El plan migratorio de Sánchez no salvará las pensiones: los extranjeros tienen peores sueldos y cotizan menos
Los trabajadores extranjeros protagonizan la gran creación de empleo en los últimos años, pero lo hacen en sectores menos productivos y con salarios más bajos: hasta 10.000 euros de diferencia
¿Puede la inmigración ser la panacea para el sistema de pensiones? El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha defendido durante su gira por varios países africanos que la inmigración va a resultar clave para el mantenimiento de las jubilaciones del futuro, ya que, ante la jubilación de la generación del baby-boom, las aportaciones de los trabajadores se reducirán drásticamente.
El Banco de España calculó a principios de este año que solo para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas de la actualidad -es decir, no hacerlo más sostenible, sino mantener este dato- sería necesaria la entrada de cerca de 25 millones de trabajadores extranjeros hasta 2050. Unos 800.000 empleos anuales hasta entonces.
Sin embargo, es difícil que por sí misma la inmigración, tal cual es su papel en el mercado laboral actual, pueda producir ese cambio. La mayoría de los trabajadores extranjeros, de acuerdo con los datos de afiliación a la Seguridad Social, están afiliados a sectores donde la productividad es muy limitada. De los 2,5 millones de foráneos cotizantes, prácticamente la mitad se concentra en tres ramas de actividad: hostelería, comercio y construcción.
«La mayor parte de la inmigración recibida por España –excluyendo a la procedente de países europeos con PIB per cápita semejante o superior al español– tiene, como media, un nivel bajo o medio de cualificación, especialmente bajo en el caso de la migración procedente de África, y ha encontrado su hueco ocupacional básicamente en el sector de los servicios, con porcentajes menores ocupados en la construcción y la agricultura», detalla la catedrática de Ciencia Política Carmen González Enríquez, en un artículo reciente para el Real Instituto Elcano.
Esta «abundante oferta de población de calificación media-baja» supone una pescadilla que se muerde la cola: incentiva que se invierta en servicios de bajo valor añadido, lo que repercute en menores productividad y, por tanto, en menores salarios. Hay creación de empleo pero no se cotiza a un ritmo que permita el pago de unas pensiones que, desde 2021, vuelven a estar indexadas al coste de la vida.
Según los últimos datos de la Encuesta de Estructura Salarial que elabora el Instituto Nacional de Estadística, las brechas que existen entre los salarios de los trabajadores de nacionalidad española y los extranjeros son abismales. Los últimos datos, de 2021, arrojan diferencias de hasta 10.000 euros.
En concreto, el sueldo medio de un trabajador español era de 26.427 euros anuales. Al otro lado, el salario medio de una persona procedente de África era de 17.099 euros, por 16.747 euros para un empleado de América.
En un documento de 2021, el Ministerio de Inclusión, entonces dirigido por José Luis Escrivá, intento hacer una aproximación sobre la integración de las personas migrantes en el mercado laboral de nuestro país. Entre las conclusiones, que la gran brecha salarial entre nativos y foráneos no se debe a una discriminación por nacionalidad, sino a una «falta de integración», en tanto que los trabajadores extranjeros no ocupan los mismos puestos ni tienen empleos de la misma calidad que los españoles.
De acuerdo con el informe, esa falta de integración se puede constatar desde diversas perspectivas. Por un lado, la tasa de actividad (proporción de gente en activo sobre el total de población en edad de trabajar) es más baja entre los trabajadores extranjeros que entre los nativos en todas las franjas de edad. Con una excepción: los más jóvenes, lo que abunda en un abandono temprano de la educación, que perjudica posteriormente en su inserción laboral y en la cualificación de estos trabajadores. Por otro, la mayor parte de sus empleos son de muy mala calidad, con contratos verbales, en algunos casos, o donde la parcialidad es la norma.
Ese empleo de peor calidad redunda en salarios más bajos y en cotizaciones más reducidas, por lo que hacen falta muchos empleos para sostener las pensiones más cuantiosas que se están generando. Un estudio de Fedea de 2019 concluyó que el envejecimiento de la población había venido tensionando el sistema de pensiones, pero el factor más importante resultó ser los salarios más bajos, que se han estancado en las últimas décadas. Para sostener las jubilaciones del futuro hace falta población (inmigración)… y sueldos altos.