Las trampas en las etiquetas de los alimentos ecológicos y light
Las etiquetas suelen ser confusas en conceptos como ecológico, light o sin azúcar. La información más importante se pierde entre datos menos relevantes
Las etiquetas de los alimentos en muchos casos presenta información confusa, usan términos como «light», «bio» o «natural» sin aclarar sus diferencias, y el código de producción, en alimentos como los huevos, se confunde entre otros datos menos importantes. Estas son algunas de las conclusiones que presenta un estudio del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona (UB). En él, se alerta de que la actuación de las autoridades “ha sido tímida o poco exitosa” para que las empresas tengan más rigor en el etiquetado, y no confundan a los consumidores.
El significado legal de algunos términos no es igual a la idea que tiene el público. Por ejemplo, popularmente se considera que un producto ecológico es cuando no es perjudicial para el medio ambiente o es sostenible. Para la Unión Europea (UE), significa que su elaboración no cuenta con ingredientes transgénicos.
En el caso de un alimento light, se cree que tiene poco azúcar y es saludable, cuando en realidad esta palabra significa que uno de los nutrientes ha quedado reducido, como mínimo, a un 30%. “Pero eso no quiere decir que el producto sea sano en general, porque puede ser que para tener menos azúcar se suban los niveles de grasa”, explica María José Plana, abogada y directora del máster en alimentación, ética y derecho de la UB.
Trampas de las etiquetas: podemos creer que en embutido es español cuando el animal fue criado en China
Otra confusión habitual es el origen de un alimento. Se suele creer que este se refiere al lugar donde se obtiene la materia prima, pero para la legislación, es donde se produce o envasa, no de donde procede el ingrediente primario. Por ejemplo, una persona puede creer que un embutido de cerdo es español o italiano, pero en realidad el animal fue criado en Australia o China.
Los lácteos sin grasas o azúcares… con grasa y azúcar
Cuando se dice que un yogur o queso es “sin grasa” o “sin azúcar” se considera que tiene un 0% de este contenido. En realidad, la ley marca que se podrá consignar esta leyenda si no tiene más de un 0,5% por cada 100 gramos o mililitros de este componente. O sea, aunque sea poco, algo tiene.
El envase de los alimentos pueden exhibir en letras impactantes el término “ecológico”, pero eso no significa que haya sido elaborado con criterios sostenibles. Por ejemplo, “un alimento ecológico producido en otro continente puede etiquetarse así legalmente en Europa, a pesar de la huella de carbono asociada a su transporte”, indica el informe.
Lo mismo sucede con productos que se promocionan como ecológicos, pero que el resto de los procesos (producción de agua y gas, generación de residuos y el material de envasado) acarrea importantes costes ambientales.
Etiquetas encriptadas
El etiquetado de los huevos es críptico y cada cáscara tiene tantos números que parece una cuenta bancaria. Un primer dígito (0, 1, 2 o 3) debe indicar si la gallina fue criada en una jaula, en el suelo, en libertad o si es de producción ecológica. Pero esta información se confunde con otros datos adicionales.
Siguen dos letras (ES en el caso de España) que precisan el país de origen de la UE, los siguientes cinco números marcan el código de provincia y municipio, y los tres dígitos finales la granja de producción.
La trazabilidad de los huevos figura en la cáscara, pero son demasiadas cifras para reconocerlas
María José Plana precisa que si bien la caja contenedora detalla qué significa cada número, no informa qué clase de huevo es el que guarda en su interior. “Muchas veces vemos que los huevos son número 3 (de gallinas criadas en jaula), pero el envase tiene una etiqueta verde y con dibujitos de un campo. Eso confunde. Sería bueno que al coger la caja ya sepa que clase de huevo es”, dice.
Permisividad con la confusión de las etiquetas
La solución para evitar estas confusiones, indica el observatorio, es que las etiquetas no sólo informen los aspectos positivos de un producto, sino que también precisen si cuentan con elementos que pueden ser perjudiciales para la salud o si han sido poco respetuosos con el bienestar animal o el medio ambiente.
Plana sostiene que la falta de decisión política en la UE y en España sobre la definición de los perfiles nutricionales retrasa la sanción de normas que obliguen a que las etiquetas sean más claras y precisas en su información. Para el observatorio, es clave que se aplique el “principio de no confusión” que está consagrado en la legislación comunitaria, pero que se aplica de manera relajada.