Fotos increíbles con dron que hoy serían ilegales
El fotógrafo Amos Chapple ha viajado por más de 70 países, en donde ha conseguido fantásticas tomas aéreas usando drones, antes que las legislaciones limitaran su uso en áreas urbanas
Desde que los drones comerciales se expandieron en el mercado en 2013, se produjo un vacío legal que algunos fotógrafos aprovecharon para exprimir al máximo. Uno de ellos es Amos Chapple, un neozelandés que trabajó durante dos años como fotoperiodista, y luego se dedicó a retratar sitios declarados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Desde 2012 se lanzó como freelance, y ha recorrido más de 70 países fotografiando personas, monumentos, paisajes y ciudades.
Chapple descubrió en los drones la herramienta que buscaba para realizar fotografías aéreas. «Cuando se lanzaron al mercado, sabía que había una ventana de 18 meses en los que se podían usar sin problemas con las autoridades. Y me alegro de haber aprovechado el tiempo», dijo.
El primer dron que compró fue un cuatrimotor Phantom, de la china DJI, adquirido por 430 euros. El artefacto le permitía realizar alrededor de 100 fotografías a 120 metros de altura, y al poco tiempo diversas agencias de viajes, oficinas de turismo y otros clientes vieron en sus fotos una buena forma de promocionar sus ciudades.
Cabe destacar que Chapple fotografía a ciegas: él puede conducir el dron y disparar, pero no tiene forma de ver qué está retratando. De las 100 tomas que puede realizar en cada vuelo, sólo diez o 15 pueden tener un resultado aceptable.
Pero esta limitación técnica, para Chapple, es un aliciente: «hay un toque mágico en no saber qué has fotografiado hasta tener la cámara en la mano», describe.
En los primeros meses en que empezó a usar su dron, Chapple se animó a usarlo en áreas concurridas, pero un accidente le obligó a replantear su estrategia: el artefacto tuvo un fallo de diseño y cayó a tierra desde una altura considerable.
No fue el único incidente: en 2015 realizaba fotografías para una campaña publicitaria con un dron desconocido. Al llegar a los 30 metros de altura, el aparato perdió el contacto y desapareció de su campo visual. Al parecer, las señales wifi alteraron la comunicación con el mando de control. Cuando Chapple encontró al aparato, estaba reducido a añicos.
Tras estos incidentes, se ha limitado a usarlos al amanecer o en áreas aisladas, «en donde no tenga que molestar a la gente que está paseando».
Una ventaja en el uso de drones, para Chapple, es que se puede utilizar con cualquier clima: lluvia, sol, neblina, y ya sea de noche o de día. Hasta la aparición de estos artefactos voladores, «para realizar fotografías aéreas había que alquilar un helicóptero y que volara con buen tiempo, por lo que siempre las imágenes iban a ser luminosas, brillantes, con sol…y eran muy aburridas».
Chapple no sólo usa el dron para tomas de extensos paisajes: muchas veces, se limita a fotos a baja altura, o a capturar detalles de estatuas o monumentos que son imposibles de retratar desde el suelo.
En el 2014, la Administración Federal de Aviación de EEUU prohibió que los drones volaran sobre áreas urbanas con motivos comerciales, como para la realización de fotografías. Esta medida fue imitada por muchos países. En Rusia, las autoridades negaron el permiso a Chapple para usar su aparato por ser un ciudadano extranjero. Pero igual realizó tomas del Kremlin, que como sede del gobierno ruso, no puede ser fotografiado por razones de seguridad.
Para usar el dron en Moscú y San Petersburgo, se escondía y lanzaba el artefacto en medio de zonas con mucho ruido de tráfico, para disimular el sonido de los rotores. Más de una vez tuvo que dejar al dron volando solo mientras se refugiaba en callejones aislados para evitar ser detectado por la policía.
Su sueño es poder fotografiar paisajes y ciudades de Irán, pero pese a los insistentes llamamientos ante el Ministerio de Turismo, sigue sin tener la autorización del gobierno local.