Estas son las ventajas de enfadarse (en su justa medida) en el trabajo
A pesar de ser habitualmente denostados, la ira o el enfado son sentimientos muy útiles para relacionarnos y progresar, también en el trabajo
En ocasiones, algunos gurús de la felicidad tienden a criminalizar sentimientos negativos que acompañan al ser humano desde el inicio de su existencia. Enfadarse o cabrearse, especialmente en entornos como el laboral, no suele ser bien visto. Tendemos a asumirlo como una mala estrategia para progresar y estar a la altura en nuestro puesto laboral.
Sin embargo, un enfado bien canalizado probablemente es una de las herramientas más útiles en el trabajo para conseguir los objetivos marcados. Esta es la tesis que el especialista en gestión de talento y recursos humanos Tomas Chamorro-Premuzic explica en un reciente artículo en Fast Company. Citando a Charles Darwin este experto apunta que la esencia de las emociones es precisamente su utilidad a la hora de comunicar nuestras intenciones a las personas que nos rodean.
“Las emociones están mucho más orientadas hacia los otros que hacia nosotros mismos. (…) En otras palabras, tú sientes algo para guiar tus relaciones con el resto”, señala Chamorro. Esto, que puede parecer una obviedad, resulta clave en el caso de la ira o el enfado, al funcionar como una señal de prevención hacia el resto sobre cómo pueden evitar disgustarte en el futuro. La cuestión está en cómo canalizarlo.
Así, según señala Chamorro, “un enfado es mucho más poderoso cuando no se manifiesta; lo mejor manera es canalizar tu frustración es a través de pistas sutiles y no verbales”. Por ejemplo, mediante gestos tan sencillos como fruncir el ceño en el momento adecuado. Esto es especialmente útil cuando hay que liderar un equipo, pero también cuando hay que rendir cuentas a un superior.
«Un enfado es mucho más poderoso cuando no se manifiesta», señala Tomas Chamorro-Premuzic
Respecto a este último punto resulta clave entender la ira, siempre moderada en su justa medida, como un buen catalizador. “Si puedes sacarle partido al impulso y la fuerza asociada a la ira, probablemente podrás conseguir mejores resultados que reprimiendo estos sentimientos”. De este modo la clave sería sentir la justa y necesaria cantidad de ‘cabreo’ que permitiese explotar las cualidades de cada uno. Y, sobre todo, evitar los extremos: una ira descontrolada o una calma y frialdad excesiva no son buenos consejeros para dar lo mejor de uno mismo.