declaración de bancarrota de WeWork, presentada en Nueva Jersey, cifra su deuda total en 18.656 millones de dólares, frente a unos activos claramente insuficientes para hacer frente a estas obligaciones. Esta cifra incluye compromisos con más de 100.000 acreedores, entre ellos US Bank Trust, con una exposición de 180 millones de dólares.

Entre 2020 y 2022, las pérdidas acumuladas de la compañía superaron los 9.600 millones de dólares, mientras los ingresos se mantenían estancados. Durante el primer semestre de 2023, la situación no mejoró significativamente: pese a una reducción en las pérdidas del 39% respecto al año anterior, el balance seguía mostrando un patrimonio neto negativo de 3.718 millones de dólares.

Un rescate con consecuencias

SoftBank, que en su momento fue el principal inversor de WeWork, intentó salvar la empresa tras el colapso de su salida a Bolsa en 2019. La inyección de capital permitió despedir a Adam Neumann, fundador y CEO, cuya gestión extravagante había sido criticada ampliamente. Sin embargo, incluso con un cambio en el liderazgo, los problemas estructurales del negocio eran demasiado profundos para revertir la tendencia.

El plan de reestructuración anunciado ahora incluye la posibilidad de un canje de deuda por acciones y la rescisión de contratos de arrendamiento en locales no operativos, con el objetivo de reducir los costos y mantener la operatividad en Estados Unidos y Canadá. Según el comunicado oficial, las operaciones en otros países no se ven afectadas por el momento.

¿Por qué fracasó WeWork?

WeWork intentó posicionarse como una empresa tecnológica para justificar su creciente valoración, pero en esencia operaba bajo un modelo inmobiliario tradicional. El principal problema radicaba en los compromisos a largo plazo asumidos con propietarios de inmuebles, frente a clientes que demandaban flexibilidad a corto plazo. Esta desconexión entre ingresos y gastos llevó a la empresa a un déficit perpetuo.

La dependencia de financiación externa y la incapacidad de generar ingresos suficientes para cubrir sus obligaciones financieras fueron factores clave en su colapso. De este modo, su caída afecta no solo a los inversores, sino también a un sector inmobiliario ya golpeado por el auge del teletrabajo.

SoftBank, principal inversor de la compañía, afronta pérdidas millonarias tras el fracaso del modelo. Foto: WeWork
SoftBank, principal inversor de la compañía, afronta pérdidas millonarias tras el fracaso del modelo. Foto: WeWork

Perspectivas futuras

Aunque WeWork asegura que continuará operando a nivel global, el camino hacia la recuperación parece complicado. El mercado de coworking sigue teniendo demanda en ciertos contextos, pero la competencia, los cambios laborales impulsados por la pandemia y la mala gestión financiera pasada dificultan la viabilidad de la empresa.

El legado de WeWork quedará marcado por un crecimiento espectacular seguido de una caída igualmente abrupta. Su historia es un recordatorio de que los fundamentos financieros sólidos son esenciales, incluso en empresas que se presentan como disruptivas.

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