Las nuevas inversiones de capital están por debajo del nivel de 1995 y son un tercio del pico del ‘boom’ inmobiliario
El avance de la inversión ha sido 1,3 puntos inferior al de la economía, aunque gana peso la inversión realizada por la industria frente a la de la construcción
La debilidad de las nuevas inversiones en España se puede contar con solo dos referencias: las inversiones netas cerraron en 2023 por debajo de 1995 y representando prácticamente un tercio del nivel que alcanzó durante la burbuja inmobiliaria, cuando se disparó la inversión en vivienda. Ahora bien, hay motivos para la esperanza: la diversificación está pasando de la construcción a la industria.
Esa es una de las conclusiones del informe ‘El stock de capital en España y sus comunidades autónomas 1995-2023. Cambios recientes en la composición de la inversión y en las respuestas a la crisis’, elaborado por la Fundación BBVA y el IVIE. En términos reales, utilizando la medida de euros constantes en 2015, la inversión neta -la que da lugar a nuevos capitales- fue de 51.760 millones. En términos ajustados, esta inversión fue de 62.508 millones de euros en 1995.
Pero es que en 2008, previo al estallido de la burbuja, esta inversión para la creación de nuevos capitales fue de 146.498 millones de euros, fundamentalmente por la construcción de viviendas. A partir de ahí cayó en picado, hasta tocar fondo en 2013, y entonces comenzó una lenta recuperación, interrumpida ligeramente por el COVID-19.
El gran peso de la vivienda lastra la inversión
«Durante el intenso ciclo protagonizado por la inversión inmobiliaria (1997-2007), la oscilación de la formación de capital fue muy intensa por esa razón, y sobre todo debido al comportamiento de la inversión residencial», detalla el informe. Esta inversión, «insostenible», de acuerdo con los expertos, «generó excesos de capacidad en activos inmobiliarios que provocaron un desplome de la inversión a partir de 2007, del que todavía no se ha recuperado».
Es decir: la acumulación de capital provocó que la inversión en los años posteriores a la burbuja se dedicó a «cubrir la depreciación de los capitales ya instalados», mientras que la creación de nuevos se situó en mínimos.
El mejor ejemplo es el de 2013, el año más agudo de crisis y cuando comenzó el rebote. Entonces la inversión bruta total, en euros corrientes de 2015, alcanzó los 177.852 millones. Solo 21.558 millones fueron destinados a la creación de nuevos capitales. El resto, depreciación.
Si tomamos como referencia 2023, la situación mejora, pero levemente: de los 232.034 millones, 51.760 fueron de inversión neta.
Sin embargo, a pesar de que la inversión es, por lo general, procíclica (cuando cae la economía, cae la inversión, y viceversa), a partir de 2021 este comportamiento es diferente. «Tras alcanzar en 2020 un nivel de esfuerzo inversor del 20,4%, cuando el PIB se contrajo de manera abrupta por la pandemia, en 2023, con el PIB creciendo un 2,5%, el esfuerzo inversor fue del 19,3%, es decir, inferior al del año anterior a la pandemia», detallan. Un esfuerzo inferior al del promedio de la UE (22%), aunque, si se excluye la vivienda, se sitúa en torno al 14,5% del PIB, superior a Grecia, Italia y Reino Unido.
Entre 2021 y 2023 la inversión en España ha crecido en torno un 2,7% de media actual, en tanto que el PIB ha avanzado un 4%, lo que supone un decalaje de en torno a 1,3 puntos porcentuales. Pero ha ganado peso el peso de la industria frente a la construcción, por lo que esta diversificación y el cambio en los activos en los que se invierte hace que los autores planteen que esta ralentización no implica necesariamente que la capacidad productiva sea inferior. Esto es porque han ganado peso la maquinaria, los equipos y los activos intensivos en conocimiento.