El vía crucis de los franquiciados que se sienten estafados en España
El número de personas que han dejado de regentar tiendas de grandes cadenas crece, a pesar de que este modelo de negocio sigue al alza con la crisis
Una moneda tiene dos caras. Y eso es lo que ocurre también en un modelo de negocio como es el de la franquicia en España. Con la crisis, algunas personas se decantaron por tener su propio establecimiento, pero de la mano de una cadena con dotada experiencia. Sin embargo, en algunos casos, esta aventura, lejos de convertirse en una historia de éxito, cavó la tumba económica de muchos de ellos.
Con el tiempo han aflorado varios afectados de diferentse sectores y cadenas. Algunos supermercados, como los de la cotizada Dia, han recibido quejas de ex franquiciados, aunque la compañía asegura que son casos puntuales. Ex trabajadores de enseñas como Yves Rocher, Aïta o Shana, también han mostrado su malestar a través de diversas plataformas on line, a pesar de que cadenas, como Shana, aseguran que todo es falso. «De hecho, nosotros les hemos denunciado por falsedad documental», responden.
Castigos y errores
Y, en la mayoría de estos testimonios, las lamentaciones de los ex franquiciados o ex trabajadores es la misma. En primer lugar se sienten estafados, engañados, aunque asumen errores, entre ellos no haberse puesto en contacto antes con otros franquiciados para conocer, de primera mano, la rentabilidad real de las tiendas, el trato con la cadena y si era una buena oportunidad para depositar en ella todas las ilusiones, además de los ahorros o incluso la capitalización del paro.
«Estuve seis años trabajando para una franquiciada y después de ese tiempo me decidí por abrir mi propia franquicia. Me dijeron cuál era el local y el primer año fue fenomenal. Pero poco a poco fueron cambiando las condiciones. Los costes del local aumentaron, cobraban gastos de gestión por tener el stock en depósito, nos obligaban a hacer regalos o promociones con las que no obteníamos margen de beneficio. Era inviable e imposible», explica a este diario uno de los franquiciados de Yves Rocher que prefiere preservar el anonimato. Pero no es el único caso.
Más gastos de los previstos y ofertas que salen caras
Josep Luque se considera otra víctima de este sistema. Tras más de dos décadas en una empresa, se decidió por abrir un negocio y eligió un supermercado Dia. «Pensamos mi mujer y yo que era una buena opción porque no requería de mucho personal al ser una tienda pequeña y que podríamos llevar bien nosotros», explica a Economía Digital.
Pero pronto se torcieron las cosas, aunque el negocio iba bien –pasando de dos a ocho camiones de género a la semana–. Los gastos de luz no eran los que había señalado antes la compañía, la facturación no correspondía con los números presentados por la cadena, las pérdidas por caducidad de los productos eran mucho más elevadas.
«En nuestra cuenta cada vez había menos dinero. Nos ligamos a la cadena con un contrato mínimo de un año y siempre con pérdidas, de modo que al final debíamos dinero a la empresa, aunque habíamos duplicado ventas. El entramado económico y la cantidad de movimientos que se realizan de pagos y cobros es enorme de forma que eres incapaz de ver nada. Al principio te sientes culpable de haber perdido todos los ahorros, pero después ves más afectados como tú, aunque muchos tienen miedo de querellarse», subraya Luque.
Ramón Villarroel se considera, también, una víctima de otra cadena de supermercados. Subraya que sobre todo las promociones y ofertas agresivas del 3×2 acaban costándole mucho dinero al franquiciado. Además critica que en las tiendas propias, varias referencias tenían un precio inferior al de las franquicias, de modo que resultaba imposible competir con ellas.
Un enfrentamiento que acaba en querella
Sin embargo, algunos ex franquiciados sí que optan por esta vía y siguen adelante con sus denuncias. Es el caso de Susana Piñeiro, que incluso decidió contar su experiencia a través de un blog.
«En mi caso me dijeron que en el peor de los escenarios vendería 300.000 euros cuando ninguna de sus tiendas propias en las principales calles de Madrid llegaban a esa cifra. Pero, claro, eso lo supe después. Fue un error garrafal no contactar antes con otros franquiciados. Cuando empecé ya contaba con que cerraría con pérdidas el primer año, pero ese negocio era un pozo sin fondo. Un año después cerraba la tienda. Los gastos eran elevadísimos, llegué a pagar de alquiler 4.500 euros y el 80% del tiempo vendía por debajo de coste. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver», insiste Piñeiro.
Esta ex franquiciada decidió primero demandar a la cadena, pero tras recurrir la compañía ha pasado a la vía penal a través de una querella. «En nuestro caso hay un ex franquiciado en Málaga que se va a querellar también y seguramente otros de Huelva, Pontevedra y A Coruña acabarán sumándose», explica. En cualquier caso, asegura a este diario, confía plenamente en la justicia.