Las adicciones tecnológicas desbordan las consultas médicas
Un estudio revela que los jóvenes y adolescentes con adicción a la tecnología presentan cuadros de insomnio, ansiedad y aislamiento social
La relación entre los menores y las nuevas tecnologías es una preocupación para los padres. Según la Sociedad Española de Pediatría Social, un 33% de las visitas al pediatra están ligadas a las patologías que generan estos dispositivos. Un problema del que, no obstante, los adolescentes no son conscientes, ya que «no tienen ninguna motivación para tratarse» afirma el psicólogo experto José Antonio Molina a Efe.
Un estudio realizado entre 2015 y 2016 mostró que más del 90% de los jóvenes menores de 24 años tienen móvil y conexión a internet. Además, la mitad de ellos accede a fotografías y vídeos de contenido sexual y el 20% ha difundido en alguna ocasión imágenes de otras personas sin su consentimiento, indica Jesús García, presidente de la sociedad.
Los menores adictos a la tecnología fracasan cuando intentan reducir el tiempo de uso, lo que traducen en alteraciones en el estado de ánimo. El estado de tristeza o nervios suelen ser las consecuencias más frecuentes, lo que deriva en cuadros de cansancio, problemas oculares y problemas para dormir, entre otros.
La adicción tecnológica deriva en cuadros de insomnio
Los expertos han detectado un comportamiento. Se trata del fenómeno «vamping», en alusión a los chicos que pasan noches en sus habitaciones con la luz apagada y con el móvil activo, algo que provoca que duerman poco, coman mal y tengan un bajo rendimiento académico.
Estos jóvenes tienen una pérdida de control, ya que siempre dedican más tiempo del que preveían para conectarse. Molina precisa que para que una conducta se considere adictiva se tienen que cumplir una serie de criterios: el primero es el «el fenómeno de la tolerancia», que implica que cada vez se necesita usar el móvil con más frecuencia para satisfacerse, y el segundo es el síndrome de abstinencia, que causa una alteración en la conducta al dejar el hábito.
Tanto las familias como los colegios, precisa el psicólogo, «deben informar a los menores sobre las ventajas y los inconvenientes» y, sobre todo, los padres no deben «prohibir por prohibir, sino identificarse con los menores», sentencia García.