Negocio por explotar en España: rugby y el Torneo de las Seis Naciones
El rugby es un deporte en expansión que no termina de arrancar en España pese a los éxitos conseguidos con presupuestos inferiores a otras federaciones
Cada año, la celebración del campeonato europeo de Seis Naciones de Rugby lleva a explicar los mismos conceptos en repetidos artículos periodísticos. Sí, es el deporte donde unos neozelandeses hacen una haka impresionante. No, no es como el futbol americano. Y sí, es un deporte que cada vez reúne a más adeptos pero cuyo crecimiento en España aún queda lejos de sus posibilidades.
Este domingo 18 de febrero, la selección española disputa ante Rumanía un partido vital en la clasificación para el Mundial de Japón de 2019. De ganar, tendrá el camino muy allanado para entrar en el Grupo A de la competición junto a Irlanda, Escocia y los anfitriones nipones.
“Los leones”, como se conoce al combinado de rugby nacional masculino, conseguirían de esta forma la segunda clasificación de España para un campeonato mundial. La primera y única participación mundialista hasta el momento data de 1999, donde no pudieron sumar ninguna victoria.
El encuentro ante Rumanía da la opción de disputar el partido inaugural ante Japón en Chōfu, Tokio como clasificado “Europe 1”. Un sueño de exposición mediática para un deporte que ha vivido éxitos en el campo muy por encima de las posibilidades de su federación.
Un negocio cerrado
La Federación Española de Rugby sigue pagando su deuda a la vez que trata de invertir en medidas para fomentar el crecimiento social y la afición por el balón ovalado, como el anuncio de la disputa de la final de la Copa del Rey en el estadio Ciutat de València del Levante U.D. el próximo 28 de abril.
La modalidad de rugby a siete, o Sevens, sí permitió al rugby masculino español asomarse a la élite gracias a su presencia en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Para llegar a ese nivel y soñar con la ampliación del Seis Naciones a países rugbísticos emergentes, no obstante, queda mucho trabajo por hacer.
El torneo europeo de mayor prestigio en el rugby es un grupo exclusivo al que resulta muy difícil entrar. Inaugurado en 1882 por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, no aceptó de forma definitiva a Francia hasta 1947. Y no fue hasta el año 2000 que Italia derribó la puerta para transformar el extinto Cinco Naciones al formato actual. Georgia, por ejemplo, lleva una década llamando a la puerta sin atisbo de esperanza.
En estos momentos, las seis naciones participantes son reacias a abrir el melón de un negocio que llena los estadios en que se juegan los encuentros y bares en toda Europa, dejando un beneficio total de unos 400 millones de libras. Sólo en Gales, NatWest reveló a Business News Wales que el torneo tendría un impacto de 52 millones durante 2018.
La inyección económica japonesa
Al extrapolar estos beneficios económicos al resto del planeta, se hace aún más comprensible la lucha de España por entrar en el próximo Mundial de Japón 2019. No es solo el ansia competitiva, puede ser un gran impulso. Un drop salvador de Johnny Wilkinson en forma de nuevas inversiones.
En 2008, Deloitte elaboró un informe basado en la repercusión de los torneos de 2003, 2007 y las previsiones de 2011 para estimar que de 2015 en adelante se generarían un máximo de 800 millones de euros en el país anfitrión de cada Mundial.
Las previsiones quedaron cortas tras el informe elaborado por EY en 2015, donde se confirmaba que el campeonato organizado por Inglaterra generó un total de 2.200 millones de libras, de las cuales 1000 irían a parar directamente al PIB inglés.
De cara a Japón, se pronostican beneficios similares o superiores a los conseguidos en la isla británica. España sueña con ser partícipe de esta fiesta sin perder de vista la elección de Francia como anfitrión de la Copa Mundial de 2023. Soñar es gratis, y al rugby nacional le queda seguir remando con la misma fuerza con la que empuja cada melé.