El MIT duda de que el dinero digital pueda sustituir al efectivo
Países como Suecia o China tienen en marcha iniciativas que llevarían a la progresiva desaparición del dinero en efectivo
Las experiencias puestas en marcha para para que el dinero digital sustituya por completo al efectivo no han logrado hasta el momento ofrecer la misma combinación de libertad y facilidad de uso que caracteriza al pago directo con billetes o monedas, por lo que hasta la fecha no parece probable que se vaya a dar ese tránsito, al menos a corto plazo, según concluye un artículo que publica ‘MIT Technology Review’, la revista del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT.)
Explica que una característica del efectivo físico que las tarjetas de pago y las aplicaciones no tienen es la libertad para hacer la transacción sin intermediarios. «Llamados ‘instrumentos al portador’, se supone que los billetes y monedas son propiedad de quien los posee. Podemos usarlos para realizar transacciones con otra persona sin que un tercero se interponga en el camino. Las empresas no pueden crear perfiles publicitarios o calificaciones crediticias a partir de nuestros datos, y los gobiernos no pueden rastrear nuestros gastos o nuestros movimientos», relata.
El análisis de la revista ‘MIT’ señala que, sin embargo, la tecnología digital no ha logrado todavía ese nivel de ‘libertad’. De hecho, gran parte de la actividad comercial de los ciudadanos ahora ocurre en línea y depende de bancos y compañías de tecnología financiera para que actúen como intermediarios.
El autor añade que las transacciones también se están volviendo digitales en el mundo físico, ya que las herramientas de pago electrónico, desde tarjetas de débito hasta Apple Pay y Alipay, reemplazan cada vez más el efectivo.
Ante esta situación se pregunta quién desarrollará y controlará los sistemas de pago electrónico del futuro. «La mayoría de los existentes, como Alipay, Zelle, PayPal, Venmo y M-Pesa de Kenia, están a cargo de empresas privadas. Temerosos de dejar los pagos únicamente en sus manos, muchos gobiernos están buscando desarrollar algún tipo de sustituto electrónico para billetes y monedas. Mientras tanto, los defensores de las criptomonedas apátridas y sin dueño, como bitcoin, dicen que son la única solución a prueba de vigilancia como el efectivo».
Advierte el artículo de que esta tendencia preocupa a los grupos de libertades civiles, y cita a Jerry Brito, director ejecutivo de Coin Center, un grupo de defensa de políticas con sede en Washington DC, para indicar que sin dinero en efectivo «no hay oportunidad para el tipo de privacidad que preserva la dignidad que sustenta una sociedad abierta».
Iniciativas en marcha
Explica que países como Suecia o China tienen en marcha iniciativas que llevarían a la progresiva desaparición del dinero en efectivo. En el país asiático se trataría de implantar un sistema simiLar a la moneda electrónica propuesta por Facebook, la libra, que funcionaría de manera distinta al bitcoin, ya que mientras éste usa software de código abierto para verificar y registrar automáticamente cada transacción pero manteniendo, en teoría, el anonimato del usuario, los ‘nodos’ que conforman la red de libra serán compañías que han sido examinadas y que han sido miembros de una asociación sin fines de lucro.
Además, a diferencia de bitcoin, que es notoriamente volátil, libra estará diseñado para mantener un valor estable. Para lograr esto, la llamada Asociación Libra será responsable de mantener una reserva de monedas emitidas por uno o varios gobiernos para que esta reserva sirva como respaldo para las unidades digitales de valor.
Sin embargo, el análisis que publica ‘MIT’ indica que tanto libra como la moneda china digital presentan serias dudas sobre la privacidad. Al igual que bitcoin, puesto que expone que en los últimos años, «los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley se han vuelto expertos en combinar datos públicos» de la ‘cadena de bloques’ que utiliza esa criptomoneda con otras pistas «para desenmascarar a las personas que usan criptomonedas con fines ilícitos».
Además, añade que algunas critptomonedas se crearon explícitamente para transacciones sobre actividades ilegales, por lo que «su lentitud es inherente, no un defecto de diseño; abandonan la escala, la velocidad y el costo a favor de una característica clave: la resistencia a la censura».
Por todo ello, el autor concluye señalando que, en resumen, hay «tres caminos para el futuro del dinero digital, ninguno de los cuales ofrece la misma combinación de libertad y facilidad de uso que caracteriza al efectivo».
«Las empresas privadas», dice, «tienen un incentivo obvio para monetizar nuestros datos y buscar ganancias por encima del interés público. El dinero del gobierno digital aún puede usarse para rastrearnos, incluso por gobiernos bien intencionados, y para los menos benignos es una herramienta fantástica para la vigilancia. Y la criptomoneda puede resultar útil cuando las libertades están en riesgo, pero es probable que no funcione a escala en el corto plazo, si es que alguna vez lo hace».