Una hormiga en París
El último libro de Marc Vidal habla de la necesidad de ambición como instrumento de compromiso
Hace ya bastante tiempo que conozco a Marc Vidal y es un buen amigo. Coincidimos en muchas cosas, algunas de ellas esenciales, y discrepamos en otras. Lo hemos hecho en privado, por ejemplo en nuestros largos almuerzos en un céntrico restaurante, y en público cuando venía regularmente como invitado al programa de radio, La plaza, que estuve dirigiendo y conduciendo durante 19 años. Sé que a muchas personas les parece un personaje excesivamente mediático, con las connotaciones negativas que este término ha ido adquiriendo, más prolijo en sus intervenciones que metódico en sus argumentos, y tal vez tengan razón. Pero a mí siempre me ha asombrado la capacidad de trabajo de Marc y su profunda ambición personal, ambición por crear, por inventar, por dirigir, por poner en marcha ideas y proyectos que cambien el mundo, o una parte de él aunque sea pequeña.
Una hormiga en París, su último libro, que ahora está promocionando, es simplemente una expresión más de esa indesmayable voluntad de estar siempre proponiendo, dinamizando, defendiendo la necesidad de la ambición como instrumento de compromiso con nuestros conciudadanos, con la sociedad en que vivimos. La crisis, hemos comentado muchas veces, esta crisis sistémica que está cambiando el modelo en el que tan cómodamente nos habíamos instalado, es responsabilidad de mucha gente: banqueros, políticos… y el largo etcétera que usted quiera añadir, pero también nuestra y somos nosotros y sólo nosotros los que con nuestra actitud podemos cambiar el rumbo de las cosas y hacer que fluyan en otra dirección. Este libro, lo que Marc explica, sólo es no apto para espíritus autocomplacientes, fácilmente dispuestos a la queja que todo lo justifica.
“Cuando observo el momento que vivimos como sociedad, pienso en lo dramático que es ver tanta gente parada, exhausta y yerta en su sofá social. La esencia de lo que logré residía en actuar, innovar y enfrentarme a mis miedos para convertirlos en retos”, dice en las últimas páginas.
Prólogo de Bernardo Hernández
Hay un breve prólogo de Bernardo Hernández, el español que es actualmente el CEO de Flickr y antes fue vicepresidente de marketing de Google, precioso y rotundo en defensa de la ambición personal como motor fundamental de nuestras vidas, como fuente de energía que da sentido a todo, con el que no puedo estar más de acuerdo. A lo largo de los últimos años he estado en numerosos procesos de selección de los que he salido profundamente deprimido, harto de entrevistar a una retahíla de periodistas que no querían ganar un Pulitzer, que no habían hecho la carrera pensando en comprometer gobiernos con sus crónicas, que apenas aspiraban a un puesto de trabajo, una silla, un ordenador y un sueldo a final de mes; he estado en numerosas funciones de teatro viendo a grupos que nunca parecían haberse planteado llegar a Bradway o al West End, que les bastaba con recibir la subvención con la que seguir tirando; a mucha gente que han preferido antes cambiar de oficio o ir al paro que asumir el riesgo de una iniciativa empresarial… Y, es evidente, que el 99,9999999% de los periodistas no ganaremos nunca un Pulitzer ni nada que se le parezca, y que habrá un sinfín de actores y directores que no podrán ir más allá del local del barrio, y que la historia está mucho más llena de fracasos que de éxitos, pero eso no nos exime a nadie de soñar.
Hay algo siempre mucho peor que no alcanzar nuestros sueños y es rendirse antes. La hormiga de Marc habla de esto y por eso hay que leerlo.