Diez inventos que se descubrieron por azar
Hallazgos como la sacarina o la cerilla fueron descubiertos por accidente
Si aquella famosa manzana no hubiera caído sobre Newton, quizá la gravedad hubiera sido descubierta más tarde o por otro científico. La suerte ha sido muchas veces el motor impulsor de ciertos inventos o descubrimientos.
Aunque en la mayoría de casos los avances tecnológicos y científicos vienen de la mano de exhaustivas investigaciones, a veces la ironía quiere que el último empuje, o incluso una nueva línea de estudio, venga promovida por hechos accidentales que cambian el rumbo de los acontecimientos.
La fórmula de la Coca-Cola estaba destinada a ser un medicamento
Eso sí, la casualidad siempre ha estado acompañada de mentes brillantes que en su inquietud intelectual han seguido investigando sobre aquello que el azar les ponía en bandeja.
Entre los inventos más conocidos, sin duda encontramos la fórmula de la Coca Cola, una receta millonaria que en su origen estaba destinada a ser un medicamento.
Tras una prohibición que obligaba a su inventor, John Stith Pemberton, a retirar el alcohol que la receta contenía, este llevó a cabo una modificación del contenido, obteniendo tras ello una de las bebidas más consumidas del mundo.
En esta lista repasamos otros 10 conocidos inventos cuya aparición se debe a la casualidad.
Inventos de uso común
Este es el caso del microondas. Uno de los aparatos más habituales y utilizados en las cocinas de todo el mundo debe su existencia a la suerte. El ingeniero norteamericano Percy Spencer estaba inmerso en investigaciones para mejorar el funcionamiento de un radar.
Debido a este trabajo, Spencer se encontraba diariamente rodeado de lo que se conoce como magnetrones, que son dispositivos encargados de transformar la energía eléctrica en microondas electromagnéticas de las que se sirve el radar para analizar distancias, velocidades o altitudes.
En una de esas sesiones de trabajo Spencer olvidó una chocolatina en su bolsillo y esta comenzó a derretirse al entrar en contacto con el magnetrón.
El microondas o el teflón fueron descubiertos por accidente
Gracias a esa casualidad, Spencer encaminó sus análisis en esta dirección inventando lo que hoy conocemos como microondas, un aparato capaz de calentar comida debido a sus ondas electromagnéticas de baja intensidad. Era el año 1945, y el mundo de la alimentación no volvería a ser igual.
Sin salir de la cocina, otro de los inventos descubiertos accidentalmente es el teflón. Este material se caracteriza por una alta resistencia al calor y propiedades antiadherentes, lo que le ha servido para ser utilizado en la elaboración de numerosos utensilios de cocina como cacerolas, sartenes ollas o tarteras.
Su invención se debe al trabajo del químico estadounidense Roy Plunkett quien en 1939 se encontraba investigando para la empresa DuPont, en la búsqueda de un gas refrigerante. Tras un experimento fallido, Plunkett se encontró con un material que desconocía, de color blanco y aspecto gelatinoso, incapaz de adherirse a superficie alguna.
Radiografía de una pelvis humana | Pixabay
Aunque primeramente no se supo muy bien qué hacer con esto, la compañía lo patentó en 1941 comenzando a utilizarlo para la fabricación de engranajes. Como curiosidad cabe destacar que en 1945 DuPont registró el nombre de Teflón, por lo que la manera genérica de referirse a dicho material debería ser politetrafluoretileno.
Aunque desde el XVII la historia de la ciencia en occidente está marcada por varios sucesos e invenciones que se aproximaban a la creación de la cerilla, no fue hasta 1826 que podemos hablar de su nacimiento, una vez más debido a la casualidad.
En 1826 el químico John Walker descubrió la cerilla de fricción por error al experimentar en su laboratorio en busca de un nuevo explosivo. La suerte quiso que una pequeña cantidad de la mezcla con la que trabajaba, compuesta por sulfuro de antimonio, clorato de potasio, goma y almidón, quedara seca en el extremo de un palo. Al ir a limpiarla esta prendió por el rozamiento. Walker había creado las cerillas.
La sacarina fue descubierta por Fahlberg por accidente: no se lavó las manos
El velcro es otras de las innovaciones que pasaron a mejorar en cierta medida nuestra vida y cuya invención se debe en gran parte al azar. Según se cuenta, en 1941, durante un paseo con su perro, el ingeniero suizo George Mestral percibió lo costoso que era librarse de ciertas plantas, conocidas vulgarmente como arrancamoños, que habían quedado adheridas en el bajo de su pantalón y en las patas de su animal.
La curiosidad le llevó a analizar de cerca estas plantas para conocer la explicación de esa profunda adhesión. Al observar de cerca la estructura de sus frutos, Mestral se dio cuenta de que estos contaban con unos ganchos finales que les servían para quedar adheridos y favorecer su dispersión. Fue entonces, cuando Mestral, inspirado por este sistema creó lo que hoy conocemos como el velcro.
No lavarse las manos fue lo que llevó a Constantin Fahlberg a descubrir la sacarina. Falberg se encontraba junto a Ira Remson trabajando en la oxidación de elementos químicos durante 1879.
Después de trabajar, se cuenta que Fahlberg fue a comer, percatándose que al manipular los alimentos estos pasaban a adquirir un dulzor extremo. Reflexionando se dio cuenta de que debía deberse a la sustancia que había quedado impregnada en sus manos en el laboratorio.
La física y el azar
Pero los inventos descubiertos por medio de la suerte no se limitan solo a objetos del uso común. Fenómenos tan relevantes para el hombre como la radioactividad pueden también inscribirse en la lista de descubrimientos basados en hechos azarosos.
Su descubrimiento se debe al trabajo del científico Henri Becquerel en 1896. Por aquel entonces el investigador francés se encontraba inmerso en el estudio de fenómenos de fluorescencia y fosforescencia.
Para lograr estos, Becquerel se servía de un cristal de Pechblenda, mineral que contenía uranio, que colocaba sobre una placa fotográfica envuelta en papel negro y exponía al sol. Al retirar el envoltorio, la placa estaba velada lo que el científico lo atribuía a la fosforescencia del cristal.
Los rayos X fueron descubiertos mientras se estudiaban los catódicos
Tras un periodo sin sol en el que todo esté preparado había quedado en un cajón sin utilizar, Becquerel observó que la placa volvía a estar velada, lo que no podía deberse a la fosforescencia ya que no había sido expuesta a la luz solar.
Fue entonces cuando pensó que la única explicación se debía a que la sal de uranio emitía una radiación muy penetrante. La radioactividad había sido descubierta, debido a unos días sin sol, pero hasta las posteriores investigaciones realizadas en este campo por Marie Curie no recibiría este nombre.
En línea con esto, el profesor alemán de física Wilhelm Röntgen, también debió a un hecho fortuito su descubrimiento de los rayos X. Este se dio en 1895, mientras Roentgen examinaba en su laboratorio el efecto de los rayos catódicos, intentando anular cierta fosforescencia de estos.
Imagen de un marcapasos | Pixabay
Para ello los tapó con cartón negro y apagó la luz de la habitación. Cuando esto sucedió el físico observó que se daban unos rayos verdosos en la distancia reflejados en una placa que había.
Al decidir investigar este suceso, en una de las ocasiones, colocó su mano entre los rayos descubriendo que la sombra de sus huesos era reflejada sobre la placa.
Un descubrimiento que marcaría un antes y un después en la medicina y que sirvió a Wilhelm Röntgen para ser galardonado con el primer Premio Nobel de Física de la historia, en 1901.
Siguiendo con la revolución dentro del mundo de la medicina, el marcapasos es sin duda uno de los inventos que más vidas ha podido salvar. La invención de este importante aparato se remonta tan solo a 1962, cuando el ingeniero Wilson Greatbatch dio con su funcionamiento. Una vez más todo se debió a un incidente accidental.
Greatbatch estaba inmerso en un aparato que fuese capaz de registrar los latidos del corazón. Debido a un error lo que consiguió fue una emisión rítmica de impulsos eléctricos.
El vidrio laminado fue descubierto por casualidad y hoy en día es clave en la industria automovilística
Y una vez más la curiosidad intelectual y el genio hicieron que Greatbatch, especialista en electricidad, cambiara el transcurso de su investigación hasta obtener el primer marcapasos implantable. La relevancia del dispositivo ha sido tal, que en 1983 la Sociedad Nacional de Ingenieros Profesionales lo consideró uno de los hallazgos del siglo.
El vidrio laminado tiene la propiedad de que al fracturarse no se rompe en numerosos fragmentos que puedan salir despedidos. Una característica que le convierte en un elemento destacado de la arquitectura o la automovilística actual y su uso frecuente puede encontrarse en cristales de seguridad o antibalas.
Su invención fue totalmente fortuita y se debe al científico francés Édouard Bénédictus en 1909. El inventor observó como un vaso con una solución de celulosa no se rompió al caer al suelo. Tras esta observación se dispuso a investigar los motivos creando el vidrio laminado o de seguridad.
Imagen de archivo de tres marcas de sacarina | Wikimedia
En nuestros días también han surgido algunos novedosos inventos con ayuda de la suerte. Es el caso de lo que se está conociendo como polvo inteligente (smart dust).
En 2003, Jamie Link se encontraba en el laboratorio de química cuando estudiaba en la Universidad de California San Diego. Mientras realizaba una práctica para hacer una película multicapa de silicio poroso sobre un sustrato cristalino, el chip de silicio se rompió por accidente.
En ese momento Link observó como las numerosas partículas en la que se había fragmentado seguían poseyendo las cualidades originales por lo que podían ser utilizadas de manera individual.
Este descubrimiento ayudó a mejorar lo que ya se conocía como polvo inteligente, dispositivos en miniatura capaces de repartirse por una superficie y dar información sobre temperatura o agentes externos en este entro otros usos.
Noticia original de Business Insider. Autora: Cristina Fernández Esteban